Capítulo 35

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Después de recibir malas caras por parte de los que hacían el pasaporte, me lo entregaron y pude ir al check-in. Lo siento, mi novio me odia y no pude ir a buscar mi documento actual.

—Buenos días— me saluda la recepcionista con una sonrisa demasiado grande para mi gusto.

—Buenos días, se supone que tiene un pasaje para Meredith Robbins.

Traté de fingir una sonrisa pero no creo que me haya salido. La chica tecleó en la computadora.

—¿Pasaporte?

Se lo entrego.

—Bien, señorita Robbins. Vuelo E45 a París que sale a las 6 de la mañana. Le doy sus boletos y necesito su firma aquí.

Lo sabía; los años no cambian a las personas. Cada vez que mis padres tenían una crisis, mi madre se iba a París. Yo la había acompañado algunas veces y asumo que Lizzie lo hizo en mi ausencia.

Firmé dónde me dijo y le entregué el papel.

—¿Algo para declarar?— me pregunta.

—No, mi madre probablemente me vaya a comprar un nuevo guardarropas así que no traje maletas.

La chica se rió y me contagió un poco de su buen humor.

—¡Oh! Su madre mandó a decirle que se encontrarán directamente en el avión.

—Muchas gracias.

Salí a la espera de mi vuelo. Mi estómago rugió; lo único que había comido era el helado de Mare y tenía hambre. Pero como no tenía dinero o tarjetas, no podía comprar nada hasta que no me encuentre con mi madre o hasta que suba al avión.

Di unas vueltas por el aeropuerto hasta que llegó la hora de poder subir al avión. Eso era todo; adiós Barcelona.

Me puse en la fila y a los minutos me dejaron subir, me ubicaron en mi asiento y me ofrecieron algo para comer. Finalmente, me sentía desfallecer de hambre. Me empecé a poner un poco nerviosa cuando empezaron a hacer las últimas llamadas para abordar y mi mamá y mi hermana aún no habían llegado.

Definitivamente, estar en París sin nada de dinero o un teléfono era lo último que quería.

Miré por la ventana y mi mente viajó directamente a mi viaje a Londres con Felipe, donde íbamos a comenzar nuestra nueva vida juntos. ¿Qué tan lejos estábamos de eso? Una lágrima rebelde se deslizó por mi mejilla y otras la siguieron.

Sentí que alguien tocaba mi hombro; genial, alguna azafata se compadecía de mí. Me di vuelta y mi madre estaba ahí.

—Hola, cariño.

Se sienta a mi lado y me abraza. Realmente lo necesitaba. Siento que me tocan la mano y veo que Lizzie me mira.

—Hola, Liz.

—Hola, Meri. ¿Lista para un nuevo guardarropas?

Reí.

—Lo peor es que ya sabía dónde íbamos sin que mamá me lo dijera.

—Hace mucho no se pelea con papá; ya extrañaba ir— admite Lizzie y reímos.

—Cariño, ¿por qué no puede decir tu padre dónde estamos?

Por unos segundos había olvidado todo.

—Una amiga de Felipe trabaja para papá. Victoria se llama, no sé cómo es su apellido.

—¿Alta, pechos enormes, pelo de Barbie y uñas esculpidas?— pregunta Lizzie con desprecio.

—La misma.

Un nuevo caminoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt