Capítulo 18

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Capítulo 18



La Colina Roja, Solaris – 1.836



—¿Estás segura de que no quieres venir conmigo? Tus sobrinos quieren conocerte.

—Quizás más adelante, pero ahora prefiero quedarme en la ciudad. Aún tengo muchas cosas que hacer en la casa, y... y bueno, decidir qué hacer con mi vida, que no es poco. De todos modos agradezco la invitación.

—Nos mantendremos en contacto. Te iré llamando, ¿de acuerdo? Y si necesitas algo, sabes dónde estoy. Garland, por favor, échale un ojo.

Marine Vilette se fue a primera hora de la mañana. Tenía que regresar con su familia, pero había prometido que volvería. No sabía cuándo, pero lo haría. Y en el caso de que no lo hiciera, sería la propia Iris quien iría en su búsqueda. Ahora que se habían conocido, iba a ser complicado separarlas definitivamente.

—Me ha gustado volver a verla —comentó Garland despreocupadamente, aún a pie de calle, junto a una Iris que parecía incapaz de apartar la mirada de la carretera—. La verdad es que no esperaba volver a verla. No ha perdido ni pizca de su energía.

—Supongo que no —respondió ella, distraída.

—Deberías plantearte el pasar una temporada con ella y conocer a tus sobrinos. Eran unos muchachos encantadores.

—Ya lo he dicho, quizás más adelante.

—No te digo que no, pero, ¿por qué no ahora? En el fondo...

—No tengo nada que hacer aquí, ¿verdad? —interrumpió Iris con brusquedad. Volvió su mirada de ojos azules hacia el capitán—. Como se nota que estás encantado con que el Almirante haya rechazado nuestra propuesta. Solo te falta fumarte un cigarro.

Iris entró en el patio del caserón con el enfado grabado en el semblante. Estaba enfadada desde que el día anterior, cuando el Almirante les había informado de su decisión, pero no fue hasta entonces que lo mostró abiertamente. Más allá de la decepción, Iris estaba dolida, y aunque Garland no era el culpable no podía evitar que su oposición la molestase.

Una vez más se encaminó hacia el sótano.

—¡Eh, eh! —exclamó Garland, cerrando la verja tras de sí—. Relájate, ¿quieres? ¡Yo no tengo la culpa de que el Almirante tenga dos dedos de frente!

—¿Dos dedos de frente? —Iris esperó junto a la entrada del sótano a que Garland apareciese en la parte trasera del jardín—. No te pases, mi hermano murió por ello.

—No seas manipuladora, sabes perfectamente que no iba por él.

Lo sabía, de lo contrario ni tan siquiera le hubiese permitido que entrar en su casa. Garland había sido un buen amigo de su hermano y se lo agradecía. De hecho, le apreciaba por ello. Ahora que al fin empezaba a comprender todo lo que rodeaba el gran misterio que era su hermano, agradecía que gente como Garland no le hubiese dejado nunca.

Iris descendió la escalinata con rapidez. Llevaba tantos días entrando y saliendo de aquel lugar que conocía a la perfección la posición de cada uno de los peldaños. Garland, sin embargo, sufrió el tener que bajar a oscuras.

—Yo creo que si nos ponemos en serio podemos subirlo todo en un par de horas —anunció mientras encendía las luces—. Me he pasado toda la noche empaquetando todo el material. Es increíble la cantidad de cuadernos y mapas que tenía almacenados.

Dioses del TiempoWhere stories live. Discover now