11-No te vayas...

740 74 12
                                    



Lo primero que veo al abrir los ojos es un cuarto oscuro.





Mire hacia donde mire encuentro todo vacío y sin saber bien por qué; mi cuerpo se siente extraño.

Un destello resplandece unos metros tras mi espalda, captando toda mi atención. Al voltear noto como una cama se encuentra en el centro de un haz de luz.

Por algún motivo todo me recuerda a una escena familiar, como si fuera algo que ya he visto alguna vez.

Alimentado por la curiosidad me dirijo en aquella dirección y a medida que me acerco todo se ve con mayor claridad.

Puedo ver ahora más de cerca, definitivamente es una cama conocida y en ella está mi hermana. Quedo petrificado frente a esto, ella parece estar enferma, todo parece haber vuelto.

Comienzo a correr, a apresurarme, mis piernas, extrañamente son demasiado cortas. Sin embargo logro llegar junto a ella.

Está frente a mí, es tal como la recuerdo.

-Hermana...-Escapa de mi boca.

No hay caso, no me oye.

Se encuentra tosiendo, está pálida y parece estar en muy malas condiciones. Algo recorre mi espalda a la par que mi cuello comienza a cerrarse. Apretando fuertemente mi garganta y haciendo brillar mis ojos.

Otra vez estoy allí, otra vez está pasando, y sigo sin poder hacer nada.

Simplemente comienzo a llorar, soy un niño después de todo. Dejo caer mis pequeñas rodillas al suelo y lloro profundamente junto a ella. Dónde siempre descargué toda mi angustia.

La culpa no me da respiro, me persigue. Y Yo lo único que hago es llorar inútilmente. Las cosas nunca me salen bien. Solo arruino a quien está cerca mío.

-Lo siento, hermana...-Digo con mi débil voz.

Es algo doloroso volver a estar aquí.

-Oye...-Una voz suena por encima de mí. Pero estoy asustado, mi llanto no se detiene, ensordeciendo mi alrededor.-Oye vamos... está todo bien.-Dulces palabras junto a unas suaves manos levantan mi rostro, permitiéndome ver:

Ella está bien, está sonriendo. Siempre sonríe, aunque todo esté mal no deja de hacerlo, y me hace sentir tranquilo.

Estoy perdido en su mirada, tanto que es ella quien me tiene que sacar del trance.

-Vamos deja de llorar.- Me reprocha levemente, limpiándome el rostro con las sábanas que la cubren.- ¿Cuántos años tienes? Ya deberías saber que llorar es bueno, pero jamás si te quedas tirado sin hacer nada.-No entiendo la situación, ella parecía estar grave pero... Ahora se encuentra reprimiéndome dulcemente, como siempre lo hizo.-¿Ves? ya pasó todo...Ven siéntate y cuéntame qué es lo que pasa.- Me llama golpeando a un lado de la cama.

No dudo en hacerle caso, no entiendo lo que pasa, pero es mi hermana.

Me levanto lentamente del suelo y no despego mis ojos de ella. En algún momento la poca luz que había comenzó a volver todo más cálido.

Al sentarme, noto en un costado; sobre la mesa de luz, el libro que ella solía leerme.

-¿Ese era tu favorito, verdad?- Me pregunta acariciando mi cabello, ella siempre hace lo mismo para consolarme. Su sonrisa es radiante.

-¿Qué es todo esto?-Finalmente puedo hablar. Efectivamente mi voz es la de un niño.

Ella me mira un tanto nostálgica, pareciera estar feliz pero a su vez juraría que algo le produce dolor.

-Sé lo mucho que te sientes culpable por todo... Te estuve viendo, no traes una buena racha.-Sus palabras son tan suaves como tristes.

-Hermana yo...-Trato de hablar hasta que ella me interrumpe.

-Tú no tienes la culpa de nada. De absolutamente nada.-Parece estar mucho más seria que antes. Ambos guardamos un breve silencio.-Mira, yo no... no debería estar aquí... en realidad... no puedo estar aquí.-intenta explicarme algo. No soy capaz de entenderla.-Y tú tampoco deberías estar aquí conmigo.-Me mira directo a los ojos.-¿Sabes algo? Tu compañera te necesita en este momento. No deberías estar perdiendo el tiempo con un caso perdido como Yo. Ni llorando por todos esos asuntos del pasado.- Sonríe nuevamente.

¿Mi compañera? ¿A qué se refiere? Sus palabras no tienen sentido. Ahora mismo solo somos ella y Yo. Ni siquiera recuerdo aquello otro de lo que habla.

Mis pensamientos son interrumpidos con un abrazo, uno cargado de mucha dulzura. En el se pueden sentir un montón de sentimientos, pero ahogados por la tristeza de mi hermana, pareciera ser como si nunca más nos fuéramos a ver.

