Capítulo 21

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Viernes 24 de abril

Aquella tarde había llegado temprano del Campus, su trabajo con Natalia fluyó bastante bien y en poco tiempo hubieron terminado todo lo que contenía su agenda para aquel día, así que ahora tenía toda la tarde por delante para hacer lo que le apeteciera. Estuvo barajando sus opciones, que iban desde leer un buen libro que tenía en pendientes hasta continuar con la tercera temporada de Killing Eve— que se había estrenado hacía poco y llevaba un capítulo atrasado—, pero no contaba con una videollamada entrante que desbarataría todos sus posibles planes.

Era evidente que, a pesar de haber pasado todo ese mismo fin de semana juntas, echarla de menos era una cosa inevitable, por eso no fue capaz de declinar la llamada y se vio prácticamente atraída hacia el botón verde que se iluminaba a un lado de la pantalla. Ya vería la serie o leería en otro momento.

-Sólo hace cuatro días que no nos vemos y ya te echo de menos— se quejó Marina en cuanto la cara de su hermana mayor había aparecido en la pantalla de su teléfono.

-Ya— le dio la razón la rubia de melena corta—, y mira que te me haces pesada, pero es imposible no echarte de menos—gruñó al mismo tiempo que se daba la vuelta en el sofá para colocarse bocabajo encima del mismo con el teléfono entre las manos y con una única camiseta grande que cubriera su cuerpo. Aquel día hacía calor.

Unos segundos más tarde, el cuerpo de Queen se asomó por encima de la espalda de su dueña, antes de acurrucarse allí mismo y soltar un maullido que pareciera en señal de saludo a la más pequeña de las hermanas.

-¡Queen!— sonrió la reportera cuando visualizó al animalito allí arrebujado, con sus orejitas puntiagudas alzadas— A ella la echo más de menos que a ti, que lo sepas— le devolvió la menor la pulla que ella le había disparado unos segundos antes con su habitual aire simpático—. Oye y la pequeña Elenita qué mona que es— siguió hablando con una gran sonrisa—, es un bichito, eh.

Lo cierto es que la dulzura de la niña había hecho mella en la esencia de su hermana, aunque a decir verdad, el carisma de la pequeña iba hechizando a todo aquel que tratara con ella. Simplemente tenía un aura único y embaucador que llegaba a calar hasta los huesos de quien fuera que tuviera delante.

-Y Natalia es guapísima— aportó ante el silencio sepulcral de su hermana—, sinceramente entiendo tu encoñamiento, hermanita.

-¿Qué encoñamiento, Marina?— reaccionó a la defensiva la del flequillo— Deja de hacer la gilipollas y céntrate en tus cosas— rugió de mal humor.

Lo cierto es que llevaba unos días bastante atorada con ese tema. No lo había hablado con nadie, ni siquiera con la que se encontraba en la pantalla del teléfono con una cara de mala leche producto de su comportamiento tosco. Pero estaba preocupada. Mucho. Porque sentía que el tema empezaba a resbalársele de entre las manos y lo que había pasado ese fin de semana cuando las dos se habían quedado solas en su habitación no dejaba de reproducirse en su cabeza. Se iba a volver loca, pero sabía que si lo hablaba con alguien, estaría otorgándole una importancia al asunto que, para ser sincera, se negaba a admitir.

-De acuerdo, fiera— levantó las manos con los ojos bien abiertos en una mueca de asombro, pues su carácter había sido más afilado de lo normal—. Que solo era una broma, tampoco es para que te pongas así, eh.

Alba guardó silencio, sabiendo que Marina llevaba razón, pero es que el tema le alteraba en demasía. No mentía cuando decía que le preocupaba a niveles extraorbitarios, sin embargo, también rechazaba el darle más importancia de la cuenta, así que prefería ignorarlo y hacer como si no estuviera con eso presente en su cabeza veinticuatro siete. No obstante, su actitud frente a Natalia no había cambiado, seguían con ese clima de complicidad y compenetración que les había empezado a rodear últimamente. No se veía capaz de transformar su temperamento de un día para otro, hacerla sufrir sin motivo o explicación alguna. Sus rayadas mentales eran suyas y solamente suyas. Eso sí, los comentarios mordaces y hostiles no faltaban, pero aquello se trataba de algo que iba con su encanto personal.

Cruzando el límiteWhere stories live. Discover now