Capítulo 36

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Cuando levanté la cabeza vi algo que me destrozó el alma. Tras la Sra. Olsen se encontraban dos niños, una chica y un chico, llorando, él con dos disparos, uno en la cabeza y el otro en el pecho, y ella, unos cuántos años menor que él, con un simple balazo situado en donde supuestamente su corazón debería estar.

Ambos niños estaban tomados de las manos, con la piel color porcelana, parecían muñecos, perfectos, sin vida, rotos. La pequeña... Anís, con la mano que tenía libre zarandeaba el brazo de su madre con fuerza y le llamaba por aquel apodo una y otra vez, con su vocesita quebrada en mil pedazos. Dariel, por su parte, se mantenía inmutado, sujetando fuertemente la mano de su hermanita pequeña, con la vista ida, pero aún así podía ver el dolor en esos ojos color esmeralda.

Al darse cuenta, la anciana los miró con tristeza por un par de segundos, trangando su saliva pesadamente, los ignoró y llamó a la monja, soltándome la mano. No puede decir nada, la imágen me había dejado congelada.

* * *

Al siguiente día, cuándo terminé de asimilar la situación, fuí decidida a preguntarle a la mujer.

Ella simplmente me miró con una sonrisa vacía.

-¿Por qué los ignora?-pregunté subiendo el tono de mi voz, angustiada.

La Sra. Olsen estaba tomando una taza de té, usando el recipiente como distracción para no responderme.

-Por favor, son sus hijos.

Ella simplemente me miró, pude ver los ojos idos de su propio hijo en su cara.

-Se parecen mucho a usted, ¿sabía?- La Sra. Olsen siguió mirándome sin decir nada.- Por favor, están sufriendo...

La mujer soltó un suspiro.

-Cariño, lo que está muerto tienes que dejarlo muerto...-dijo por fin- Los vivos no deberían relacionarse con los muertos, los que se quedan anclados aquí nunca traen nada bueno.

No me olvides, por favor (Jack Frost y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora