Capítulo 40

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Narra Ariadna

8 años después

Miré el anillo de mi dedo anular con una sonrisa.

—Aún no me creo que esto sea real. —murmuré.

Me lo quité con cuidado y lo guardé en la caja que llevaba mi hermano en las manos.

—Es real. Muy real. Y yo soy el chico que lleva los anillos. —contestó él cerrando la caja. —Y vos estás preciosa y yo me siento muy mayor.

—Apenas tienes diecisiete años, enano. —habló Leo desde el otro lado de la habitación. Su vista estaba fija en su celular. —Cumples la mayoría de edad el mes que viene. ¡Ya me gustaría a mí tener tu edad!

—Yo más. —habló Luz detrás de mí mientras me terminaba de peinar. —No seas exagerado Alan.

—Lo soy porque yo hace un par de años quería juntar a estos dos bobos y hoy se casan. ¡Mi hermana se casa y yo soy quien lleva los anillos! —se sentó en una de las sillas de la sala.

Le miré con una sonrisa mientras se aguantaba las ganas de llorar.

Mi hermano había cambiado demasiado. Su cara de niño había pasado a ser a una más adulta y atractiva. El parecido que tenía con mi padre era espectacular. Su voz, igual que su cuerpo, también había cambiado. Y no hablemos de su altura de 1.80 que me hacía poner de mal humor. Hace cuatro años él se tenía que subir a una silla para estar a mi altura no al revés.

De madurez no hacía falta explicar nada. Todos sabemos que desde que era un niño ya era más adulto que la mitad de personas que habían vivido en mi casa.

—Ya he terminado. —habló Luz sacándome de mis pensamientos. —Estás...

—Hermosa. —terminó Leo por ella. —Como siempre. —le sonreí en respuesta mientras se levantaba y metía ambas manos en los bolsillos.

Si a Leo el traje le quedaba genial no me quería ni imaginar a Tobías.

—De verdad que voy a llorar. —se quejó mi hermano mirándome de nuevo. —Si estuviera papá acá ya le hubiera dado mil paros. Tobías se salvó de pedirle tu mano, creo que nunca hubiera superado esa prueba.

—Se hubieran matado entre ellos. —siguió Luz.

Me reí en respuesta y me levanté del asiento dejando que el vestido se estirara.

Comenzamos a hablar un poco para intentar calmar mis nervios.

No entendía porque estaba tan nerviosa. Solo me iba a casar con el amor de mi vida, nada más.

—Bueno. Me voy yendo para ver cómo va todo por ahí fuera. Voy a ver al novio para darle enviada. Yo ya vi a la novia y él no. —canturreó al final Leo antes de salir de la habitación.

Justo cuando él salió, Óscar pasó por la puerta. Me dedicó una sonrisa y me recordó otra vez lo bonita que estaba.

Mi primo había salido hace tres años de la cárcel. Su estancia allí fue dura, muy dura. Y cuando salió, había cambiado bastante. Tanto física como mentalmente. Era mucho más maduro y más consciente de lo que quería ser en la vida. Ya había terminado la carrera de psicólogo y ahora estaba dando ayuda en centros escolares para niños con problemas.

—Alan. —habló tiempo después. —Claudia te estaba buscando.

— ¿Claudia? —preguntó.

—No. Claudia no. Esta... Samanta o Gloria. No. No sé. Una chica castaña, con el pelo medianamente largo y bajita...

— ¿Laura?

Ariadna, ¿Qué Hiciste?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora