Capítulo XXXIX

411 48 70
                                    


"Érase una vez una oruga que creyó en las promesas"

Rini

Winston Churchill dijo una vez: "Juega por más de lo que te puedes permitir perder, solo entonces aprenderás el juego". Yo odiaba apostar, pese a eso había perdido mucho en estos últimos días. En ese caso hubiera preferido jugar, porque de esa forma por lo menos hubiera tenido un propósito.

Las amistades siempre están compuestas por una persona con más ingenio que la otra, para de esa forma poder complementarse, y aunque yo siempre me consideré más inteligente, era Lucas quien era más astuto que yo.

Él sí iba a jugar por más de lo que se podía permitir.

—Me siento del asco por no acompañarte al entierro —dijo mientras lamía su paleta helada.

Lucas siempre había preferido venir a mi casa a visitarme a que yo vaya a la de él. Aunque su casi mansión fuera una de las construcciones más vanguardistas que alguna vez haya visto, según él era demasiado grande y fría. Así que aquí estábamos, debajo del limonero comiendo paletas heladas como despedida de la vida que estaba dejando.

—¿No deberías estar yendo para el aeropuerto?

—No me llevaré muchas cosas, petisa. Apenas un poco de ropa y algunas pertenencias.

Lucas solo había mandado a brindar mantenimiento a su auto para venderlo, así como sus otras pertenencias valiosas. Iba a empezar desde cero en otro lugar, sin conexiones importantes, dinero prestado o influencias. Solo él, su talento y esfuerzo.

—No creo que demoré en volverte a ver —comenté burlona. —Nunca aprendiste a freír un huevo sin quemarlo.

—Oh cállate, petisa maquiavélica. —Se quejó y robó mi helado —. Ya verás, cuando esté de protagonista en una super película o me toque interpretar al vampiro malvado pero sexy en alguna serie, no diré que tuve amigos aquí.

—Mas te vale, Lucas. Porque si no lo logras nunca te perdonaré que me dejes.

—¿Soy un tonto, no?

—Solo los valientes lo son, y solo ellos logran llegar a la cima.

Escuché el sonido que hacía su teléfono al vibrar, y nos pusimos de pie. Nunca creí que los heraldos podrían volverse tan corrientes, pero ese era el anuncio del fin. Me había resignado a aceptar lo que él quería, no suplicaría su compañía.

Somos dueños de nuestros destinos y Lucas había tomado una decisión. Lo quería demasiado como para terminar nuestra amistad por esto, aunque tal vez dentro de algún tiempo no seré más que el simple recuerdo de una amistad que tuvo en Keycoast. Solo otra persona que le cayó mejor que las otras como para entablar una amistad.

Era algo que pasaba todo el tiempo, la lejanía y el tiempo eran los caballeros de la destrucción de amistades, solo pocas podían resistir la inclemencia de sus espadas. Cherry por ejemplo, no había vuelto a hablar con nosotros en mucho tiempo.

—No quiero irme Rini —su espalda mostraba un pequeño temblor —, pero sé que si no lo hago siempre me preguntaré qué hubiera pasado.

—Es normal que tengas miedo, Lucas. Eso no te hace menos valiente.

Se giró y me tomó por los hombros. Un escalofrío atravesó mi cuerpo por su toque, pero me resistí a sentir temor.

—Lo siento. — Su voz estaba desgarrada —. Sé que a veces sueno como si tuviera una enorme sabiduría pero Rini, ni yo sé que estoy haciendo con mi vida. No he dejado de atormentarme pensando en que no debí impedir que fueras a hablar otra vez con Ronan. Pero es que lucías tan pequeñita y destrozada... yo no podía aguantarlo más.

CrisálidaWhere stories live. Discover now