Mi vida te pertenece

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Marco despertó de golpe y sudando frío, el corazón le latía con fuerza y su respiración igualaba ese ritmo frenético. La misma pesadilla lo había atormentado como en tantas noches anteriores. Para ser sincero, a estas alturas ya debería estar acostumbrado.

Se sentó con la mano puesta en el pecho y lo primero que hizo fue girar a su derecha, solo hasta entonces fue que pudo calmarse. Ahí estaba, durmiendo tan plácida y despreocupada, abrazando la almohada en lugar de usarla en su cabeza. Esa imagen irremediablemente lo hizo tranquilizarse. Soltó el aire y respiró con más calma.

Sin embargo ahora estaba lejos de poder conciliar el sueño de nuevo. Intentó de todas las maneras posibles pero fue inútil, así que se dio por vencido y se fue a sentar al lado de la fogata mientras esperaba la salida del sol. Miró la hora en su reloj de bolsillo; por suerte faltaba poco para el amanecer.

Hekapoo se agitó por allá, un espasmo involuntario. Marco pensó que quizá estaba teniendo una pesadilla también, aunque no lo parecía, por suerte, al menos eso determinó viendo la sonrisa en su rostro. Se acercó a ella y le arropó de mejor manera. Pensó en quitarle la almohada y colocarla en su cabeza pero decidió dejarla aferrada a ella y en su lugar fue a buscar la suya; le acomodó la cabeza con cuidado de no despertarla y luego volvió a la fogata. Resignado a no dormir, comenzó a preparar todo para partir lo más temprano posible, debían moverse y encontrar un mejor lugar. Pese a contar con escudos y tecnología anti depredadores, llevaban varias noches durmiendo en el bosque y eso no era reconfortante.

Cuando Hekapoo despertó, el sol ya había salido y Marco ya tenía todo preparado, solo hacía falta lo más importante: desayunar. Otro de los puntos claves para mantener a raya a la enana cascarrabias, pues sabrán los dioses como lidiar con su mal genio cuando está con hambre.

Marco levantó la vista y la miró mientras devoraba aquella pieza de carne como si no hubiera comido en una semana. Lo único que pudo hacer fue reírse.

—¿Quieres? —Le preguntó ella acercándole el bocadillo.

—¿Te refieres a ese hueso masticado?

Hekapoo miró la pieza de carne y en efecto, solo quedaba el hueso chamuscado, porque lo masticó con tantas ganas que no controló bien el paso de aire en su boca; lo había quemado con el aliento.

—Ups, lo siento.. —dijo llevándose la mano a la boca. Marco soltó una carcajada.

Al cabo de un rato estaban listos para partir. Recogieron lo necesario y lo demás lo desaparecieron en un bolsillo mágico que Marco abrió con su dedo. Era imprescindible deshacerse de cualquier rastro.


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Ms. Eleven
27/02/2022

Dimensión en llamasWhere stories live. Discover now