-Esto es lo único que puedo hacer por ti.-Deja de abrazarme para luego cerrar mis ojos con sus dos manos.-Esta es la última vez que puedo ayudarte... Ya eres todo un hombre...-

La oscuridad es eterna, pero sus suaves manos son...

-No... no entiendo...- Le hablo y sin embargo no oigo respuesta.

Preocupado por esto último trato de abrir mis ojos, pero no lo logro. Por mucho que me esfuerce me es imposible. Lo intento una y otra vez, sin cansancio.

Hasta que finalmente lo consigo, abro ambos ojos y despierto.

Me encuentro en mi cuarto, está todo oscuro. Miro a ambos lados tratando de recordar algo, pero solamente sé que tuve un sueño extraño...

De a poco mi mente comienza a despertar y junto a ella algunos recuerdos.

-Sylvie...-Suspiro en medio de la noche. Por alguna razón es el primer pensamiento que me invade.

Ella está enferma, sus síntomas aparecieron hace cinco días. Pensé que se recuperaría pronto pero no fue así.

De a poco comienzo a sentarme en la cama. La noche está helada, pero el frío no me afecta. De hecho, extrañamente siento el deseo de levantarme.

Dentro de la oscuridad alcanzo a ver el reloj.

Las 4:37 AM. Al parecer no dormí bien, y sin embargo no tengo sueño.

Comienzo a recordar.

El día de ayer estuve preocupado, la joven no mejoró en nada, incluso diría que empeoró. Estuve todos estos días con un mal presentimiento...

Sin saber bien el por qué me levanto. No es hora de levantarse, pero heme aquí.

Algo comienza a picar en mí, la ansiedad recorre mi cuerpo, el fuerte deseo de visitar a Sylvie me invade. Últimamente estuve demasiado pendiente de Ella.

No la quiero molestar, tampoco creo que sea necesario. Ella está bien ¿No sería molestarla si voy porque sí a su habitación?

Estos pensamientos son en vano ya que acompañan mi recorrido bajando las escaleras.

-Debo estar demente...-Es lo único que llego a decir cuando piso el último escalón.

Hace dos minutos me desperté de un extraño sueño y repentinamente me encaminé a la habitación de mi compañera... estoy preocupado por ella, pero quizás esto sea demasiado.

Ignorando mis pensamientos abro lentamente la puerta de su habitación, solo necesito asegurarme de que ella esté bien y luego de ello volveré a mi cama.

Inmediatamente noto algo extraño, una respiración tan agitada como ahogada me hace centrar rápidamente mi vista sobre Sylvie. Ella está allí, pero raramente se encuentra destapada y acostada de forma extraña.

Mis ojos se acostumbran a la poca luz rápidamente, permitiéndome verla mejor: La parte inferior de su rosto, junto a su puño y parte de la almohada se encuentran cubiertos en sangre.

Sylvie está respirando de forma anormal y se detiene únicamente para seguir tosiendo aquél líquido rojizo que ensucia de forma macabra las sábanas de la cama.

Mis piernas están clavadas en el suelo mientras mi mente trata de pensar que quizás todo esto es obra de una mala pesadilla, pero estoy seguro que no es eso lo que pasa. Fuerzo todas mis extremidades para acercarme a Ella. No pasó un segundo hasta que toqué su rostro: Está hirviendo, es una temperatura demasiado exagerada.

-No, Sylvie...-Suspiran mis labios. Mi mano deja un tinte rojo sobre su frente.-Sylvie.... ¡¡¡Sylvie!!!-Levanto mi voz para hablarle, no hay caso. La escena es abrumadora-¡Vamos, Sylvie...!- La sacudo con fuerza y no responde.

Devuelvo por instinto una de mis manos a su rostro y en un instante abro uno de sus ojos: Sus pupilas no están centradas.

-Tengo que bajar la fiebre.-Digo para mi mismo. Un pensamiento llega cómo un disparo a mi cabeza.

Sin dudar por un segundo cargo a Sylvie en ambos brazos y troto el breve trayecto de su habitación hasta el baño. Al llegar inmediatamente la recuesto en la bañera y abro sin pensar el agua fría.

-Vamos, Sylvie, Vamos...-Me impaciento. Necesito bajar esa fiebre como sea, Es ridículamente elevada.

Todo mi cuerpo está tenso y una gran ansiedad me recorre por todas partes. Con mi brazo libre agarro un pequeño balde con el cual tiro agua fría por su cabeza.

La sangre de sylvie baila por sus labios, bajando hasta el cuello, pintando por completo mi brazo y dándole un horrendo tinte al blanco de la bañera.

-Lo sabía... Maldita sea, lo sabía...-Mis dientes aprietan, no sabría decir si es por miedo, nervios o simplemente impotencia.

Sin ningún previo aviso ella colapsó mientras yo dormía. Tuve que haberme quedado con ella anoche, esto no hubiera ocurrido.

El agua continua cayendo por su frágil rostro llevándose de a poco la sangre impregnada en el resto de su piel. Sylvie continua respirando de forma acelerada y Yo no consigo hacer que ella despierte.

Cada minuto parece una eternidad. La bañera apenas llega por la mitad y tengo la necesidad de que todo se solucione en este mismo instante. De un minuto a otro me encontré en una situación demasiado tensa, peleando contra el mismísimo tiempo por la vida de mi compañera.

De a poco le doy de beber sorbos de agua a Sylvie. Me preocupa mucho el origen de esa sangre y aún más el hecho de que la joven pueda estar deshidratada.

-Por favor, Sylvie...-Mis palabras están cargadas, no sé ni que sentir.

Esto es demasiado, incluso para mí.

Sigo echándole agua poco a poco con la intención de bajar la fiebre. No dejé de hablarle en ningún momento desde que llegué.

La bañare se llenó y ella todavía no reacciona, pero al menos disminuí considerablemente su temperatura.

-¿Sylvie? ¿Oye me escuchas? ¿Sylvie...?-Nada.

Comienza a dolerme la cabeza.

Mientras presiono mis puños siento un ruido a lo lejos, como si alguien golpeara la puerta de mi casa.

-No estoy para nadie.-Me digo a mi mismo juntando agua nuevamente. Sin embargo el ruido se intensifica, mostrando ser real. Los golpes siguen impacientando la situación.-¡Maldición! ¡No molesten! -Mi paciencia se había esfumado hace rato.

Un nuevo golpe, ahora acompañado de una voz llega a mis oídos.

-¿Doctor?-

Se escucha a lo lejos una voz familiar.

-Isabell...-Suspiro.

De forma delicada comienzo a mover a Sylvie fuera de mi brazo y me dispongo a correr para abrir la puerta.

En el momento que esta se encuentra abierta, veo a Isabell de pie, tras del marco.

-Dulzura, lo siento por...-Ella comienza a hablar pero a media oración sus palabras se detienen en seco.

Si nos detenemos a pensar un momento; yo me encuentro mojado y con algunas manchas de sangre sobre mi antes blanca camisa.

-Sylvie... está grave.-Es lo único que logro decir.

El rostro confundido de Isabell cambia rápidamente a una expresión más decidida.

Entonces volteo para ir hacía el baño. Únicamente escucho la puerta cerrarse tras de mí y unos pasos que acompañan mi recorrido.

Ahora somos dos cuidando de Sylvie, quien se encuentra inconsciente en la helada bañera.

Repentinamente escucho la preocupada voz de Isabell tras de mí:

-¿Qué le pasó?-Pregunta en un segundo.

-No lo sé... cuando la vi en la mañana estaba así.-Mi voz rota es el claro reflejo de mi estado.-Tenía mucha fiebre, la estoy bajando como puedo.-Isabell pone su mano en mi hombro. Puede sonar a poco, pero realmente lo necesitaba.-Vamos Sylvie...despierta...-

Los minutos siguen pasando y aunque su temperatura bajó, ella no abre sus ojos. Cada tanto su tos añade más rojo al agua, haciendo todo mucho peor.

Mi preocupación está en su límite, toda la habitación está borrosa, el dolor de cabeza me está matando. Por mi mente pasan miles de ideas, pero solo puedo esperar.

Milagrosamente la respiración de Sylvie se normaliza un poco. Segundos después ella abre débilmente sus dos pequeños ojos

-A-Amo...-Se escucha una frágil voz entre mis brazos.

Isabell se pone de pie tras de Mí y Yo observo fijamente a mi compañera para hablarle.

-Sy-sylvie... ¿Qué sucede?-No sé si es la pregunta adecuada, pero es la que pude decir.

-A-amo... la cama... creo que está algo mojada...-Sus palabras son débiles y ella claramente no está lúcida.

-Estamos bajándote la fiebre, Sylvie...-Me cuesta hablarle, sin embargo esto es un gran alivio para mí.

La joven poco a poco comienza a abrir cada vez más sus ojos. Su mirada es débil, pero se mantiene fija en Mí.

Ella lentamente va recuperando la consciencia, hasta que finalmente Isabell y Yo logramos explicarle la situación.

Sylvie está tranquila debido a nuestros cuidados, pero algo de ella no está bien en su mirada.

Teaching Feeling Manual para sonreírWhere stories live. Discover now