Capítulo 27

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≪❈Así que seguimos por nuestro propio camino❈≫

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Max estaciona frente a la cafetería, sale de su auto y se detiene frente a mí con el ceño fruncido.

—¿Qué te sucedió? —Señala mi rostro.

Oh, son los ojos hinchados y rastro de humedad gracias a llorar por horas.

—Tuve unos cuantos conflictos... —Hace un ademán de tomar mi mochila y se la entrego.

—Me refería a la sangre en tu rostro, Summer... —Baja la mirada—. ¡Tu mano!

Sí, sobre eso, golpear la pared gracias a la reacción de mi ira acumulada e ignorar la reacción que tuvo mi piel no fue una buena idea. En el camino hacia aquí poco a poco mis nudillos me empezaron a arder y ahí es cuando noté la sangre seca esparcida en mi mano. ¿Y la sangre que señala Max en mi rostro? Eso debe ser porque limpié mis lágrimas con mis nudillos lastimados, ni siquiera me molesté en darme una mirada en el espejo, ¿para qué hacerlo?

—Tuvo que ver con el conflicto. —Alzo mi extremidad, se ve feo, pero no parece ser algo grave, no que unas gasas y alcohol no puedan solucionar.

—Sube al auto, rápido —demanda—, tenemos que revisarte eso, gatito herido.

Ni en malas situaciones este chico deja de bromear.

Ambos subimos a su vehículo y nos dirigimos a su hogar. Nunca he estado ahí, ni siquiera le he preguntado anteriormente si vive cerca del taller, pero confío en que no me llevará a un callejón solitario y oscuro a matarme para así realizar negocios con mis órganos, aunque la posibilidad está ahí. Si estaba involucrado con las drogas, debe existir una probabilidad de conectar con lo demás, al igual que Ryan y Jayden.

Deshecho esos pensamientos estúpidos y me distraigo jugando todo el camino con los botones de la ventanilla —no puedo evitar subir a un auto y jugar con estos, es divertido, ¿qué esperaba?— y respondiendo sus preguntas de por qué le mandé un mensaje en plena madrugada en vez de esperar unas horas.

Le cuento sobre que hablar con mis padres no funcionó, una cosa llegó a la otra y me llené de ira. No volvemos a sacar el tema.

—Te estás escapando. —Asiento, veo que abre los ojos como platos y se detiene ante un semáforo en rojo—. ¡Summer!

—¿Qué? —murmuro desviando mi vista hacia las calles vacías—. No quería estar ahí...

—Pero no es razón para que escapes, Dios, hablaremos de esto cuando lleguemos.

Max vuelve a acelerar y analizo cada ruta que toma. La casa de mis padres se encuentra al suroeste del Balboa Park y ahora nos encontramos al este, entrando a un vecindario igual que al de mi hermano, una calle sin salida.

Aparcamos al lado de una casa celeste que da directo al lado del conductor. Max baja y repito su acción rodeando el auto. A nuestra derecha no hay absolutamente nada más que vegetación, recuerdo haber visto en el mapa los primeros días de mi mudanza a California un parque alargado para practicar senderismo.

El castaño oscuro ajusta mi mochila en sus hombros y me guía hacia el interior de su hogar por la puerta en el lado derecho, separados por unas cercas del parque. Caminamos por piezas de cemento, pigmentadas y tonalizadas de color rojo, parece tener la apariencia de madera pero mis zapatillas se arrastran y no, no es proveniente de un árbol. Espero pacientemente a que él abra la puerta, ya quiero saber cómo es el interior, la ventana en la pared paralela a nosotros tiene las cortinas cerradas, así que no me doy el gusto de dar un pequeño vistazo. Noto algunos insectos volando alrededor de una lámpara en nuestras cabezas, su hogar parece una linda casa de campo, pero luego miras el lado izquierdo donde encuentras demás edificaciones más modernas, y la idea desaparece de tu mente. Claro que todo eso no la hace menos agradable.

La Curiosidad Mató a SummerOù les histoires vivent. Découvrez maintenant