Capítulo 3

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Lunes 24 de febrero.

Entrar por la puerta de clase y no verla sentada entre el alumnado, no se le hizo raro. Que no interrumpiese su clase, por el contrario, sí. La verdad es que lo que había planeado conseguir con el correo que le envió fue que llegase puntual y no que dejara de asistir a su clase.

Más aún cuando para la tutoría fue tan puntual.

Con un suspiro decidió que lo más factible en ese momento era concentrarse en su clase y dejar de lado lo que la preocupaba. Sin embargo, lo cierto es que la tuvo en mente durante todo el tiempo, más aún después de lo que había ocurrido el jueves anterior cuando concertaron la tutoría y no volvió a verle el pelo desde entonces.

No obstante, a última hora tendrían que verse las caras, o por lo menos deberían, ya que iba a tener lugar la clase práctica de la semana y ahí la asistencia era esencial.

-Venga, hoy damos la clase por terminada— se apiadó de los alumnos unos veinte minutos antes de la hora establecida por el horario—. Nos vemos más tarde en las prácticas, hasta luego— apuntó finalmente cuando ya había agarrado todas sus pertenencias y antes de salir por la puerta del aula de teoría.

Abandonó el edificio de clases en busca de la cafetería del Campus, viéndose obligada para ello a cruzar toda la plaza del mismo. Al hacerlo, sus ojos visualizaron una melena azabache entre el gentío que pronto reconoció como la persona que había echado en falta en la duración de su clase.

Estaba recostada contra la pared de la biblioteca, totalmente concentrada en la pantalla de su teléfono con los auriculares puestos y un pie subido en un skate gastado que ya sabía que la acompañaba en bastantes ocasiones. Con un cigarro que intercalaba entre la presión de sus labios o la propia de los dedos de su mano derecha y una bolsa de Maltesers en la otra.

Iba a echar a andar hacia ella pero una voz inconfundible a lo lejos la detuvo.

-¡Alba Reche! ¡La profesora más sexy de todo el Campus sí eres, y que me perdone Julia Medina!

Miriam Doblas en todo su esplendor señoras y señores.

La vio acercarse hasta ella meciendo sus caderas con esa sensualidad que la caracterizaba y que combinaba tan bien con la seguridad que siempre portaba encima. Llevaba la larga melena rubia recogida en una coleta alta, los labios pintados de rojo pasión y estirados en una sonrisa tan grande como su amor por ella.

Enfundada en aquel traje de corte italiano que convertía en un conjunto informal gracias a la camiseta que llevaba debajo y los deportes de plataforma que también tenía ella misma. Agradeció a su bisexualidad en aquel momento por darle la capacidad para apreciar la belleza femenina desde ese punto de vista, y es que su amiga era toda una sex symbol.

-Baja la voz, por dios— le dijo al tenerla al lado antes de que la otra la envolviera entre sus brazos en un intenso abrazo—. Aquí tengo una imagen que mantener, imbécil— le dijo al separarse y antes de dejar un beso grande sobre su mejilla.

Le había echado de menos. Hacía una semana que no la veía y, acostumbrada a compartir tiempo juntas casi todos los días, le había resultado extraño no verla en tanto tiempo.

Pero las prácticas la habían tenido tan ocupada que no había tenido tiempo para nada.

-¿Y Julita?— le preguntó agarrándola de la mano y tirando de ella en dirección a la cafetería— A ella sí que hace tiempo que no la veo, pero esa es porque no me quiere— bromeó entre carcajadas cambiando su postura y rodeándola por los hombros para empezar a caminar así.

No había perdido a la morena de vista, también porque continuaba en el mismo sitio. Sin embargo, al pasar por su lado, los ojos de Natalia se alzaron y se encontraron con los suyos. Hizo una mueca de sorpresa en la que abrió sus párpados en exceso y volvió a bajar la vista a la pantalla de su móvil, huyendo de ella.

Cruzando el límiteWhere stories live. Discover now