Capítulo 22

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Ella me mira, con los ojos desorbitados y húmedos y me abstengo de meterla entre mis brazos y mostrarle que la quiero.

Salgo de la sombra, acercándome a ella con cuidado, temiendo hacer cualquier paso en falso que desencadene un absoluto caos. Hera permanece estática en su lugar, como si se hubiese quedado pegada al suelo, mirándome sin entender absolutamente nada. Sus labios entreabiertos me incitan a lanzarme sobre ella y besarla hasta el cansancio, pero me contengo.

—¿Qué haces aquí?

—Llevo tiempo intentando hablar contigo, pero me dabas largas o no contestabas —explico—. No te voy a mentir, no sé en qué momento se me ha ocurrido hacer esto. En qué momento he decidido que era buena idea y he estado a punto de echarme a atrás. Luego he repasado mentalmente cuántas veces he querido tener la oportunidad de arreglar todo este asunto y tú solamente te has dado la vuelta, ignorándome. No quiero seguir así.

—No creo que debamos tener esta conversación. Mucho menos en este lugar —dice interrumpiéndome.

—Está bien. Vamos a mi casa o a tu habitación. Podemos ir a dónde quieras, pero necesito hablar contigo. Es como si todo esto se estuviese metiendo muy dentro de mí, doliendo más de lo que debería.

—No puedo irme.

—Deja de ser tan evasiva con esto, por Dios —pido casi rogando.

Quizá esté poniendo de más en todo esto. Quizá debería dejarla estar y que fuese ella quien me buscase. Quizá esto podría resultar incluso pesado para ella. Pero me niego.

Sí es cierto que esta va a ser la última vez, que me estoy cansando de luchar, de mendigar un amor que parece negada a darme. Hay que luchar, pero no arrastrarse y creo que ahora mismo estoy cruzando el límite que separa una cosa de la otra. Probablemente haya llegado a un punto patético y vergonzoso.

Sacudo mi cabeza alejando todos esos pensamientos y ella me mira, confundida, esperando que haga algo.

—¿Sabes? Es probable que no tengas nada que decir, que estés harta de mí y que simplemente quieres que desaparezca de tu vida —digo pasando una mano por mi pelo, despeinándolo—. Por desgracia mi cabeza está totalmente preparada para el rechazo, a pesar de que mi corazón no lo haya asimilado, pero te pido que me dejes decirte todo. Déjame expresarte cada cosa que me ronda la mente, cada sentimiento que me está volviendo loco, y si después de eso no quieres guardar ningún tipo de relación conmigo lo entenderé, o por lo menos lo aceptaré.

Ella me mira dudosa, planteándose una respuesta para darme en su mente y yo solo deseo que acepte. Pensativa comienza a dar vueltas por la maldita habitación hasta que para y sus ojos me miran con un atisbo de esperanza.

—Está bien, hablaremos —concede sacándome un suspiro—. Pero realmente creo que este no es el lugar adecuado.

—¿Quieres hacerlo en mi apartamento? —pregunto sonando desesperado.

De nuevo me mira y juraría que su cabeza está haciendo una lista de pros y contras en su cabeza. Muerde su labio inferior con nerviosismo y juega con los anillos que siempre lleva en sus dedos.

—Está bien. En tu casa —dice, pasando una mano por su cabello.

—¿Cuándo? —pregunto emocionado.

—Cuando quieras.

—Cuando salgas esta noche —propongo, dubitativo.

—Saldré a las tres y media, ¿aguantarás?

—Sí, sabes de sobra que sí.

—Está bien —acepta con una leve sonrisa— Ve a casa, sobre las cuatro estaré allí.

—¿No quieres que te espere? —pregunto.

—No hace falta, sé cuánto odias estos lugares. Además, una compañera me acercará.

—Mhm... Si necesitas algo me llamas —digo.

Saco dinero de mi cartera, explicándole que para el resto de personas que hay en el lugar ella me ha dado un servicio por el que debo pagar. Ella asiente y tras eso y un par de tímidas sonrisas salgo prácticamente corriendo del horrible antro.

Una vez dentro de mi coche respiro hondo y ni me preocupo en reprimir la gran sonrisa que se me implanta. Al fin. Conduzco hasta casa, aunque aparco el coche algo lejos para ir paseando, aunque son las dos y pico de la madrugada. Una vez en la calle conecto los auriculares a mi teléfono y dejo que la música me envuelva mientras ando.

Sobresaltado miro hacia abajo cuando noto algo rozar mi pierna y me sorprendo viendo un pequeño gato negro mirándome con unos preciosos ojos negros.

—¿Qué pasa, pequeño? —pregunto agachándome a su altura.

Él aleja su cabeza cuando intento tocarlo, pero le acerco mi mano para que la huela y luego me deja acariciarlo. Quizá no debería hacer esto, se le ve muy pequeño y si lo toco su madre no lo querrá. Me enderezo y sigo mi camino, con la mirada al frente, escuchando uno de los viejos álbumes de Supertramp y meneo la cabeza. Al final, cuando me detengo frente al portal, me sorprendo al ver al pequeño minino todavía conmigo quien, mirándome, chupa una de sus patas y luego maúlla. Se frota contra mi pierna y, enternecido, me agacho para tomarlo en mis manos. Es entonces cuando veo que es verdaderamente pequeño, apenas tendrá un mes, decido quedármelo ya que carece de collar, aunque mañana buscaré un veterinario. Al entrar en casa lo suelto y me mira sentado en el suelo.

—Vamos, muévete. Bienvenido a casa, bebé.

Tras eso, empieza a andar torpemente y cuando intenta correr acaba estampando su cabeza en el suelo porque las patas de atrás le corren más que las delante. Riendo me meto en la cocina y pongo un vaso con agua y otro con leche y lo llevo al salón donde lo dejo en el suelo. Cojo una manta y la acomodo al lado para que pueda descansar y cuando busco al pequeño felino lo encuentro intentando subir al sofá. Le hago una foto y se la envío a Marc y mis padres poniendo que tengo un nuevo inquilino. Después cojo al pequeño entre mis manos y tras darle unas pocas caricias lo acerco a la leche donde saca su lengua y comienza a beber de una manera adorable. Río enternecido y le hago un sinfín de fotos y videos, cuando se cansa de comer, o bueno beber, se acerca a mí y se sube a mi pierna ya que me he sentado a su lado. Le doy suaves caricias en la cabeza hasta que se queda dormido y entonces le hago más fotos y videos. Es que es una preciosidad jo. Luego lo dejo sobre la manta y me las apaño para taparlo y que no coja frío. Al segundo se oye el timbre y mi pulso se acelera de sobremanera.

Mierda, casi lo olvido.

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Where stories live. Discover now