Capítulo 34

111 8 0
                                    

Regresamos a casa en un completo silencio. Al entrar en nuestro hogar, Hera se encierra en la habitación y yo me siento en el sofá, sabiendo que necesita unos minutos para ella. Me paso las manos por la cara, frustrado, y me aguanto las ganas de llorar. Llorar por no saber qué hacer.

¿Lo querrá tener? ¿Deberemos mudarnos? ¿Dejará su carrera o lo podrá compaginar? ¿Qué dirán mis padres? ¿Y sus tíos? Dios.

Me levanto del sofá y me acerco a la habitación un rato después. Llamo a la puerta y, cuando me lo indica, entro. Está tumbada en la cama, hecha una bolita, y la veo sacudirse por los sollozos desconsolados que inundan la habitación. Cautelosamente me acerco a ella y me agacho enfrente suya.

—Nena, mírame —pido, acariciando su pelo.

Ella continúa llorando y decido tumbarme junto a ella y abrazarla, en silencio. Se acurruca contra mí y continúa sollozando mientras yo intento no hacerlo.

—Lo siento tanto, Jack —dice entre lágrimas.

—Tranquila, lo arreglaremos...

No sé muy bien cómo...

Durante unos minutos nos quedamos así, abrazados, hasta que ella tranquiliza y, de manera brusca, se sienta sobre la cama mirándome.

—Vale, nos hemos dado un tiempo para estar mal, ahora debemos racionalizar esto —dice.

—Hera, tranquilidad, no estamos hablando de un mental breakdown, no es cuestión de minutos hacerse a la idea.

—Ya, pero debemos hablar esto y cuanto antes lo hagamos, mejor —me contesta limpiando los restos de lágrimas que quedan en sus mejillas.

—¿Lo quieres tener? —pregunto, directo.

—No lo sé ¿Nos lo podemos permitir?

—Permitírnoslo, podemos, pero ¿quieres? —pregunto de nuevo, sin saber qué respuesta prefiero oír.

—Creo... no sé, Jack. No es algo que hayamos planeado, pero nos gustan los niños, ¿no?

Me gustan los niños. Siempre me han gustado. Pero, ¿ahora? no lo sé. Me veo formando una familia con ella, pero dentro de diez años.

—No lo quieres tener, ¿verdad?

—No es eso, Hera, yo...

—Si no quieres hacerte cargo, nadie te obliga —dice, firme—. Soy una mujer fuerte, no te creas que te necesito para sacar esta persona adelante. Las mujeres hace tiempo que conseguimos ser conscientes de nuestro valor y no dudamos de nuestras capacidades como madres solteras, Jack. Los hombres no sois nuestro pilar de seg...

—Lo sé, Hera, todo eso ya lo sé —hablo, cortándola— Si lo quieres tener, lo vamos a tener y lo haremos juntos. Si no lo quieres tener, no lo haremos, pero estaré junto a ti.

—No me dejes decidir a mí, Jack. No quiero encadenarte a algo para siempre.

—No es algo, sino alguien —digo, cogiendo sus manos—. Aunque no lo hayamos planeado, estoy seguro de que quiero todo contigo, quería una familia contigo ¿ahora? no, la verdad, pero si tú quieres, la formaremos.

—No quiero atarte a algo que no quieres hacer...

—Las cosas no planeadas a veces resultan ser las mejores, mi vida.

No sé muy bien dónde me estoy metiendo, pero al menos lo estoy haciendo con ella, ¿no? Creo que eso debería servirme de seguro... Y aunque no fuera ella, me haría responsable. Una mujer no se embaraza sola, permitidme que dude de la Virgen María, y si yo participé en esto, soy consecuente y me responsabilizo.

¿Qué si es un cambio? Pues sí.

¿Qué si es un cambio muy grande? Pues sí.

¿Qué si estamos preparados para ser padres? Pues, seguramente, no. Pero se improvisa.

A nosotros se nos da bien improvisar.

Ahora creo que viene la parte en la que llamamos a nuestras familias y les decimos que vamos a ser unos papis remolones y jóvenes y que ojalá nos apoyen. De verdad que no sé qué voy a hacer si no cuento con la ayuda de mis padres.

¿Me ayudarán? ¿Y si me mandan a la mierda? No quiero perderlos.

—Jack, cariño ¿estás bien? —me pregunta Hera, cogiendo mi cara entre sus manos.

—Sólo me estoy haciendo a la idea, estoy bien.

—¿Estás seguro de esto? Puedes echarte a atrás, Jack.

—Deja de decirme que me vaya, Hera. Nos queda toda una vida juntos.

Me besa. Y sus labios saben a refugio. Creo que eso necesito ahora, refugiarme. Pero refugiarme en ella, en su cariño y en los planes. En su mirada, sus brazos y su calor.

Esto me da miedo. No he sabido ni cuidar de mí, cómo voy a cuidar de otra persona. Una persona muy pequeña. Una mini persona.

Dios mío, mi cabeza ni si quiera es capaz de pensar con la claridad suficiente como para formar tres frases seguidas. Esto es... no sé qué es.

—¿Crees que... —comienza, carraspeando— crees que deberíamos ir avisando a la gente?

—Creo que sí. Podríamos empezar con Ela y Marc, mis padres, tus tíos... Creo que en principio ellos...

Primero llamamos a Ela, nos dice que no está con Marc pero que ambos vendrán a cenar esta noche a casa y así daremos la sorpresa a mi amigo. Ella no se sorprende en absoluto, dice que lo supo desde hace mucho y que solo le faltaba confirmarlo.

—Vale, la primera parte resuelta.

—¿Ahora tus tíos o mis padres?

—Tus padres, necesito un poco más de tiempo.

Busco entre los contactos de mi teléfono el número de mi madre y la llamo mientras paso una mano por mi cara. Unos cuantos tonos después contesta.

—Hola, cariño.

—Hola, mamá —saludo tenso.

Hera, que está sentada a mi lado escuchando la conversación que está sonando por el altavoz, acaricia mi mano intentando darme fuerza.

—Hola, Gin.

—Hola, Hera, mi vida —responde mi madre contenta— ¿Qué pasa, chicos? Se os nota tensos...

—¿Está papá en casa? Necesitamos hablar con vosotros.

—Claro, está a mi lado. Un segundo y pongo el altavoz.

Segundos después, mi padre saluda. Hera y yo nos miramos, tensos, y ella asiente, apretando mi mano.

—Tenemos que deciros algo importante...

—Pues si es importante mejor que sea en persona, cariño —habla mi madre—. Dadnos un rato y llegaremos a vuestra casa.

—N-no hace falta, puede ser por aquí...

—Jack, vamos a ir para allí. Dejadnos una hora y estaremos.

—Ela y Marc van a venir a cenar, si queréis uniros a la cena... —sugiere mi novia.

—Oh, perfecto. Llevaremos un poco de vino.

Casi sin pensarlo me río, ganándome una mirada asesina de Hera.

—Eso es genial.

La llamada se corta y miro a mi novia. Sin decir nada, llamamos a sus tíos, les decimos que debemos hablar con ellos y que, si quieren, pueden venir a cenar también, así matamos todos los pájaros de un mismo tiro. Ellos aceptan, entusiasmados con la idea de conocer a mis padres y mi novia y yo suspiramos al finalizar la tercera llamada de la tarde.

Se acerca a mí y, cogiéndome por el cuello de la camiseta, me besa.

—Lo siento tanto, Jack...

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora