Capítulo 22

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Narra Ariadna

La estancia de Sandra en mi casa se hizo más duradera. Mucho más duradera.

Unos golpecitos lejanos me hicieron levantar la mirada. Me quité los cascos y observé tras la cristalera como Tom me indicaba que habíamos terminado por hoy. Asentí con la cabeza y salí de la cabina de grabación.

—El single ha quedado perfecto. Verás que a todo el mundo le encanta. La gente ya está ansiosa por escucharlo. —me habló Tom.

Sonreí. O lo intenté.

Me hacía ilusión, claro que me hacía ilusión, pero no el resto de cosas que tenía él en mente. Llevaba una semana, una sola semana en la discográfica y ya sentía que llevaba un mes. No había parado de ir de un lado a otro después de las clases en la Universidad. Apenas había tenido tiempo para quedar con mi grupo, apenas tenía tiempo para mí misma. Y yo había estado durante dos años con mucho tiempo para mí misma y ahora lo extrañaba.

—Tom. ¿Qué te parece si me mandas el horario al celular y ya me ubico yo? —le interrumpí sobre "mis planes de mañana".

—No hace falta me tomé la molestia de meterlo mientras grababas. —contestó dándome mi celular.

Se lo quité de un tirón.

—Te he dicho mil veces que no me gusta que uses mi celular. ¿Tengo una vida privada sabes? —él rio.

—Si me dices eso por los mensajes que te mandas con Tobías, tranquila, yo no diré nada. —abrí la boca. —Eso sí, no deberías de dejar al pobre muchacho como amigo, te quiere. Te quiere tanto como tu padre quería a tu madre.

Suspiré hondo intentando evitar perder la paciencia.

—Lo que sea. Nos vemos mañana. —dije y me di la vuelta.

—No te enfades, enana.

Salí del estudio y me despedí de mis compañeros. Entré al ascensor mirando los últimos mensajes.

Luz

Han llegado otros tres sobres. Nos vamos a acercar a la comisaria para dárselos al inspector. Te diremos que nos dice luego y si hay alguna novedad.

Una mueca apareció en mis labios y me hice a un lado cuando dos hombres entraron en el ascensor. Mi tío había salido hace varios días. La condena había terminado y le habían dejado en libertad vigilada hasta el próximo juicio de dentro de dos semanas. Juicio, el cual, yo tenía que hacer presencia.

Me crucé de brazos y recordé todas las cartas que me habían ido apareciendo a lo largo de la semana. Tenía que ser cosa suya. Cada día habían estado apareciendo dos o tres cartas en casa, en mi mochila, en el buzón, en el auto, en las bolsas de la compra, etc. Nadie veía nunca que una persona se acercara y las pusiera en ese lugar. Dentro siempre había lo mismo, cartas. Cartas de la baraja inglesa.

¿Qué significaba eso? ¿Teníamos que coleccionar todas las cartas hasta completar la baraja? Era una estupidez.

Uno de los hombres del ascensor carraspeo y le miré de reojo. Volví a mirar al creer que había visto mal, pero no. Eran gemelos. Me quedé mirándolos hasta que uno de ellos me devolvió la mirada y me clavó sus ojos negros sobre los míos.

Que mal rollo.

Salí casi corriendo cuando se abrieron las puertas y un suspiro salió de mis labios al recibir el cálido aire de la calle.

Un silbido me hizo mirar a mi derecha mientras me sacaba de mis pensamientos. Levanté las cejas al verle y ande hacia él despacio, mientras le miraba de arriba abajo durante una milésima de segundo.

Ariadna, ¿Qué Hiciste?Where stories live. Discover now