Capítulo 38

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¡Hola! Hoy os traigo un capítulo de Dioses del Tiempo :) Animaros a comentar, que últimamente estáis muy silenciosos y resulta un poco aburrido...

¡Un beso!



Capítulo 38



Ciudad de Solaris – 1.836



Aquella noche Iris durmió profundamente y sin sueños. Tal era el agotamiento después de una larga semana de emociones y trabajo que cayó sobre la cama pesadamente, sintiendo el peso de toda la vida a las espaldas.

Al siguiente día se despertó tarde. Aún tenía el sabor de la despedida de Nessa en la mente cuando se duchó, pero estaba mucho más recompuesta. Dejó que el agua caliente arrastrara las preocupaciones y la tensión y se vistió.

Decidió que aquella mañana desayunaría fuera. Sus compañeros aún dormían y a ella le apetecía visitar el barrio, así que salió sola. De vez en cuando le gustaba disfrutar de un poco de soledad. Paseó tranquilamente por las avenidas, disfrutando de la paz reinante, y se encaminó al centro de la "Colina Roja", donde todas las cafeterías estaban abiertas.

Eligió una con terraza en el exterior para disfrutar de las hermosas vistas del barrio mientras se tomaba el desayuno. Una vez finalizado se encaminó hacia una de las calles comerciales en busca de una joyería. Hacía varios días que tenía algo en mente, y aunque hasta entonces no había tenido oportunidad, decidió que había llegado el momento. Visitó las distintas tiendas de la zona, entrando en cada una de ellas en varias ocasiones, y tras una hora de idas y venidas, al fin localizó lo que buscaba. Pidió al vendedor que se lo envolviera, pagó en efectivo y volvió a la zona residencial.

Media hora después, llamó al timbre de la casa de los Eris. Después de varios días sin saber prácticamente nada de ellos tenía ganas de ver a Garland y Judith. Con él había coincidido durante su reencuentro con Elisa, pero apenas habían podido hablar. A ella, sin embargo, no la veía desde la galería de arte y le apetecía verla.

Le apetecía charlar.

Desafortunadamente, nadie respondió a su llamada. Iris aguardó un par de minutos, preguntándose si no seguirían aún en el hospital, y decidió que más tarde preguntaría a Tristan por ellos.

Siguió caminando hacia su siguiente objetivo: la casa de los Cysmeier. No la había visitado nunca, pero durante el trayecto hacia la galería de arte Judith le había dicho dónde residían: una casa algo alejada del resto y con unos altos muros tras los cuales se alzaba una bella vivienda de paredes blancas.

Llamó al timbre, rezando por tener algo más de suerte en esta ocasión, y tras unos segundos de espera alguien respondió al intercomunicador de la puerta.

—¿Iris? —preguntó Berenyse con sorpresa, reconociéndola a través de la cámara de seguridad—. ¿Eres tú, Iris?

Ella asintió.

—Hola Berenyse, venía a saludaros. ¿Tenéis un momento?

—¡Por supuesto! Pasa, por favor.

Un par de perros blancos rondaban por el jardín cuando la puerta de entrada se abrió e Iris accedió al recinto. Los dos animales corrieron a su encuentro, a olisquearla, pero rápidamente se olvidaron de ella al no captar ningún aroma sospechoso. Iris se despidió de ellos con una risa divertida y se encaminó hacia la vivienda.

Dioses del TiempoWhere stories live. Discover now