Capítulo 15

11K 672 150
                                    

Sábado 4 de abril

Sonrió bajo el gusto agradable que caminaba sobre su piel caliente debajo de los rayos de un sol tibio que doraba esa mañana de abril. Con la compañía de un cigarrillo a medio fumar que intercalaba entre sus labios y sus dedos y el torso desnudo enfrentando ese calor, estaba esperando que se terminara de enfriar lo que había preparado para desayunar. Tomar el sol mientras hacía topless era una maravilla que conservaba como costumbre.

No era persona sin su cigarro mañanero, incluso antes de desayunar. Había gente que necesitaba un buen café a primera hora del día, pues su café era ese cigarro. A pesar de que le dejara un sabor tan asqueroso como adictivo en la boca, antes de comer cualquier cosa necesitaba ese chute de tabaco. Si no lo tenía— cosa que a veces sucedía por la inevitable falta de dinero— el mal humor y ella se volvían inseparables para el resto del día.

El último disco de Bad Bunny sonaba de fondo. Ella estaba en el mismísimo paraíso. ¿Había algo mejor que descansar en la terraza bajo el calor matutino con un cigarro en la mano y la música de Benito de fondo? Ni de coña. Así que movía la cabeza al ritmo de "25/8" en mitad de una calada. Se echó las mangas del pijama a la espalda para evitar molestias y siguió sonriendo de gusto.

Lo único que extrañaba eran sus gafas de sol, como única pega, pero al no estar en su casa no tenía más remedio que acostumbrarse a la sensación. Además, era algo que había compensado apoderándose de una de las butacas que la rubia tenía en mitad de la pequeña terraza para tumbarse a sus anchas. Y ahí estaba, con el pecho desnudo y las piernas arriba colocadas sobre la barandilla, importándole muy poco si algún vecino pudiera verla. Joder, sólo eran tetas.

Pero claro, sólo eran tetas hasta que...

-Buenos días, Natalia— escuchó que decía una voz adormilada justo detrás suyo.

Pegó tal brinco en el sitio que el cigarro salió volando por encima del muro que limitaba la pequeña marquesina del segundo piso. Pero no sólo el cigarro salió disparado, también lo hizo su teléfono, que hasta entonces había estado descansando tranquilamente sobre sus caderas. Cayó contra el suelo y el protector se quebró por completo, aunque en ese momento fuera lo que menos le importaba. Se cubrió el pecho con ambos brazos en cruz y sin atinar a ponerse la camiseta de nuevo que todavía colgaba de su cuello. La mueca de espanto no era para pasar desapercibida.

-¡Alba!— chilló avergonzada.

-¿Estás... Estás en tetas?— preguntó confundida la mayor, todavía estática en la entrada a la terraza y un poco desubicada por hallarse recién despierta— ¿Sabes que tengo vecinos, niña?— le preguntó ahora más divertida e ignorando por completo el bochorno que la envolvía en el momento. La veía con el pelo enmarañado y abrazándose el torso con los ojos cerrados, tan pequeña que terminó por causarle tanta risa como ternura.

-¡Alba, salte de aquí un momento!— continuó con la misma pose y con una voz chillona que le hizo reír ya más despierta— ¡No te rías!

-Vale, vale— levantó las manos y se dio la vuelta para salir o entrar, depende de cómo se viera—. Ya no estás tan chulita, eh— comentó volviendo al interior de la casa.

Se sentó en la cama todavía deshecha en la que había dormido la morena. Una sonrisa poblaba sus labios por la situación que le acababa de tocar vivir. Cuando se había despertado hacía unos diez minutos, atraída por un dulce aroma de algo que desconocía, se levantó en busca de la pelinegra. Lo último que hubiera esperado habría sido encontrarla medio desnuda en la terraza de su casa. Es que lo pensaba y se meaba de risa ella sola. Sin embargo, lo mejor había sido su reacción.

Cuando la vio entrar de nuevo ya completamente vestida pero con la mirada gacha y las mejillas encendidas— dudaba que fuera por el sol— no pudo evitar pincharla.

Cruzando el límiteWhere stories live. Discover now