Capítulo 25

297 21 9
                                    

Sonrío viendo a Hera frente a mi puerta y ella se sonroja cuando me ve únicamente en ropa interior. Beso suavemente sus labios y me hago a un lado para que entre cosa que hace rápidamente.

—Si quieres cualquier cosa, sírvete —digo—. Iré a ponerme un pantalón.

Ando hasta mi cuarto y mientras decido qué pantalón ponerme oigo un chillido proveniente de Hera. Alarmado, vuelvo a salir del cuarto en dirección a ella y la encuentro apoyada en el marco de la puerta de la cocina con una mano sobre su pecho. Sonrío al ver a mi prima en la misma posición que ella solo que apoyada en el frigorífico.

—¿Por qué cojones no avisas de qué había llegado alguien, imbécil? —me pregunta mi prima.

—Bueno, no lo pensé —digo restando importancia al asunto—. Haré las presentaciones. África, ella es Hera, mi chica. Hera, ella es África, mi prima.

—Vístete, yo me voy a hacer su amiga —me ordena África.

Encogiéndome de hombros salgo de la cocina volviendo a mi cuarto y al fin me visto. Cuando vuelvo al salón donde oigo hablar a las chicas, me encuentro a ambas con cafés helados. Típico de África.

—¿Para mí no hay?

—No te lo mereces, casi nos causas un infarto a las dos —dice Hera mirándome con los ojos entrecerrados.

—Eso, eso.

Durante un rato nos dedicamos a ver un reality de la televisión que ambas adoran y que me acaba sorprendiendo porque me resulta entretenido, aunque jamás se me habría ocurrido verlo. Poco antes de la hora de almorzar, decidimos ir los tres a un restaurante de comida tailandesa, pero avisamos también a Ela y Marc que en seguida aceptan, diciendo que estarán en mi casa en poco más de media hora.

Cuando el timbre suena, mi prima va corriendo hasta la puerta y es ella quien habla primero, abrazando a mi amigo y presentándose a la rubia. En seguida parecen congeniar lo cual me alegra ya que mi prima no es excesivamente sociable, aunque parezca lo contrario. DE primeras es extrovertida, tiende a no pensar demasiado al conocer a alguien, sin embargo, en el momento para de hablar durante dos segundos y es consciente de lo que ha hecho, se suele volver tímida y callada, esperando cierta aprobación exterior. La pareja recién llegada nos saluda y al par de minutos estamos de camino al restaurante.

El resto del día lo pasamos los cinco juntos en mi casa y paseando, uniendo lazos. Cuando cae la noche, Ela y Marc se van, acercando con el coche a África a su casa. Hera se queda conmigo, echada en el sofá, mientras acaricio su pelo.

—¿Qué quieres cenar? —me pregunta mirando su móvil.

—No sé, cualquier cosa. Ahora miraré que hay en la nevera.

Ella emite un sonido un poco extraño y al momento Bowie aparece frente a nosotros e intenta subir al sofá. Estiro mi brazo y lo subo, dejándolo frente a mi chica. Ella aparta su teléfono y empieza a jugar con el pequeño animal mientras los miro embelesado. Sin poder evitarlo, les hago una foto con mi teléfono inmortalizando el precioso momento.

Pasamos un rato así hasta que de la nada el timbre de casa suena. Hera me mira, desconcertada, y yo la miro igual. Me levanto del sofá apartándola y me encamino a la puerta. Me sorprendo al ver a Lucas frente a mí, luce totalmente demacrado. Su piel mucho más pálida de lo normal, las grandes bolsas moradas bajo sus ojos y las manchas que adornan sus brazos me hacen saber que algo no va bien.

—¿Qué quieres?

—N-necesito dinero, Jack... S-solo dame u-un poco...

—¿Para qué quieres el dinero? —pregunto y es cuestión de segundos el tener a mi chica junto a mí.

—Y-yo... Debo pagar el alquiler y...

—¿Cuánto necesitas? —pregunto, interrumpiéndole.

—Dosc-doscientos.

—Pasa al salón, ahora te lo doy.

Quizá para muchas personas ahora mismo estoy actuando como un auténtico imbécil. Está claro que si a Lucas le falta dinero es porque lo está invirtiendo en lo que no debe y yo, como un idiota, se lo doy para pagar el alquiler. Le doy dinero aun cuando me ha dejado hecho polvo a puñetazos y cuando ha despreciado mi amistad como si de mierda se tratara, pero jamás podría dejarlo en la calle. Aunque me haga mierda, siempre voy a estar ahí cuando me necesite.

Andando hasta mi cuarto, soy consciente de que llevo a la la morena detrás y cuando entro en la habitación abriendo uno de los cajones y sacando un sobre lleno de billetes. Comienzo a contar y acabo dándole veinte euros de más, por si necesitara comer.

—¿De verdad le vas a dar el dinero?

—No puedo simplemente ignorarlo, Hera.

—Si se lo das, dentro de unos días lo tendrás aquí pidiendo más, Jack —dice— Además, te molió a puñetazos, ¿de verdad se merece que le prestes su ayuda?

Yo la miro, serio, mientras mi cabeza se divide cada vez más en si darle el dinero o dejarlo estar. Sin embargo, a pesar de que mi parte racional me grita que no lo haga, que no lo merece, mi parte emocional me dice que después de todo lo que hemos vivido no puedo hacer como si nada sucediese y echarlo a la calle.

—No se trata de que se lo merezca o no. Se trata de que hemos estado para sostenernos siempre y ahora no va a ser diferente.

Sin decir una palabra más, salgo de la habitación y ando hasta encontrar a mi amigo, o lo que queda de él, en el sofá con Bowie. Sin muchas ganas le extiendo la mano con todo el dinero y él me mira como si le debiese la vida. Rápidamente coge los billetes y se levanta como si lo llevase el diablo. Después de agradecer entre susurros y tartamudeos, sale casi corriendo de mi casa arrancándome un suspiro.

Me siento de nuevo en el mullido asiento, con las emociones hechas trizas por ver como de mal se está tratando aquel que considero mi hermano, por ver como el muro que ha crecido entre nosotros solamente aumenta...

Hera se sienta junto a mí y me acurruco de manera que acabo tumbado en el sofá con la cabeza en sus piernas. Ella deja un suave beso sobre mi cabeza y comienza a acariciarme el cabello de manera suave y satisfactoria.

—¿Sabes? Tu prima me ha caído muy bien.

Inevitablemente sonrío por dos motivos: uno, verdaderamente me gusta que le caiga bien; dos, sé que ha dicho eso para sacar conversación y hacerme no pensar en Lucas. Es obvio que se han llevado bien, solamente había que verlas hablar a Hera, África y Ela en cualquier momento: se entretenían hablando de amigos en común, chicos que aparecían en las redes sociales de mi prima, o en las conversaciones más simples.

—Tú a ella también —digo sonriente.

—Me alegro, quizá quede con ella alguna vez para meternos contigo —bromea.

Más tarde hacemos la cena, nos la comemos y, como esperaba que sucediese, acabamos haciéndolo sobre la encimera de la cocina, el sofá, la cama...


Imposible dejarlo correr [TMC#3]Where stories live. Discover now