34. Une autre réalité.

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Draco se apoyó en uno de los pilares del pasillo mientras observaba los árboles y las aves jugar en el pasto cerca de un charco de agua. No podía decir que disfrutaba del silencio, porque realmente no conocía otra cosa que no fuese silencio, pero encontrarse en paz era algo que pocas veces lograba, ya que pocas veces su consciencia se encontraba tranquila.

Detrás de él, Luna estaba sentada en el suelo junto a Crabbe y Goyle, jugaban a las cartas, él sabía jugar a las cartas, su tía Bella le había enseñado cuando era pequeño, pero esta vez se había negado a jugar, ¿Por qué? No lo sabía con exactitud, y pensar en cosas aleatorias le ayudaba a no pensar en sus amigos, y en Harry.

Regresó la mirada a aquellas pequeñas aves que jugaban y cantaban. Decidió silbar: una nota neutra, una nota aguda.

Haaarryyy.

No hubo respuesta, nuevamente no hubo respuesta. Silbar se estaba convirtiendo en señal de amargura, ¿Qué importancia tenía si Harry no podía oírle? Qué más daba si él no vendría... Silbó otra vez: una nota neutra, una nota aguda.

Haaarryyy.

— ¿A quién llamas? —preguntó Luna, acercándose a Draco y apoyando el mentón en su hombro. El chico la apartó con un leve movimiento.

Lovegood se puso de pie a un lado, observando a las aves también. Draco había empezado a aceptar la compañía de la extraña muchacha de Ravenclaw, y aunque esta le sorprendiera con sus repentinas apariciones y atacara su espacio personal, agradecía que se quedara a su lado.

—... Así que buscan un poquito de agua para bañarse, son muy lindos, me gustan mucho, ¿Tienes alguna ave favorita? A mí me gustan los colibríes, hay muchas historias relacionadas a ellos...

Pero a veces, Luna hablaba demasiado, y le irritaba, le irritaba verla mover los labios como una loca y él sin poder entenderle nada.

—... Mi padre decía que los colibríes son una visita sagrada y que...

Frunció el ceño y sumergido en la molestia que le causaba el no comprender, fue que desde su interior una voz le permitió exclamar:

— ¡¿Quieres callarte?!

Silencio. Luna observó al rubio a su lado con los ojos tan grandes por la sorpresa que no se sintió capaz de moverse. Los otros dos chicos atrás observaban la escena de la misma manera, dejando caer las cartas.

El pequeño Malfoy, mientras tanto, sentía que los oídos acababan de explotarle, curiosamente, no era doloroso, parecía más como si un tapón hubiese estado esperando a ser quitado desde hace bastante. Sintió el corazón acelerado, y su expresión dejó en evidencia el hecho de que no podía con tal sorpresa. Goyle acercó su silla de ruedas a él.

— ¿Estás bien? —preguntó el chico. Y Draco sintió ganas de llorar al oírle.

Pasados los primeros minutos, sintió como si su cuerpo fuese liberado, haciéndole sentir más ligero. Hacía viento, no era fuerte, pero era una ventisca, el resto era silencio, un silencio que era roto por el tui-tui de las aves chapoteando en el charco de agua. Los árboles se movían levemente dejando caer las hojas, y el pasto hacía un pequeño clack al ser pisado, dio unos cuantos pasos hasta la pequeña colina que descendía hasta el lago negro, en donde pocos alumnos se dedicaban a descansar o jugar. Se oían risas, murmullos. Volteó para observar al trío que le miraba atento desde el pasillo en el que solían encontrarse para no hacer nada, caminó hasta ellos nuevamente y observó a Luna.

— ¿Qué estabas diciendo? —preguntó en voz baja, experimentando la extraña sensación que generaba el sólo hecho de hablar.

— Mi padre decía que los colibríes son una visita sagrada... —dijo ella, y sonrió, sonrió porque Draco sonreía también de una forma particularmente feliz. La chica jamás había visto al Slytherin tan feliz.

Malfoy se abrazó a la muchacha, más por mera reacción emocional, él no solía abrazar a nadie, pero ahora necesitaba de ese apoyo, más aún cuando la rara de Lovegood parecía entender el estado por el que estaba pasando, y todo bajo los chillidos de los dos chicos que veían la escena con expresiones burlescas y reían porque sabían del temperamento de Draco.

— Más les vale que tonto uno tome la silla de tonto dos y salgan corriendo ahora mismo —amenazó el rubio, sin rechistar. Crabbe y Goyle retrocedieron, aún con las sonrisas estampadas en el rostro.

Luna y Draco se separaron. Había tantas cosas que conocer, tantas historias que escuchar, tantas cartas por escribir, definitivamente debía descubrir qué había sucedido, ¿Sus padres podrían con tanto? Esperaba que sí, porque ni él mismo podía entender... Nada, porque aquello no tenía sentido. Miles de medimagos le habían dicho cuando pequeño que él jamás oiría, que jamás hablaría, que lo mejor era dejar las cosas como estaban, sus padres habían insistido, pero ¿Cómo era posible que de un momento a otro sintiese que oír y hablar era algo completamente natural? No parecía que fuese real, no parecía lógico, no parecía...

— Lovegood, acompáñame —solicitó, la chica no tuvo tiempo de responder, Draco tomó de su muñeca y corrieron hacia la biblioteca.

Malfoy se separó de la muchacha una vez llegaron a la puerta, corrió por los pasillos y la chica le siguió desde atrás, hasta llegar al estante con los libros de Historia de la Magia.

— ¿Qué estamos buscando? —preguntó ella mientras observaba al Slytherin sacar y sacar libros para luego dejarlos en la mesa.

— Son libros sobre la primera guerra mágica, necesito que busques la lista de familias que participaron en la orden.

Luna asintió comprendiendo su labor, tomó asiento y comenzó a revisar los libros que Draco dejaba en la mesa, buscando información sobre la época en la que Lord Voldemort había provocado el terror en la comunidad mágica.

— Ah, Draco... Tenemos un problema —dijo Luna con voz pausada mientras "leía" las páginas de un gran libro.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Malfoy, ignorando el hecho de que Lovegood le había llamado por su nombre. Se acercó a la chica y observó el libro.

Las páginas comenzaban a borrarse, eliminando todo rastro sobre el acontecimiento ocurrido en los años ochenta. Poca información era revelada, y poco se podía leer sobre el mago más oscuro de todos los tiempos.

— ¿Por qué se están borrando? —susurró para sí mismo mientras hojeaba. Pronto comenzó a buscar en todos los libros que había dejado en la mesa.

En todos sucedía exactamente lo mismo, la guerra era borrada dejando páginas y páginas en blanco, las familias que habían participado en el conflicto sólo eran algo que Draco alguna vez había oído, porque inclusive las fotos se borraban; no dejaban ni un solo rastro. Dio un golpe en la mesa y se alejó para pensar... ¿Qué estaba sucediendo?

— Lovegood —llamó y se giró para observar a la Ravenclaw, que aún tenía la mirada puesta en él—. ¿En qué año estamos?

— Oh... —fue lo que ella respondió, y se detuvo a pensar, llamando la atención del mayor entre ambos—. No lo sé...

Y Draco comprendió que definitivamente, nada de lo que estaba ocurriendo era real, y debía salir de allí lo antes posible. 


Cuando canta un pájaro | Harco Where stories live. Discover now