Capítulo 17

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Sábado 11 de abril

Ni si quiera con la película que tenían puesta en la pantalla del televisor era capaz de concentrarse y apartar de su mente el mal rumor oscuro que llevaba persiguiéndola desde la noche anterior. Sus ojos no se separaban de las imágenes que tenía en frente y sus parpados pestañeaban casi a la misma velocidad con la que cogía un puñado de palomitas para llevárselo a la boca. Niko, el perro de su madre, descansaba entre sus pies en el suelo del salón y aquello le hizo sonreír recordando las veces que se había atrevido a traer a Queen. No salió muy bien la cosa, y por esa razón Mimi, encantada, se la había quedado en casa para cuidarla mientras ella pasaba el fin de semana en la ciudad donde había crecido.

Pero claramente esa sonrisa no tardó mucho en desaparecer cuando su consciencia volvió a disparar en su contra, y un gruñido salió a flote de nuevo. No estaba muy contenta con la situación inevitable a la que se había visto arrastrada.

-Pero bueno, ¿y a ti que te pasa?— se sorprendió Marina a su lado, que llevaba un rato observándola y la cuenta atrás de su paciencia había llegado a su límite con ese rugido.

Lo cierto es que nadie en el mundo la conocía mejor que su hermana pequeña. La capacidad de la Reche menor para leer a Alba, que de por sí era una persona bastante cerrada, era impecable. Por eso mismo, la rubia llevaba tatuada en el antebrazo la palabra "soul", en honor a ese demonio rubio dos años más pequeño que ella. Siempre había sido su alma gemela, su confidente. La conexión que las unía era brutal y, aunque a veces se llevaran a matar porque a la menor le encantara comportase como un grano en el culo de la profesora, no era capaz de presumir de ello con otra persona que no fuera ella.

Desvió sus ojos en su dirección durante unos segundos para encontrársela con ese pijama de cuando tenía apenas dieciocho años y todavía vivía en aquella casa. Sus ojos celestes le deslumbraron unos segundos y tuvo que parpadear por esa razón, pero no quería hablar del tema, no ahora cuando tenía otro problema mucho peor encima.

Y es que, seguía buscando un momento adecuado para hablar con sus padres y soltarles la bomba. Sabía que no iba a conseguir quedarse más tranquila hasta no hacerlo, y cuando existía una doble razón que la turbaba, su mal humor incrementaba más de lo normal.

-Nada— murmuró mirando de nuevo al frente.

Marina, que ya la conocía, se enderezó mejor en el asiento y ladeó su cuerpo en busca del de su hermana, para observarla más fijamente. Echó un vistazo rápido a la cocina, donde sus padres hablaban distraídamente de cualquier banalidad mientras esperaban que se hiciera el café de la merienda. Tras comprobar que podían hablar con normalidad, la rubia de pelo largo bajó la voz unos decibelios y dijo:

-No me jodas, Alba— su tono salió serio, algo que consiguió captar la atención de la otra, que acostumbraba a su tono alegre y estridente—. ¿Es por lo de Aaron? Algo me dice que hay algo más, pero podemos saltarnos la parte en la que te insisto hasta que tú decides soltarlo y ambas ahorramos energías, ¿cómo lo ves? ¿Te renta?— su voz había perdido la seriedad, pero su cara era muy distinta.

Se quedó fija en su mirada unos segundos. Maldita niñata, a veces odiaba que fuera capaz de leerla tan rápido. Sopesó sus pros y sus contras durante un tiempo del que ni siquiera llegó a ser consciente. Sabía que finalmente iba a terminar hablando con ella, porque era débil y ya había comentado la conexión inmediata que mantenían entre ambas, así que decidió abrirse después de lanzar un suspiro que hubiera conseguido derribar una casa de ladrillos.

-Es que...

-¡Niñas, venid a merendar!— les interrumpió la Rafi llegando a la cocina mientras arrastraba los pies enfundados en unas zapatillas de gatitos que la menor de ellas le regaló un año por Navidad— Venga, que el bizcocho ya se ha enfriado.

Cruzando el límiteWhere stories live. Discover now