Capítulo 27

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MARATÓN 2/2 🥰🥰🥰

Salgo de casa tras ponerle una nota a Hera en la nevera diciendo que volveré pronto. Comienzo a trotar por la calle mientras The Dark Side of the Moon, el álbum de Pink Floyd, se reproduce desde mi teléfono. 

Hera lleva ya casi un mes en mi piso y, por suerte, congeniamos muchísimo a la hora de convivir. Solemos repartirnos las tareas siempre que podemos pero ahora que he empezado a trabajar en una empresa de publicidad a veces me resulta un poco difícil conseguir cuadrar los tiempos, aun así, ella siempre que puede hace cosas de más porque no quiere que piense que se aprovecha de mí, cosa que es difícil creer. 

Por otro lado, mi tío Andrew ha decidido venir una semana de visita y, puesto que no quiere quedarse con mis padres, se quedará en mi casa, aunque Hera no lo sabe todavía. Quizá debería decírselo ya que llega esta tarde...

Cuando me quiero dar cuenta, llevo casi tres horas corriendo y noto mis pulmones a punto de salirse por mi boca por lo que me paro y me apoyo en una pared. Decido volver a casa alternando el trotar y el andar por lo que casi una hora después consigo llegar. Menos mal que he corrido en círculos prácticamente. Al entrar en casa no me sorprende en lo absoluto encontrar a mi novia rodeada de papeles en el salón, estudia como una posesa preparándose para esos exámenes que no consiguió aprobar. 

—Hola, nena —digo acercándome a ella.

—No me toques si vas sudado, Jack —refunfuña al notarme cerca haciéndome rodar los ojos.

—¿Vienes a la ducha? —pregunto con una sonrisa angelical.

—Ve tú, debo estudiar.

Dejo un beso sobre su coronilla y voy hasta el baño. Quince minutos después salgo duchado y vestido con un pantalón de chándal para ir donde la morena estaba la última vez que la he visto. Me siento a su lado mientras jugueteo con mi móvil y ella me mira. 

—¿Qué has hecho? 

—Nada —contesto instantaneamente— Bueno, puede que no te haya dicho una cosa pero no tiene gran relevancia...

—No me lo creo —dice seria.

—Esta tarde viene de visita mi tío Andrew, se quedará aquí una semana...

—¿Aquí? ¿En tu casa?

—Sí, en nuestra casa.

Ella me mira analizando la situación durante unos segundos en los que no sé descifrar muy bien qué está pensando. Finalmente se encoge de hombros jugando con sus anillos y yo pongo mi mano sobre las suyas.

—¿Por qué estás nerviosa? —pregunto.

Hera vuelve a mirarme fijamente mientras continua su tic bajo mis dedos y muerde el interior de su mejilla. Al final aparta sus ojos de los míos posándolos sobre las hojas esparcidas por la mesa.

—¿Quieres que me quede mientras él esté aquí o prefieres que me vaya?  —pregunta en un susurro. 

Abro los ojos, incrédulo, y sin poder evitarlo una carcajada brota de mi garganta. La cojo por la cintura y la siento sobre mis piernas mientras se queja y lleno su cara de besos.

—¿Por que deberías irte? 

—Quizá no quieres que tu familia me conozc... —dice, pero antes de que pueda acabar la frase la callo con un beso.

Si hay algo que cambiaría de Hera es su inseguridad en sí misma. No descubro el porqué todavía pero he podido observar claramente como, en muchísimas —demasiadas— situaciones, suele sentirse menos o pensar que no da la talla. Es algo que verdaderamente me molesta porque si ella se viera como yo la veo juro que todas sus inseguridades desaparecerían. tengo la suerte de poder decir que me siento orgulloso de mí por haber conseguido que ella se fijara en mí, por haber conseguido tenerla a mi lado por muy cursi que suene. Ha conseguido de una manera sumamente natural robarme el corazón y los pensamientos en muy poco tiempo y es que es ahora cuando veo que es cierto eso de que no importa el tiempo sino la intensidad.

—Quiero que te conozca todo el mundo, Hera. Quiero que mi familia vea la preciosidad de persona que eres, quiero presumirte en todas partes y que cuando alguien hable de ti decir que eres ochocientas veces mejor de lo que imagina. Quiero que mi familia te conozca par que vean el mujerón que ha puesto el mundo patas arriba para mí y que cuando me digan que sonrío como un tonto cuando rondas mi mente sepan porque lo hago.

Vuelvo a besarla y ella me acerca más todavía a su boca poniendo sus manos tras mi cuello. Casi como acto reflejo mis manos viajan hasta sus nalgas, donde doy un suave apretón, cuando su lengua entra en mi boca. Ella jadea sobre mis labios y yo sonrío en mitad del beso al notar su reacción. Mientras la temperatura sube, nuestras bocas se sumergen en una tremenda lucha de pasión mientras nuestras manos son incapaces de estarse quietas por lo que recorren el cuerpo del otro de punta a punta. 

Aun con Hera sobre mí, me levanto de la silla y vamos hasta mi —nuestro— cuarto donde la hecho de espaladas sobre el colchón haciendo que ría al rebotar. Sonrío de lado mirándola, tan natural y preciosa, y ella se recuesta sobre sus antebrazos mirándome pícara. Me pongo sobre ella y la vuelvo a besar mientras se deshace de mis pantalones y yo le quito su camiseta de pijama. Sonrío al ver que solo lleva un pequeño tanga negro y, con una mano en su pecho izquierdo, bajo la prenda con habilidad. Mi chica gime cuando mis dedos hacen contacto con su zona más íntima y me besa tirando de mi labio inferior con sus dientes para susurrarme luego que acelere el ritmo. Me río lamiendo la piel de su cuelo y voy dejando besos húmedos hasta llegar a su oreja donde tiro de su lóbulo con mis dientes. 

—Jack... Necesito más... —habla metiendo la mano dentro de mi bóxer.

Me estremezco ante el frío de sus anillos contra mi piel sensible y ella sonríe. Saca mi miembro de la ropa interior y yo termino de quitarla de mi cuerpo lanzándola hacia cualquier lugar de la habitación. 

—Espera —digo cuando intenta llevarme a su entrada.

—No te pongas condón, la píldora ya es suficiente —dice cogiéndome por el culo cuando me intento alejar.

Me coloco entre sus piernas de nuevo y, luego de quitarle las gafas que sé que le molestan en estos instantes, me introduzco en ella haciendo que ambos suspiremos. Comenzamos a movernos de manera compenetrada, en un vaivén que nos hace descubrir cosas que ni si quiera se si tienen límites. Cuando veo que va a alcanzar su clímax paro y cambio la posición, Me recuesto sobre la pared de la cabeza de la cama y ella se sienta sobre mí haciendo que lleguemos más lejos todavía. Manoseo todo su cuerpo, queriendo más, buscando hacer este momento infinito en el que sus ojos brillan, el pelo se le pega a los lados de la caa y por el cuerpo, una capa de fino sudor la cubre y gime mi nombre entre susurros.

—Te amo, Hera —confieso alcanzando mi ansiado orgasmo.

—Te amo más, Jack.

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Where stories live. Discover now