4. El sufrimiento de Hye Sun.

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Mucha gente piensa que los domingos son una mierda porque es la antesala de la semana que entra, y la mayoría se pasan el día lamentándose, desperdiciando la cantidad de cosas que todavía se podrían hacer.

Me estiro en la cama, muerto de sueño, no por ser fin de semana quiere decir que nos quedemos holgazaneando hasta las tantas, preferimos levantarnos temprano y aprovechar la jornada.

Ji Eun aún sigue dormida, dios, es tan bonita que nunca me canso de mirarla, todo en ella es perfecta, incluso esa cicatriz que tiene debajo del mentón, una huella permanente sobre su piel a causa de un accidente que tuvo practicando con los patines siendo niña.

El ruido de una moto que pasa cerca de nuestra casa la despierta, y la magia de su mirada se despliega, me sonríe y yo a ella ¿Cómo podía seguir igual de enamorado como el primer día después de un año de casado? No lo sé, quizá si que sea cierto que en este universo infinito existe una persona que es nuestra media naranja.

Me siento afortunado que esté a mi lado, que sea mi compañera por ese largo camino  y a veces difícil que es la vida.

—Buenos días Baekhyunee... —pronuncia melosa, se acerca a mí y pone una de sus manos sobre mi pecho.

—Buenos días mi vida, dormiste bien.

—Sí, de un tirón y tú.

—Igual, tengo ganas de comer algo, luego podríamos ir a dar una vuelta con las bicis —le propongo, hoy hace un sol radiante y me apetece perderme por la isla. Ella no parece pensar igual, se me sube encima, sintiendo mi erección mañanera debajo de su pubis ¡vaya! Aquello no me lo esperaba, me gusta lo que hace, esa sensualidad que tiene a la hora de rozarse conmigo, esa manera de ponerme caliente cuando nuestros cuerpos acortan las distancias.

Sin embargo había un problemilla.

—Amor, ya sabes que me encanta que me hagas estas cosas, pero ahora mismo estoy en reserva, llevamos demasiados días con esto y no me da tiempo a estar 100% operativo, no sé si me explico —ella detiene su juego y me sonríe, claro que lo comprende y me besa en los labios.

—Lo sé, te he dado mucha caña esta semana, verdad, mis días fértiles en realidad acabaron ayer, en teoría o ya pusiste la semillita o habrá que volver intentarlo —me explica tranquila, dándome a entender que su acción no era por la búsqueda de ese deseado bebé, si no porque le apetecía.

—Ah bueno, en ese caso ¡estoy disponible! —ella se ríe, sabiendo que ahora no podría eyacular en abundancia, no después de pasarme tres días sin apenas descanso, teníamos una tabla de su ovulación dónde en teoría debía coincidir en que debía estar en mi punto álgido para tener más éxito con nuestras intenciones.

Éramos jóvenes, sanos, no fumábamos, tampoco bebíamos mucho y ella llevaba dos meses tomando ácido fólico y calcio para preparar el momento, sólo faltaba el último paso y a pesar de que no estábamos obsesionados, sabía que a ella le corría un poco de prisa, tenía veintisiete años y quería tener su primer su hijo antes de los treinta.

Su sueño era ser madre de tres niños, y no quería que el último pareciera que fuese más la abuela que la madre, de ahí sus inquietudes.

A mí francamente me daba igual, podíamos permitirnos esa camada de retoños, la vida aquí era más barata y tampoco es que tuviéramos muchos gastos.

Ella me lleva a las lindes del placer, ese cadencioso movimiento mientras mis manos se aferran a sus caderas, siento el típico hormigueo de mi erección, lo está consiguiendo ¡Oh vaya si lo hace! ¡Si solamente verla cómo me hace el amor ya me da suficientes motivos para morir dentro de ella! Me regala besos y más besos, dejándome con las ganas de tomarle el relevo, pero esta vez sé que quiere ser la directora de orquesta, y me dejo hacer como un buen niño sumiso, apretando su cintura y mojando mis labios al ver su pecho danzante cada vez que ella se desliza, y me arrastra a la vorágine de la dureza de mi pene a punto de estallar.

A Perfect WorldWhere stories live. Discover now