Capítulo 18

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Jannanigans

La vista era tan majestuosa, que no alcanzaban las palabras para describir la belleza de aquel paisaje. Janna quedó anonadada al ver lo que había del otro lado del cristal de la ventana. La pradera era inmensa y pintoresca; al pie de las montañas se extendía un festival de matices en dónde predominaba el verde, alfombrado por una marea de flores de todos los demás colores posibles, y de muchos otros que ni siquiera existían en la tierra, pues no había conocido una gama tan amplia en ninguna dimensión en la que hubiera estado antes.

Habría seguido deleitándose de aquella vista de no ser por la voz alterada de Hekapoo recordándole que cerrara la ventana. Janna se sobresaltó volviéndo a la realidad.

—Okey okey, ya entendí, relájate —replicó mientras colocaba el seguro y cerraba las cortinas.

Dentro de la cabaña la atmósfera rústica ofrecía una paz envolvente, las paredes de roble compacto parecían trabajadas con la soberbia de un carpintero experimentado, y la ornamenta que embellecía el sitio podía atribuirse al más sofisticado decorador de interiores. El lugar perfecto para algún veterano buscando jubilarse, pero estaba claro que no venían a descansar.

La demonio recorría a trompicones cada rincón de la habitación en la cabaña mientras se concentraba en una sola cosa; evitar que entrara la luz del sol.

—Continua cerrando las ventanas.

—Ya sé, ya sé pero, ¿me quieres decir qué es este lugar y por qué estamos aquí?

Poco antes de arribar allí, habían llegado a la habitación de Star en el castillo, debían esperar a que despertara para seguir con el plan de buscar a Marco, pero ni bien se pusieron cómodas cuando Hekapoo, alarmada por algún motivo abrió un portal de imprevisto, levantó a la inconsciente princesa en sus brazos para justo después salir con urgencia, abandonando Mewni sin pensarlo dos veces. 

Hekapoo aseguró la última ventana hasta que la cabaña quedó a oscuras. Fue hasta la chimenea cuya estructura se alzaba en una pared más allá y con las llamas de su palma encendió la fogata; hizo lo mismo con el enorme candelabro que colgaba del techo, justo sobre la cama en dónde reposaba Star en profundo sueño.

Janna levantó el dedo índice para ayudar con la iluminación, mas no tuvo chance de hacer nada porque enseguida Hekapoo se apresuró hacia ella cubriéndole el dedo con la palma.

—Es precisamente lo que tenemos que evitar —avisó precipitada—. Cualquier fuente de luz que no sea fuego.

—Muy bien, misterio a la orden —contestó Janna sarcástica—, ¿ya me vas a explicar que rayos está pasando?

Hekapoo se apartó y caminó hacia la cama, tomó a la princesa de un brazo con una delicadeza que parecía excesiva y la posicionó de medio lado; un rasgado en la bata dejó ver en su espalda alta, con una profundidad considerable, una pequeña herida en forma de cuarto menguante.

Janna hizo un gesto de entendimiento levantando las cejas.

—Auch, eso no se ve bien.

La pelirroja acomodó a Star de nuevo.

—Arañazo de Arpía —agregó—. ¿Recuerdas el ave extraña con la que forcejeó hace rato? Pues eso —Hekapoo comenzó a desabrochar su overol mientras seguía explicando—. En el momento no supe que se trataba de una Arpía hasta que llegamos al castillo y me percaté de la herida en su espalda. El aspecto de esas ciraturas es impredecible por eso es difícil indentificarlas —levantó ligeramente el elástico del sujetador que llevaba puesto, dejando expuesta una hendidura en su piel justo bajo sus senos; un cuarto menguante cicatrizado—, pero la marca que dejan es inconfundible —concluyó.

Dimensión en llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora