Capítulo 12

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Encuentros

Algo que solían hacer los hermanos lobo era compartir apacibles tardes de lectura cada fin de semana, y el lugar elegido para dicho pasatiempo no podía ser más perfecto. Frecuentaban una colina a las afueras de la cuidad y de los pueblos huyendo del ajetreo; una elevación verdosa rodeada por las sombras de frondosos manzanos, se convertía en un refugio donde ambos disfrutaban de una paz inalterable lejos del bullicio.

En una ocasión, de entre tantos escritos en una interminable biblioteca, Keyren tropezó con un libro antiguo de historia; se dejó llevar por el arcaico y llamativo diseño del empastado y terminó eligiéndolo para esa tarde junto a Nina, en gran parte debido a que la pequeña le dijo que ella ya lo había leído y él no quiso quedarse atrás.

No era un libro cualquiera, en aquel elegante manuscrito se relataba la historia de Licantia, su pueblo. Pero ya se sabía esa sección de memoria, era información imprescindible impartida en las escuelas, y además, tanto sus padres lo obligaron a estudiarla en su momento, como su otra hermana ahora que ellos ya no estaban. Así que su atención se centró en el apartado de relaciones, y es que pasando por alto la sección de los mewmanos, demonios, monstruos y demás; el escaso contacto de los wiccanos con los licantios fue lo que despertó su curiosidad y lo llevó a querer saber más acerca de este enigmático linaje.

Ya de antes conocía la existencia de esos hechiceros, en un par de ocasiones tuvo la oportunidad de ver a uno de ellos cuando acompañó a su hermana a una junta aburrida. Aburrida porque ver a un grupo de señores sentados en una sala conversando de política no era una experiencia agradable precisamente.

Arrastrado por la curiosidad, devoró todo libro en dónde se hacía mención de ellos, aprendió tanto como los escritos le permitieron hasta conocer cada detalle por más insignificante que fuera. Si bien sabía que no podía fiarse por completo de esos relatos, decidió que ya conocía lo suficiente de ellos.

Hasta ese día. Pues tal fue su sorpresa al presenciar a aquel chico wiccano alargar su extremidad derecha y transformarla en un espeluznante monstruo morado. ¿Podían hacer eso?, ¿es una de sus habilidades? No lo sabía, y tampoco se detuvo a pensarlo dado qe su reacción fue de inmediato apartar a su hermanita y colocarse frente a ella, y como su fiel protector en ese momento no dudó en  mostrar sus colmillos contra el chico en una declaración defensiva.

El esfuerzo de Marco por que el tentáculo no saliera de su cuerpo había sido en vano.

—¡Al ataque!—exclamó el simbionte haciendo aparición. Le tomó unos segundos notar al par de hermanos, y su reacción fue lanzarse contra ellos habiéndolos fijado como  amenazas.

—¡Alto! ¡Espera! —Intervino Marco. Se inclinó hacia atrás para tirar del tentáculo con su otra mano.

Keyren frunció el ceño y retrocedió un par de pasos, en cuestión de un segundo encorvó su cuerpo trasmutando en cuatro patas, mientras Nina se ocultaba tras su pata delantera y observaba con cautela al chico y su extraño brazo. No tenía miedo, estaba asombrada y de súbito, más curiosa.

Marco se levantó del césped absorto por esa sorpresiva transformación, mientras aún forcejeaba con el tentáculo para retenerlo. Ante sus ojos tenía un enorme canino que sobrepasaba por poco su tamaño, incluso estando de pie. Los ojos plateados le devolvían una mirada afilada, y un gruñido grave y gutural le lanzaban una advertencia clara.

El brazo morado persistía ceñido en atacar.

—Detente. —vociferó tirando del brazo con más fuerza, lo último que quería era armar un enfrentamiento innecesario.

—Oye, hay que deshacernos de la amenaza. —debatió el tentáculo.

—No son una amenaza, —contestó firme aplicando tensión en el brazo. Volteó a ver a los chicos y le sostuvo la mirada al grandullón—. O eso espero.

Dimensión en llamasWhere stories live. Discover now