10-Primeros síntomas

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Hace poco más de dos meses que vivo con Sylvie.





Finalmente nuestras tardes han comenzado a ser agradables. Gracias a que mi trabajo y aquella plaga disminuyeron, soy capaz de pasar más tiempo con ella. Todo marcha bien, nuestras clases de matemática y cocina avanzan, y en general, las cosas que compartimos juntos; también.

En el momento en que despierto decido quedarme un rato más dentro de mi cama, mientras miro al techo varias ideas positivas pasan por mi cabeza. Aunque realmente disfruto del descanso extra, esto no dura demasiado, ya que finalmente me levanto y como todas las mañanas, luego de arreglarme; me dispongo a bajar por las escaleras.

Como siempre se trata de un inicio normal y tranquilo. Aquella misma secuencia diaria, tan llena de oportunidades y divertidos momentos. Sinceramente me siento algo ansioso de escuchar aquel mismo saludo matutino, que tan agradable sienta luego de levantarme. Esa voz tranquila que da un cosquilleo a mi pecho.

Aunque mientras me dirijo a la sala de estar, algo fuera de lo habitual capta mi atención, más allá de aquel agradable saludo que esperaba, me encuentro con Sylvie en medio del trayecto. Quien se pone justo delante de mí, por decirlo de alguna manera. En realidad ella simplemente cortó mi paso, casi obligándose a permanecer de pie con el pasamano de la escalera. A simple vista se ve una expresión tan débil cómo preocupada. Ella pareciera estar buscándome.

-¿Sylvie...?-Hablo confuso, sintiendo una preocupación naciente. Ella simplemente se cruzó delante mío mientras bajaba a saludarla.

-Buenos... buenos días, Amo.-Contesta con una voz pesada.

-¿Qué sucede?-Pregunto de inmediato. Ella esquiva mi mirada.

-Lo siento mucho, y-yo... aún no pude terminar con la limpieza... me siento un... poco cansada...-explica con dificultad.

En un impulso natural, pongo mi mano sobre su pequeña frente y efectivamente corroboro aquello que se cruzó por mi cabeza. Sylvie tiene una temperatura un tanto elevada.

Oigo sus palabras y la atajo levemente con mi brazo, noto como ella está claramente esforzándose por permanecer de pie. Viéndola mejor tiene la piel totalmente pálida, cosa que en sí es extraña ya que su color de por sí es demasiado blanco, y su aspecto está algo descuidado a cómo suele arreglarse en las mañanas.

Por como se ve juraría que hoy se obligó a levantarse de la cama.

Ella se sorprende con mi gesto de sostenerla, no se resiste ni demuestra desacuerdo. Parece realmente perdida por la situación.

El día de ayer me pareció ver a mi compañera un poco cansada, no le di mucha importancia ya que me percaté de que sus pesadillas son algo habitual. A tal punto que no le permiten dormir del todo bien. Por eso procuro que no se esfuerce de más durante el día. Pero parece ser que ese no era el caso, sino más bien habían sido los síntomas iniciales de esta enfermedad, producto de aquella plaga que rondó por el pueblo y casi había terminado de esfumarse.

Por alguna razón no tengo un buen presentimiento.

-No importa la limpieza, no te preocupes. Ahora irás derecho a la cama.-Digo de forma directa, sosteniéndola con firmeza.

Ella está disconforme con mis palabras. Aún así apenas noto la fuerza que hace al intentar separarse de mis brazos.

-No...no es necesario que... que me ayude tanto Am...-
Trata de quejarse hasta que un repentino ataque de tos la interrumpe.-Lo-lo siento.-retoma combatiendo contra el desagradable impulso.

Sus piernas tiemblan en un esfuerzo por no caer. Esa no se oye para nada cómo una tos ligera.

-Por favor, Sylvie, ve a acostarte.-Insisto un poco más serio.

La joven nuevamente me dirige la mirada para luego bajarla al suelo.

-Entiendo, Amo...luego de un descanso... seguiré con mis tareas.-Se le dificulta expresarse. El tono de su voz decae a medida que suelta las palabras.

-No te preocupes por ello... siempre haces un excelente trabajo.-Sonrío optimista.

Sylvie, sin decir nada, termina de aceptar mi ayuda y deja que la acompañe a la habitación. Se posa levemente con una mano sobre mi muñeca, hasta que yo consigo tomarla por uno de sus lados y camino sutilmente junto a ella.

Una vez llegamos le indico que se ponga ropa más liviana y se acueste, y mientras se encarga de eso, yo me dirijo a la cocina para preparar el desayuno.

Una vez ya solo, apartado de mi compañera, puedo pensar más tranquilo en la situación de recién:

Teniendo en cuenta la fiebre es casi seguro que la pequeña haya contraído aquel feo resfriado... ella se debió haber contagiado debido a mi irresponsabilidad. Si bien mantuve una higiene adecuada en las visitas a domicilio, pude haber cometido algún error... ¿O quizás fue un poco apresurado visitar el pueblo con ella...?

-En fin...-Digo para mí mismo. La imagen de Sylvie sosteniéndose en la escalera se cruza un momento por mi mente.

Un resfriado no debería ser nada grave en verdad. Mi compañera estará en cama por tres o cuatro días y luego volverá a sus actividades diarias. No será difícil cuidarla y hasta incluso podríamos volverlo una experiencia... ¿Positiva? Una forma de acercarnos con mayor intimidad, tal vez.

Por el momento empezaré con llevarle el desayuno a la cama.

Me centré finalmente en la cocina.

Teaching Feeling Manual para sonreírWhere stories live. Discover now