Capítulo V - Parte 2

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Hoy era día de trabajo. Observé a mi pequeño público oyente de la biblioteca mientras les narraba un cuento. Muchos de ellos saltaban o abrazaban a sus padres emocionados, y otros hacían preguntas.

Cuando somos pequeños no tenemos vergüenza de expresar lo que sentimos.

—"Todos los pobladores se reunieron alrededor del dragón para pedirle disculpas. Luego, organizaron una fiesta enorme en su honor y se hicieron muy amigos. Desde ese entonces Mimí y sus amigos aprendieron a no dejarse llevar por las apariencias. Fin."

Al cerrar el libro, los niños aplaudieron eufóricos. Liliana, mi jefa, apareció detras mío.

—Eso fue todo por hoy niños —Los niños se quejaron ante la negativa —, pero no olviden que de aquí a dos semanas en el mismo horario leeremos otros divertidos cuentos. Gracias a todos por la asistencia.

Los padres y familiares de los niños se levantaron y agradecían a mi jefa por el buen momento, algunos de los niños se acercaban a despedirse de mí.

Solía trabajar en la biblioteca principal de Keycoast desde antes de irme a New Delphina, y cuando volví estaban encantados de recibirme de nuevo. Aunque la paga no era muy buena, me encantaba estar aquí. No podía desaprovechar la oportunidad de leer un cuento infantil en público sin que me crean una rara total.

—¿Hoy vinieron muchísimos más, no Rini? —preguntó Liliana mientras apilaba los cuentos leídos para dejarlos en su respectiva zona.

—Fue muy emocionante tener tanto público, me siento casi famosa.

Sonreí mientras me quitaba "la capa mágica de cuentacuentos" y el sombrero de bruja.

—Luego de ordenar todo puedes retirarte, no me gustaría retenerte una noche de sábado. Una jovencita como tú debe tener una agenda muy apretada —comentó con una mirada pícara de esas que dan las abuelitas cuando hablan de un tema "prohibido".

—Si... por supuesto Liliana —respondí de inmediato.

"Mi fantástico plan de leer unas cuantas novelas rosas, llorar porque el Señor Darcy no es real y comer palomitas hasta hartarme".

Para llegar a casa, tenía que caminar hasta la Calle Cerezo, donde estaba la estación de bus más cercana. Y para eso debía de cruzar el Gran Parque de Alicia. Amaba ir por ahí, un parque enorme con su propio mini bosque que dividía el centro del distrito comercial.

El lugar estaba repleto de personas, concursos de disfraces, eventos de baile para adultos, shows al aire libre y otros. Me acerqué para ver un grupo de baile cuando sentí unas manitos que se anclaron en mi pierna.

—¡HERMANITAAAAAAAAAAAAA!

—¡Hermanita!

Un agudo y estrepitoso llanto me hizo dirigir la mirada hacia abajo. Era una niña de no más de 4 años aferrada a mi pierna, me tomó unos segundos reaccionar pero la reconocí.

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