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Narrado por Amalia García

Observe el techo de la habitación mientras mis lágrimas caían una tras otra, en el silencio solo ansiaba que la cama me comiera y me hiciera desaparecer. No podía estar en un lugar en donde me consideraban una ladrona, sin contar que él pensaba que era una cualquiera que jugaba con sus sentimientos.

Aun no sabía cómo podía dormir tan tranquilo después de todo, yo simplemente no podía. Me senté en la cama encendiendo la luz de la mesita y camine hacia el armario, saque mi vieja maleta y observando el placar pensé por unos segundos si llevarme todo o simplemente lo que me pertenecía.

Tome las pocas cosas que tenía, mis tres remeras, mi vestido floreado y dos pantalones. No había mas. Observe mis apuntes, los de la universidad. Tenía que ser alguien, si quería salir de aquí y alejarme de todo. Los guarde junto con aquellas prendas.

Suspire frente a los libros que Juan Pablo me había regalado, aunque quizás en un futuro los necesitaría, ya no los quería. Los acomode en una caja junto con mis sentimientos destrozados, esta vez ya no quería ni siquiera intentar por salvar mi dignidad porque el había acabado con todo.

Mande un par de mensajes antes de tomar aquella maleta y la caja de libros, tenía que buscar rápidamente un lugar para la hora en que me escapaba de esta casa. Salí en silencio de la habitación intentando que nadie escuchara ni siquiera mi respiración.

Fui hasta la habitación de Bruno e ingresé lentamente a ella. Deje las cosas a un lado y me acerque a él acomodándome a su lado encendiendo la luz de su mesita.

El frunció el ceño molesto y al abrir sus ojos me observo confundido.

- Hola – susurre con una leve sonrisa

- Hola – se acomodó de costado para observarme mejor

- Vengo a despedirme – confesé

- ¿Qué? ¿Por qué? – el me observo angustiado

- Porque no puedo quedarme aquí – acaricie la mejilla de mi pequeño hermano

- Lía, tienes que demostrar que tu no hiciste nada – suplico – tú no eres una ladrona

La angustia me había aplastado el corazón otra vez.

- ¿A dónde iras? – pregunto preocupado, era mi pequeño bebe

- Tú no te preocupes, yo ya encontrare un lugar – sonreí

- Por favor, quédate – sus ojos comenzaron a ponerse rojos

- No puedo, lo sabes

- Entonces iré contigo – el intento levantarse

- No – hablé con autoridad, el detuvo su accionar – tú debes quedarte aquí, ellos te quieren y te cuidaran muy bien, no los odies –sonreí con melancolía – ellos son buenas personas

- Pero yo quiero estar contigo – sus lágrimas comenzaron a caer

- No llores, nosotros nos seguiremos viendo – limpie su rostro – sabes que siempre estaremos juntos

- ¿y cómo sabré que estarás bien?

- Porque tú sabes que siempre me las arreglo – sonreí dándole seguridad

Bese su coronilla mientras que por dentro me rompía totalmente, pero era necesario salir de aquí.

- Pórtate bien – sonreí cuando me levante

¿Que sabrá Neruda? - Juan Pablo VillamilWhere stories live. Discover now