Capítulo 32

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『Este es el capítulo más largo hasta ahora de la novela (9257 palabras, son como tres capítulos en uno). Será mejor leer algunas partes por días para evitar el aburrimiento』




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Llegamos a Nueva York exactamente a las cinco y media de la mañana, a tiempo en este día de Acción de Gracias. El frío es completamente más arrasador que en todo el camino hasta aquí, por lo que los dos suéteres en mí no ayudan mucho para protegerme de la ventisca, peor al ser de madrugada y el sol no sobresale para calentar a toda la población de esta ciudad.

Con las mantas, me acurruco lo más que puedo, chocando levemente mi cuerpo con Ryan. Sé que suena contradictorio decir que me siento nerviosa a su lado por lo que me alejo, y a la vez querer estar a su lado porque me hace sentir bien.

Lo sé, una completa tontería.

Al menos, nuestros cuerpos se transmiten el suficiente calor para no temblar en el camino hacia el hospedaje, que es un edificio menos moderno a comparación que los demás. No tenemos suficiente dinero para alquilar unas habitaciones de lujo en un hotel cinco estrellas, pero nos conformamos con este motel. Jayden y Max salen del auto con total rapidez hacia el interior para poder alquilar una habitación, los demás nos quedamos cuidando el auto.

Minutos después, la respuesta en el interior parece ser afirmativa, ya que Jayden nos hace una seña desde la puerta dando a entender que podemos ingresar con nuestras cosas y dejar el auto en el estacionamiento del pequeño lugar.

La mujer de la recepción nos mira con una cara que no sé describir, pero sinceramente, estaría igual que ella si viera a un grupo de jóvenes entrar a un motel en una misma habitación para quién sabe qué cosas hacer.

Subimos las escaleras con pesar al cargar todos los objetos, pero al llegar a donde Max nos indica, sentimos alivio. Al ver el interior de la habitación, no nos queda más que aceptar que nos alojaremos aquí por un día y deberíamos disfrutar de esto antes de estar en un auto en constante movimiento y sin suficiente espacio para tomar una siesta.

Aunque siendo sincera, este pequeño cuarto tampoco parece estar apto para que cinco personas duerman. Solo hay una cama que admitiría a dos personas, una ventana que da vista a la avenida y a los ruidos de los autos, y pequeños cajones para almacenar ropa. Paredes de color verde musgo, algunas grietas y rastros de humedad. Espero que el techo no nos aplaste al derrumbarse.

Ni siquiera hay aire acondicionado o al menos una pequeña chimenea para transmitirnos calor, agradezco que al menos haya un baño.

Max tiene en sus manos el mapa, que no entiendo por qué en un primer lugar lo pegó en la ventana del auto si después lo llevará a todas partes. Aún con la cinta en los bordes, lo pega en un lugar cerca del ojo de todos.

—Deberíamos buscar dónde es el lugar de la entrega —digo asomándome por la ventana. A pesar de ser las cinco de la mañana, las calles se encuentran con una cantidad considerable de personas.

—Tranquila. —Jayden se ubica a mi lado dando un pequeño vistazo—. Max conoce Nueva York como la palma de su mano.

—¿Vivías aquí? —inquiero hacia el mencionado.

Despega la vista del mapa, con una mano en su barbilla.

—Sí, hace años, tal vez tres o cuatro. La ciudad no ha cambiado nada, al menos la que yo recuerdo.

La Curiosidad Mató a SummerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora