Capítulo 40

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Capítulo 40



Cuartel del Norte, Solaris – 1.836



Arrodillada frente al sillón donde Iris llevaba largo rato dormida, Elisa no pudo evitar que una sonrisa llena de ternura brotase en sus labios al ver a su amiga abrir los ojos. Aún estaba débil, su palidez y ojeras así lo evidenciaban, pero al menos le había bajado la fiebre.

—¿Estás mejor?

—Sí, creo que sí...

Aliviada, la pretor cogió el vaso de zumo que acababa de traerle Tristan, el cual no paraba de moverse nerviosamente por la sala común donde los habían llevado, y se lo acercó a los labios.

—Toma, bebe un poco, te irá bien.

Iris arrugó la nariz al ver el color naranja del vaso.

—¿Qué es?

—Zumo de naran... no, de melocotón.

—Es de naranja, ¿verdad?

Los nervios le habían hecho olvidar la aversión de Iris por aquel sabor. Puso los ojos en blanco, murmuró una maldición entre dientes y volvió a acercar el vaso a su boca.

—Me has pillado, pero bébetelo igualmente.

Aunque Iris quiso resistirse, tal era su debilidad que cedió. Se incorporó con lentitud en el sillón, destapándose, y bebió no sin asco el contenido del vaso. Seguidamente, descubriendo al fin dónde se encontraba, desvió la mirada hacia Tristan.

—¿No fue aquí...?

El exlegionario, que en aquel entonces estaba plantado frente a la ventana, la miró de reojo, leyendo su pensamiento.

—Sí, fue aquí.

—¿Fue aquí el qué? —quiso saber Elisa—. ¿Ya habías estado aquí, Iris?

Tristan e Iris se miraron con cierta diversión antes de responder. Conocían aquel lugar, sí. Habían pasado semanas desde aquel entonces, aunque ambos lo sintiesen como años, pero en cierto modo su relación había empezado allí, con él moviéndose frenéticamente en el exterior y ella siendo atendida en el interior por el soldado Septimar.

Ironías del destino.

—Mi historia en Solaris empezó aquí —explicó Iris. Volvió a pasear la mirada por la sala, dándose cuenta de una ausencia, y se puso en pie—. ¿Dónde está Iván?

Aquella era una muy buena pregunta. Iván estaba fuera, sentado en las mismas escaleras por las que en cientos de ocasiones había subido y bajado Tristan.

Pero a la vez no estaba allí.

Aunque su cuerpo estaba allí, su mente estaba muy lejos, sobrevolando los cielos de la "Colina Roja" gracias al poder que manaba de la torre negra. En condiciones normales jamás habría podido llegar tan lejos en la piel de Valhir, pero tal era la condensación de energía pura que brotaba de Solaris que se sentía prácticamente capaz de cualquier cosa.

Incluido de cuidar de Victoria.

La princesa era totalmente capaz de protegerse a sí misma, y más cuando tenía a una unidad pretoriana entera cuidando de ella, pero incluso así Iván quería asegurarse de que estuviese bien. No entendía qué hacía tan cerca de la torre, pero fuese cual fuese el motivo, no iba a permitir que le pusieran una mano encima.

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