Capítulo 24

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¡Hola! Se acaban ya las vacaciones :( Este fin de semana es el último antes de reincorporarme a la oficina, así que habrá que disfrutarlo al máximo... espero que hayáis pasado un gran agosto.

Para despedirlo os dejo con este nuevo capítulo :) Espero que os guste!

Además, para que endulzarlo un poco, al final encontraréis una pequeña sorpresa en forma de ilustración... ya me diréis que os parece.

¡Un beso!




Capítulo 24



Casa de la familia Sertorian, Solaris – 1.836




—¿Y entonces no has vuelto a saber nada de ella? ¿Lo has arriesgado todo por una chica a la que ni tan siquiera has vuelto a ver?

—Bueno, dicho así suena muchísimo más romántico de lo que realmente es. Sencillamente hice lo que debía hacer. Aunque te cueste creer, soy una persona justa.

—Cuesta creer, la verdad.

Sentados en cada uno de los extremos de la mesa presidencial del salón principal, Iris e Iván conversaban a media luz, con una extraña sensación de irrealidad. A pesar de ser dos extraños, había un vínculo entre ellos; una familiaridad que les hacía sentir que su reencuentro había sido cosa del destino.

—Debería echarte.

—Deberías, sí.

—Pero me das pena.

—¿Gracias?

A Iris no le gustaba la actitud del magus. Incluso estando en la pésima situación en la que se encontraba, había un tono jocoso y chulesco en él que la incomodaba. Era como si, en cierto modo, siempre estuviese en su terreno: como si pudiese controlar en todo momento la situación. Irónicamente, incluso lo lograba en su propia casa. A pesar de ello, más allá de su horrible fachada, había algo en él que despertaba lástima sincera.

—¿No tienes a dónde ir?

—No.

—¿No tienes amigos?

Iván negó con la cabeza.

—¿Fuera de la Cúpula de Estrellas? No.

—¿Y familia?

Iván desvió la mirada hacia el cuadro de los halcones. Tal era la soledad que le envolvía que Iris se identificaba con él. De hecho, empezaba a sospechar que era aquella similitud entre ellos lo que realmente le provocaba tanta lástima. Iris conocía tan bien la soledad que le entristecía que alguien más tuviese que experimentarla.

—Solo tengo a Laurent —explicó Iván—. Bueno, lo tenía. Ahora mismo no tengo a nadie salvo a Valhir.

El halcón graznó en señal de reconocimiento desde el perchero donde se había acomodado. Parecía fascinado con el cuadro.

—Suena dramático —prosiguió Iván, riendo ante su propio comentario—, pero no es para tanto. En el fondo, es a lo que estoy acostumbrado. Mi madre murió cuando era un crío, así que me he pasado prácticamente toda mi vida solo.

—¿Laurent no estaba contigo?

Iván rio de nuevo, aunque esta vez con muchísima más fuerza y sinceridad. La conversación era tan irónica que apenas sabía cómo gestionarla.

Dioses del TiempoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz