Según le contaron era una rutina (sin contar con los días en los que iban a celebrar luego de una larga jornada, un trabajo bien hecho o cualquier escusa tonta que pudiera encontrar), cuando aún era su primer año en ese lugar. Y, como era de esperarse, no fue invitado, porque era claro que ellos (al igual que el resto de las personas que lo conocían) sabrían la respuesta, luego de haber inventadas excusas para no ir a otros "eventos".

Fue por eso que recurrió a Ashton, creyendo que él sería la persona indicada para ayudarlo con esta nueva faceta de su vida. Mala idea.

Conocía a Ashton Irwin desde los dieciocho, cuando llegó al campus, como un adolescente con miedo e inseguridades (tal vez, hasta ahora tenía un poco de ambas). Era su compañero de habitación. Era ese compañero de habitación.

Casi todos los de la facultad conocían a ese chico de cabello castaño con ojos claros, que paraba casi la mayor parte del tiempo con amigos, en fiestas y pasándola bien. Algo que, sorprendentemente no evitaba que fuera uno de los mejores en su carrera (cosa que, lo hacía sentir algo de envidia). Pero, como sea, él era esa chispa que todos necesitaban en sus vidas, con esas mejillas con hoyuelos y ojos con un brillo que te hacían sentir... especial. Como si pudieras confiarle tus más grandes secretos y sabrías que irían hasta la tumba con él.

Ashton se volvió su amigo (su mejor amigo), aunque sus estilos de vida fueran completamente diferentes. Él jamás intentó cambiarlo o hacerlo sentir presionado por salir de su zona de confort (¿ya dijo que la amaba?), y le agrada eso, lo hacía sentir agradecido porque pocas personas eran así. Pero, eso no evitaba que siempre lo invitara a sus salidas o pequeñas reuniones, solo para hacerlo sentirse incluido. Aunque, con el paso del tiempo dejó de hacerlo (casi por los veintiuno, cuando él tenía veintidós (sí, Ashton era mayor por un año)).

Su amistad siguió luego de graduarse, especialmente porque ambos vivían en la misma ciudad. E, irónicamente, fueron contratados en el mismo lugar de trabajo, algo que fue una sorpresa para ambos. Pero, la misma rutina seguía.

Ashton era esa clase de persona que todos querían cerca, mientras que en su caso solo era su amigo, menos genial que prefería tomar horas extras en el trabajo para no tener que aburrirse solo en su apartamento. Y, como dijo, estaba bien con eso, casi todo el primer año en el que llevaba trabajando, hasta que quiso un cambio.

Y, sería mentira decir que no lo intentó antes, porque sí hubo oportunidades en las que decidió ir con Ashton a esos bares nocturnos en los que solía pasar el tiempo, pero casi siempre solo lograba resistir una hora, hasta que se sentía incomodo en el ambiente o se aburría, y tenía que decirle para irse (algo que un ebrio Ashton no tomaba demasiado bien la mayor parte de veces).

Fue por eso que nació esta apuesta.

Le insistió demasiado a Ashton para que lo llevara al bar al que irían sus compañeros de trabajo, aunque le dejó bastante en claro que las cosas podían llegar a ponerse... intensas. Es decir, hablamos de personas de más de veinticinco, que no son adolescentes ni adultos y aman tomar malas decisiones debido a eso. Todos esperaban este día, hasta su amigo, y obviamente no quería tener que irse a mitad de la diversión solo porque se encontrara aburrido.

Es por eso que quedaron en algo. Fue que lo llevaría, solo si lograba soltarse esta noche y salir de su zona de confort. En otras palabras; dejar de decir no y solo dejarse llevar. Pero, obviamente debía haber un incentivo.

Tendría que tatuarse lo que Ashton quisiera si es que decidía irse a mitad de la celebración o se negaba a hacer algo divertido (claro, que no pasara de los limites). Algo, que para el momento (mientras se encontraba en el asiento de copiloto de Ashton con una lata de cerveza en la mano) sonaba como algo justo. Ahora, no lo hacía. ¿Qué clase de diversión tienen los adultos jóvenes?

Fight So Dirty But Your Love So Sweet [muke]Where stories live. Discover now