Lola

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#17

Serpiente está ebrio. Muy ebrio.

No sé qué pasa con él últimamente, pero está dejando de ser el chico estructurado que conocí. Es decir, se prohibió a sí mismo consumir cualquier tipo de droga durante las horas de trabajo y cumplió con esa regla durante mucho tiempo... hasta esta noche. Simplemente le ofrecieron un shot de vodka y ahora está fuera de sí.

La casa está colmada de adolescentes ebrios y drogados, y reconozco algunos rostros entre toda la multitud, lo cual me asusta. Por eso me mantengo con la cabeza agachada y trato de no llamar tanto la atención. Dudo que funcione con ese pelo rosa tan chillón, me dice mi vocecita interna. Y tiene razón: fue un pésimo día para elegir hacer un cambio de peluca.

Muy a lo lejos, uno de los amigos de Serpiente me guiña un ojo. Es la señal, significa que nuestro trabajo está hecho. Así que ya podemos marcharnos. Sé que él y el resto de la banda van a quedarse, pero yo no quiero seguir en una fiesta, rodeada de conocidos, donde en cualquier momento pueden reconocerme. O peor aún: corro el riesgo de que aparezcan mis amigos. Aunque el organizador de la fiesta no forme parte de su círculo, la realidad es que Devoto no es muy grande y es fácil que todos se conozcan entre todos. Y yo no voy a correr el riesgo de toparme con ellos acá, sobre todo porque voy a tener que dar explicaciones que, honestamente, no quiero dar.

Agarro a Serpiente del brazo y le susurro en el oído que tenemos que irnos, pero él me jala hacia el centro de la pista y me obliga a bailar con él. Empieza a saltar al ritmo de la música y me sacude los brazos como si fuera una marioneta, lo cual es totalmente ridículo y yo aporto mucho a esta humillante escena, porque me mantengo estática y con el ceño fruncido mientras que él hace lo suyo.

—No seas gruñona, Lola —me grita riéndose.

Yo me abalanzo sobre él y le tapo la boca.

—Shhh, no me llames así delante de todas estas personas —lo regaño—. Cualquiera puede reconocerme, Serpiente.

— ¿Y qué problema hay?

Esto tiene que ser un chiste, pienso.

—Espero que estés bromeando.

—No, Lo, no lo estoy haciendo —entonces deja de saltar y apoya sus manos contra mis hombros—. ¿Por qué no dejar que todos sepan quién sos?

—Esta conversación me parece absurda y no pienso continuarla —me cruzo de brazos—. Nos vamos a casa, Serpiente. Tuviste mucha diversión por hoy.

—Noooo —arrastra las "o" y hace puchero. Casi parecería que tuviera siete años—, es muy temprano. No quiero irme.

—No me interesa.

Sin más, lo vuelvo a agarrar del brazo y lo empiezo a arrastrar entre la gente. Por algunos momentos se resiste, sobre todo cuando se frena para bailar, pero al final consigo llegar a la puerta de salida sin ser reconocida y con mi novio en una pieza. O algo así.

Saco mi celular para pedirle a Ignacio que nos venga a buscar, pero Serpiente me lo arrebata de las manos y empieza a reírse. Trato de quitárselo, pero lo alza por encima de su cabeza y yo tengo que pegar saltitos para poder alcanzarlo. Su risa se intensifica. Y yo empiezo a enojarme.

—Basta, Serpiente, ¡no es gracioso!

— ¡Sí que lo es! —suelta una carcajada—. Te ves hermosa pegando saltitos. Me dan ganas de abrazarte y llenarte de besos.

No puedo creer que esté diciendo eso en voz alta. Rodeado de tantas personas, pienso. Qué vergüenza.

—Dame mi celular.

Las notas de Lola | Malenavitale ©Onde histórias criam vida. Descubra agora