Capítulo 44

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Martes 1 de septiembre

Amaneció contenta aquel día.

A pesar de que se despertó con un rayo de sol que impactaba directamente contra sus párpados cerrados por el cansancio. A pesar de que apenas había descansado unas escasas cuatro horas. A pesar de que despertó con la mitad del cuerpo entumecido debido a la mala postura que albergaba. A pesar del cúmulo de agujetas que acumulaba por toda su anatomía después de la paliza orgásmica en la que ambas se habían envuelto la noche anterior. A pesar de haber amanecido sola en aquella enorme cama que sin su presencia se le antojaba gélida. A pesar de todo, una enorme sonrisa era culpable de sus comisuras alzadas, culpable del brillo que acariciaba su cara.

Pensó en lo vivido la noche anterior. Alba se había tomado demasiado literal aquello que le dijo sobre hacer el amor hasta que se hiciera de nuevo de día, pues hasta que los primeros rayos del alba no bañaron la estancia de la habitación, no se permitió detenerse. Pero ella tampoco se había quejado. Echaba la vista atrás y sólo tenía un par de palabras para describir aquella noche: irreal y enloquecedora. No había dado a basto para canalizar tantas emociones. La intensidad fue de su mano en todo momento, pero había quedado encantada con la forma casi delirante con la que su corazón palpitaba ante su presencia, tampoco necesitaba verse en un espejo para admirar como sus ojos brillaban al mirarla a ella. El momento fue especial y magnífico, perfecto.

Con el solo hecho de acordarse de lo vivido, volvían a temblarle las piernas y una felicidad en principio inexplicable se apoderaba de la totalidad de su cuerpo. La manera en la que Alba se había preocupado por ella en todo momento había sido enternecedora, a pesar de que sus continuas preguntas sobre si estaba bien o si estaba cómoda, si le apetecía continuar, le habían agotado en cierto punto, ella sólo podía centrarse en cómo la hubo estado cuidando en todo momento. Pataleó sobre el colchón y enterró la cabeza en la almohada, completamente extasiada e invadida por aquella extraña sensación pletórica que llevaba acompañándola desde antes de dormirse.

Suspiró una última vez y se estiró por completo sobre la cama, sentada ya. Paseó sus ojos adormilados por la estancia en busca de su ropa, pero no la encontró en el suelo, sino en una silla perfectamente doblada a la que se acercó para cubrirse de nuevo, haciendo el sujetador a un lado. Decidió bajar y, a medida que se iba acercando a su destino, el olor a café cada vez era más fuerte, pero sin llegar a resultar desagradable o detestable. Se asomó con sigilo a la cocina, en una postura tímida con la que sólo se decidió a mirar con la cabeza.

Alba estaba allí, vestida con la misma camiseta tres tallas más grande que ella le había arrancado la noche anterior. Ese recuerdo le llevó a morderse el labio y verla moverse de un lado a otro por la cocina despertó pensamientos que volvieron a despertarle un calor abrasador. Se acercó despacio, con mucha delicadeza y mucho cuidado para no delatar su presencia. Mientras la pequeña vertía un poco de leche en un vaso admiró su nuca despejada. Se había recogido la melena rubia en un moño alto y desprolijo, desordenado, que permitía la libertad a un par de mechones rebeldes que caían con suavidad a cada lado de su cabeza. Esperó pacientemente a que soltara los utensilios antes de encarcelarla entre sus brazos, para evitar un desastre. En cuanto lo hizo, su olor a melocotón la invadió y no fue capaz de reprimir el maullido que insistió en trepar por su garganta.

-Buenos días, Albi— le susurró con suavidad, rozando a propósito con la boca su oreja al hablar con unos labios que previamente había humedecido con un par de lametazos.

La notó tensarse en sus brazos, y ya eso fue algo que de primeras no le gustó demasiado, pero aún así no se detuvo y no dudó en sacar a pasear la humedad de su boca por la avenida de su cuello de infarto, propio de sucumbir al mismísimo pecado. Sin embargo, con muy poco disimulo, la rubia se sacudió entre sus brazos y se forzó en concentrarse en el desayuno que parecía estar preparando.

Cruzando el límiteWhere stories live. Discover now