Capítulo 27

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Capítulo 27







Casa de la familia Eris – 1.836





Aquel fue el día más triste de los últimos años.

Garland había despedido a muchas personas importantes de su vida. Vivir en tiempos de paz había reducido notablemente el número, pero la desdicha, el paso de los años y la enfermedad le habían quitado a piezas fundamentales de su vida sin las cuales hacía tiempo que se sentía algo perdido. Familiares, amigos cercanos, Frédric... y ahora Judith.

Mientras observaba en completo silencio el anillo con el que le había pedido que se casara con él, Garland era incapaz de ver y escuchar nada más allá de latido de su propio corazón. Habían sido muchos los que habían acudido a acompañarle aquella triste noche en la que juntos habían visto arder el cuerpo de su prometida, pero apenas notaba su presencia. Eran poco más que sombras que se movían a su alrededor, apoyándole la mano sobre el hombro y susurrándole palabras de apoyo al oído que él no llegaba a escuchar.

Estaba demasiado aturdido para ello.

Pero no se lo iban a tener en cuenta. Todos los allí presentes sabían perfectamente qué clase de persona era, y aunque en aquel entonces una nebulosa de tristeza apenas le dejaba pensar, sabían que tras aquella nube se ocultaba un gran hombre.

—El Sol Invicto cuidará de ella hasta que llegues —le aseguró Gared Cysmeier en apenas un susurro, rodeando sus hombros con el brazo en un gesto lleno de cariño—, así que no tengas prisa. El dolor pasará y llegará el día en el que comprenderás que también hay un plan para ti.








—Deberías descansar un poco, Garland.

—Pero los invitados...

—No te preocupes por ellos, yo me encargo. Vete a la cama.

Tristan besó la frente de su hermano mayor con cariño y le acompañó hasta la puerta de su habitación, donde esperó hasta asegurarse de que le obedecía. Garland estaba destrozado, y no era para menos. Incluso él tenía el corazón roto. Judith era una de aquellas personas a las que era complicado no querer. Tan dulce, tan delicada, siempre atenta y cariñosa, su pérdida iba a marcar un antes y un después en la vida de los Eris.

—¿Has logrado que se acueste?

Gared Cysmeier le esperaba a los pies de la escalera, con la preocupación grabada en el semblante. Había sido de los primeros en llegar, e iba a ser de los últimos en irse. De hecho, no había habido momento en el que no hubiese estado vigilando desde la distancia a Garland. Estaba sinceramente preocupado por él, y si bien el vínculo que les unía era el de amistad, en aquel entonces había cierto paternalismo en su actitud.

—Sí, aunque no sé cuánto tiempo va a durar en la cama. Conociéndole, en un rato estará ya de paseo por la casa.

—Te quedarás hoy con él, imagino.

—¿Es una orden?

—Lo habría sido si aún sirvieras en la Malleus Solis—respondió el legatus con frialdad—. Pero apuesto a que no hace falta que te lo diga para que sepas que es lo que debes hacer.

Tristan asintió con gravedad. Sabía que era lo correcto, que Garland le necesitaba más que nunca, y sin embargo había algo que no lograba quitarse de la cabeza. Algo frente a lo que aún no había sido capaz de actuar pero que no dejaba de taladrarle el cerebro.

Se llevó la mano al rostro y se frotó los ojos con agotamiento.

—Creo que voy a empezar a echar a la gente —advirtió—, mi hermano necesita descansar, y yo...

Dioses del TiempoWhere stories live. Discover now