Capítulo 14

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Sorpresas

Una punzante jaqueca amenazaba con reventarle la cabeza cuando despertó. Desorientado, se sentó y se llevó los dedos a la sien contrayendo una mueca. El dolor intenso le impedía siquiera abrir los párpados, restregó sus ojos y los abrió con pesadez, viéndose de pronto inmerso en el ambiente lúgubre de una habitación sombría. «¿En dónde estoy?». Se percató del limitado movimiento de su brazo derecho, un brazalete metálico unido a unas cadenas entorno a su muñeca le impidieron alejarse de la cama en la que estaba.

—«Es una prisión, chico» Le habló Cactus desde el interior.

—¿Una prisión? Pero ¿Porqué? —cuestionó dando masajes a su frente.

—«No lo sé. No me entero de nada cuando cierras los ojos, pero la cadena en tu brazo derecho creo que es más por mi que por ti. Qué ingratos.

—Bueno, es comprensible. Dimos un espectáculo allá afuera. —Desplazó su cuerpo débil por la cama y apoyó la espalda en la pared del costado—. Hubiera preferido seguir durmiendo. Rayos mi cabeza va a explotar.

—«Aguántate, no seas marica».

—Es fácil decirlo.

—«Hablando de dormir, ¿qué piensas de esos ridículos sueños que has venido teniendo?

—Pues, a decir verdad... No parecen sueños.

—«Pienso lo mismo. Parece una telenovela barata»

—¡Oye! ¿Siquiera sabes lo que es una telenovela?

—«Sí, la cosa esa que veías con la chica rubia».

—A esa chica rubia le debes tu existencia, y para tu información, no es una novela, es una serie para adolescentes basada en Love Sentence. —Se justificó—. Pero... alto, ¿cómo sabes eso? Eso fue mucho antes de que me hiciera esta herida.

«Así es. Pero lo de la rubia está en tus memorias».

—¡¿Qué?! ¡¿Tienes acceso a ellas?!

«Sí, por eso sé que esos sueños no son sueños realmente. Cada vez que tienes uno se guarda en tus memorias, no desaparece como sí lo hacen otros.

Un chispazo llegó a su mente como una epifanía, las sospechas que había tenido desde hace rato podían ser ciertas. Había perdido la memoria. La pregunta era ¿Cómo?

—¡¿Porqué no me lo habías dicho?! ¡Eso puede significar que de alguna manera perdí esos recuerdos! Lo que explicaría... —Hizo una pausa abrupta, llevó su mano nerviosa hasta el bolsillo y sacó la foto que guardaba—. Lo que explicaría la razón de esta foto. Dime, ¿qué tanto puedes rebuscar en mi memoria?

—«Sé lo que estás pensando, pero ni lo sueñes. No puedo ver más allá de lo que tú recuerdas, chico».

—Maldición, qué mala suerte, pensé...

Unos pasos que provenían del pasillo lo interrumpieron. Guardó silencio y se apresuró a devolver la foto a su bolsillo. Cuando las pisadas resonaron más cerca, unos risueños ojos violeta se asomaron del otro lado de las rejas.

—¡Nina! —Reaccionó a saludarla. —La niña agitaba la mano con una sonrisa de oreja a oreja, a la vez que con la otra se aferraba al agarre de una segunda figura femenina. Dos enormes uniformados se posaron detrás de ambas, sus orejas puntiagudas eran semicubiertas por una gorra, sus brazos cruzados a sus espaldas y una postura firme de normativa.

—¡Marco, ya despertaste! —Saludó la mayor. Elegante silueta delgada, ojos almendrados y unos primorosos rizos castaños.

—¡¿Leyla?! ¿Eres tú?

Dimensión en llamasWhere stories live. Discover now