Capítulo 22

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Lunes 15 de junio

Media hora de reloj llevaba estancada en la misma conversación junto a la castaña. Media puta hora de reloj en la que no había sido capaz de ahuyentar ese rumor oscuro que le hubo invadido la mente desde que su alumna más cercana había abandonado el silencioso despacho. Media hora desde que había estado a punto de besar su boca, desde que había deseado besarla por primera vez, y con tantas ganas que se había, prácticamente, cagado de miedo. ¿Qué demonios pasaba últimamente con esa niñata? Hacía tiempo que había aceptado sentir una pequeña atracción inevitable hacia ella, sí, pero lo que había estado a punto de ocurrir hacía unos treinta minutos eran palabras mayores y Alba no era capaz de dejar de darle vueltas a lo mismo una y otra vez, en forma de bucle eterno.

Suspiró, sin saberlo, por quinta vez en dos minutos, algo que hizo frenar a Julia, que llevaba narrándole los hechos desde que había llegado, aunque no es que fuera nada que la valenciana no supiera ya. Lo cierto es que estaba tan concentrada en sus recuerdos más frescos, que lo que estaba diciendo su amiga había pasado a un segundo plano sin apenas darse cuenta.

-Alba, ¿me estas escuchando?— le preguntó la gaditana al percatarse de que su amiga no le estaba haciendo ni caso.

Solo entonces consiguió abandonar su trance, o una parte de él, y concentrarse en lo que le estaba narrando Julia. De verdad que se sentía fatal por no estar haciéndole ni una pizca de caso, pero la cabeza le iba a mil y no era capaz de procesar nada más. Sentía que iba a explotar de un momento a otro. Pero tenía que hacer un esfuerzo, asentarse, sus problemas iban a seguir ahí por desgracia y los iba a poder tratar en otro momento, pero ahora era Julia quien necesitaba su ayuda y ella iba a estar ahí para eso. Por este motivo, carraspeó y se enderezó en su asiento, tomando una pose segura de nuevo y esforzándose en alejar aquel bucle de ideas de su cabeza aunque sólo fuera por un rato.

-Sí— le hizo saber y dio gracias a que esa parte de la historia ya la sabía por parte de la otra protagonista—, que te liaste con Mimi en la casa rural a la que os fuisteis de vacaciones, decidiste hacer como que no pasó nada porque te cagaste de miedo y ahora tu relación con ella se ha vuelto rara— explicó como si estuviera contando que la noche anterior se preparó una ensalada.

Su compañera de asignatura la miró un tanto confundida, sin comprender su reacción tan calmada y pausada.

-Mmm... ¿Por qué...? ¿Por qué estás tan tranquila? ¿No...? ¿No te sorprende?— cuestionó entre parpadeos confusos que no eran más que un aliciente a su evidente estado de confusión.

-Joder, Juls, hasta que tú has decidido hablarlo...— señaló con aire gruñón—. ¿De verdad no se te ha pasado por la cabeza con quién ha podido estar desahogándose ella?— le hizo ver, refiriéndose a Mimi por supuesto.

La aludida se echó hacia delante por encima del escritorio hasta que su cara quedó escondida entre sus manos mientras se apoyaba con los codos sobre la esa. Había ocupado la silla en la que había estado sentada la morena luego de que ella hubiese vuelto a colocarla en su sitio. Cuando la morena volvió a ocupar su mente, se golpeó mentalmente por ello, diciéndose a sí misma por cuarta vez que su amiga la necesitaba y que no era momento de sucumbir a sus preocupaciones. Se concentró en ella y sintió lástima por la andaluza sin poder evitarlo. Era capaz de sentir su frustración en carne propia y, si para ella estaba siendo así de desagradable, no quería ni imaginarse como se tendría que estar sintiendo la otra chica.

-No paro de cagarla, Alba— lloriqueó con la voz tomada por el llanto que se esforzaba en contener. La verdad es que estaba realmente afectada—. No sé qué me pasa, pero de verdad que no puedo más— dejó ir completamente agotada por la lucha interna a la que se enfrentaba cada día desde aquella mañana en la que había despertado desnuda entre los brazos de una de sus mejores amigas.

Cruzando el límiteWhere stories live. Discover now