—Me parece bien, ¿se te ocurre alguno?

—En español hay mucha gente que llama a su hijo varón Ángel, nunca lo escuché en inglés pero...

—El significado tiene que ser el mismo, un ángel es un mensajero de Dios.

—Exacto, ¿qué opinas?

—Me encanta, enseñame a pronunciarlo en español.

Martina pronunció el nombre y Nick lo repitió. Lo hicieron tantas veces como fueron necesarias hasta que él estuvo conforme con cómo sonaba.

—Tengo que hablar con mi familia. —Dijo ella cansada.— No quiero hacerlo, quiero desaparecer del mundo.

—Te propongo algo. —Martina lo miró con atención e intriga.— Hablemos hoy con ellos y con todos los que tengamos que hablar y mañana nos vamos los dos lejos de todo para poder pasar esto sin que nadie nos esté encima.

—¿Querés que nos vayamos para poder hacer nuestro duelo juntos sin las palabras y miradas de lástima de todos?

—Yo sé que todos tienen la mejor intención y quieren apoyarnos, pero los dos sabemos que nada de lo que digan o hagan nos va a ayudar. Entiendo que ellos también perdieron a su nieto, sobrino o lo que sea, pero Ángel es nuestro hijo y tenemos derecho a hacer nuestro duelo como nosotros queramos.

—Me parece bien pero tengo condiciones.

—Te escucho.

—Si nos vamos, es para estar desconectados y nosotros dos solos sin que nadie sepa exactamente dónde vamos a estar.

—Me parece bien. —Acordó.— ¿Qué otra condición?

—No quiero volver hasta que ambos sintamos que podemos enfrentar a la gente sin querer morirnos del dolor al hablar de Ángel.

—Perfecto, nos vamos el tiempo que sea necesario y no nos vamos a presionar con fechas para estar bien. Yo tengo sólo una condición. —Martina asintió para que la planteé.— Vamos a ser completamente honestos todo el tiempo, tratar de comprender al otro y no enojarnos si uno quiere hablar y el otro no o si uno tiene un peor día que el otro.

Durante la primera semana en el destino elegido para transitar ese momento, estuvieron muy encerrados en su habitación. Apenas pasaban tiempo en los espacios comunes del lugar donde se hospedaban por lo que no habían tenido contacto con los demás huéspedes, que no eran demasiados por ser temporada baja. Sólo hablaban pocas palabras con las dueñas del lugar y lo hacían para cosas muy específicas.

Martina había encontrado en la escritura su canal para liberar el dolor, tal como lo hacía desde su adolescencia. Gran parte del día lo pasaba escribiendo en un cuaderno que ya había completado casi hasta la mitad. El cambio de aire le permitió de a poco volver a conciliar el sueño y por momentos sus pensamientos se desviaban de su pérdida para enfocarse en otras cosas, lo que era un gran alivio.

Nick, en cambio, cayó en la realidad que estaban viviendo. Esos primeros días estuvo silencioso, con la mirada perdida y casi desconectado. Estar lejos de todos y en su propia burbuja hizo que sus barreras se derrumbaran. Lloraba encerrado en el baño para no transmitirle ese estado a su mujer porque la veía más entera y no quería volver a sumirla en el pozo depresivo.

Sin embargo, ella lo notaba pero lo dejó solo un par de veces creyendo que necesitaba su espacio. Una mañana no lo soportó más y entró al baño para abrazarlo. No estaba solo, ella no lo dejaría solo. Dejó que se recargue en ella y llorara en su pecho mientras le hacía caricias en la espalda y la cabeza. Ninguno dijo nada, no hacía falta. Lo consoló hasta que su llanto frenó. Nick se acostó en el piso con la cabeza sobre las piernas de Martina y mantuvo los ojos cerrados, recibiendo los mimos y agradeciéndolos internamente.

Hold on (Nick Jonas)Where stories live. Discover now