Capítulo 20

322 26 6
                                    

Miro el móvil, esperando que haya contestado alguno de todos los mensajes que le he dejado, pero, para no variar, sigue sin hacerlo. Me levanto del sofá de casa de mis padres con la intención de salir a fumar otro cigarrillo y ambos me miran.

—¿No crees que ya llevas muchos, cariño? —me pregunta mi madre.

Ruedo los ojos y sin decir nada más salgo a la terraza. Me siento en uno de los sillones y prendo fuego el cigarro para llevarlo a mis labios.

Ha pasado una semana, he intentado contactar con ella por todos los medios posibles, incluso le he pedido a Ela que haga algo para que me conteste, no obstante, no ha servido de nada. Ha estado yendo a la universidad, pero cada vez que intentaba acercarme a ella salía prácticamente corriendo en dirección contraria a mí.

Cuando noto el sabor a quemado del filtro tiro la colilla, asqueado por el amargo sabor debido al descuido y prendo otro. Unos segundos después aparece mi madre quien se sienta a mi lado y me mira dulcemente par luego quitarme el cigarrillo.

—Devuélvemelo, mamá —pido.

—Ya has fumado suficiente, cielo.

—Mamá...

—¿Está todo bien? —pregunta cortándome.

—Sí, ¿no puedo fumar o qué?

—Claro que sí, cariño, sería muy hipócrita de mi parte decirte que no lo hicieras. Solo quiero saber qué es lo que ocurre.

—No pasa nada, te lo estoy diciendo.

—Jack, te conozco, sé que pasa algo —dice, exasperándome.

—Que no pasa nada —contesto, seco.

—¿Es por Hera?

—Joder, deja de meterte en mi vida, no tengo once años. No eres quién para hacerlo, ni si quiera eres mi madre —digo alzando la voz.

Mierda, no acabo de decir eso.

Ella me mira, dolida, y, antes de que pueda pedirle disculpas y decirle cuan arrepentido estoy, ella vuelve dentro de casa esquivando a mi padre que acaba de salir por el escándalo.

Claro que es mi madre, joder. Y la mejor madre que me podía haber tocado. Desde que tengo uso de razón ella ha estado ahí, apoyándome en todo, siendo mi mayor tesoro. Todavía recuerdo cuando apenas era un chiquillo y en cada momento que viene a mi mente ella está ahí. Me aceptó con veintidós años, aunque no era suyo, se encargó de cuidarme cuando era de una aventura que mi padre tuvo, hizo todo para que jamás me faltara de nada. Para que me sintiera en una familia, para que estuviese seguro. Y todo porque me ha querido siempre. Sin embargo, llego yo y lo jodo, diciéndole que no es mi madre cuando se preocupa por mí, lo hago cuando si alguien se merece ese título, es ella. Jamás he deseado tener una madre que no sea ella, junto a mi padre se lo debo absolutamente todo, ellos me lo dieron todo sin importarles nada.

—Dime que lo que acabo de escuchar no ha sucedido —dice mi padre, sacándome de mis pensamientos.

—Yo...

—¿Eres consciente de todo lo que ha hecho ella por ti? ¿Sabes la de veces que pudo dejarme en cada discusión y volverse a Estados Unidos y decidió quedarse aquí por nosotros? Ha renunciado a todo, Jack, a su familia, a la fiesta, a sus manías, a muchos trabajos para estar con nosotros, contigo —dice más serio que nunca— Jamás, escúchame bien, jamás vuelvas a decir que no es tu madre cuando incluso ella se ha sacrificado más por ti que yo, cuando ha salido en tu defensa incluso cuando no debía. Te ama como nadie, te lo juro por mi vida que te ama tanto como a mí y quiero pensar que tú también a ella.

—Claro que la amo, papá.

—Entonces ve a hablar con ella, discúlpate por la gilipollez que le has soltado y explícale porqué llevas fumando todo el día como la oruga de Alicia en el País de las Maravillas.

Sin decir nada más, se va dentro de casa de nuevo y yo me quedo arrepintiéndome de mi existencia unos cuantos minutos. Tras eso, entro de nuevo en casa y subo las escaleras hacia su habitación cuando no la veo en el salón.

Una vez estoy ante la puerta, me debato entre llamar o no y al final decido no hacerlo. Abro lentamente y noto mi corazón romperse cuando la oigo sollozar. Está tumbada en la cama de espaldas a la cama y mi padre sentado junto a sus piernas acariciando su espalda. Al notar mi presencia, Kian se gira a mirarme y le susurra algo a ella para luego levantarse y pasar por mi lado dedicándome una mirada fría. Me acerco a ella y me siento donde lo había hecho mi padre. Inevitablemente mis ojos van a la mesita que hay al lado de la cama, una jeringa junto a un pequeño tarro de cristal capta toda mi atención y mis ojos se humedecen al ver el brazo de mi madre con una tirita.

Casi le provocas un fallo cardíaco.

—Lo siento tanto, mamá —digo intentando no romperme— Te juro que eres mi madre, te lo juro. Perdóname, por favor. Eres la mejor persona que me pudo criar... —continuo, llorando.

—N-no pasa n-nada, cielo. Ha s-sido un desliz, ¿sí? —dice, secando sus lágrimas e intentando incorporarse.

—Lo siento muchísimo, mamá, te lo prometo —digo tumbándome a su lado.

Ella se gira, quedando boca arriba y yo pongo mi cabeza sobre su pecho. Comienza a acariciarme el pelo, tranquilizándonos a ambos y yo la abrazo con fuerza, intentando alejar de mi mente la idea de que casi muere por mi culpa.

—Es-está bien, cariño. T-todo está bien.

Pero no, nada estaba bien porque ella no podía ni pronunciar dos palabras seguidas sin tartamudear porque la puta medicación la hacía incapaz de hacerlo ¿Y sabéis de quien es la culpa? Totalmente mía.

Sin saber cómo, le acabo cotando todo y ella me dice que debería intentar hablar con ella pero no presionarla, que así nunca arreglaremos las cosas. 

Cuando mi madre se queda dormida casi dos horas después, salgo de la habitación con dirección al salón donde está mi padre todavía un tanto tenso sentado en el sofá de espaldas a mí. Por un momento dudo entre acercarme o salir corriendo evitando el momento tan incómodo que viene, podría salir sigilosamente por la puerta trasera y antes de que me alcanzara estar en el coche. No obstante, decido afrontar la situación ya que debo hacerme responsable de mis actos. Si he hecho mierda a mi familia, si la he cagado, si he metido la pata hasta el fondo... debo responder como adulto que soy a mis errores.

—Ni se te ocurra huir, Jack —dice Kian sin si quiera girarse.

—No pensaba, papá.

Me mira por encima del hombro y con la cabeza me indica que me siente. Al hacerlo su mirada me consigue paralizar completamente, una mezcla de decepción y enfado que me parte en dos. Jamás lo había visto así y eso que he tenido muchos más errores de los que puedo recordar. Nunca había decepción, ¿enfado? Muchas, pero en mi vida lo había visto sentirse decepcionado. Al menos no de mí. No recibí esa mirada cuando me detuvieron, ni cuando llegué colocado, ni cuando me escapé de casa. Nunca.

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora