Anónimo

4.8K 324 27
                                    


Es la primera vez que asisto a una fiesta que esté repleta de gente y la realidad es que me arrepiento un poco de haberlo hecho, porque tengo el presentimiento de que ni siquiera voy a poder disfrutarla.

Busco a mis amigas con la mirada mientras me abro paso entre la gente, pero no consigo verlas por ningún lado, porque el interior de la casa está colmado de personas y las luces apagadas no ayudan mucho. Sin embargo, continúo dando empujones, con el fin de poder llegar hasta el baño para poder ver si tengo algún mensaje de mis amigas.

Entonces escucho que alguien grita mi nombre y al voltearme, me encuentro a una Ámbar bastante ebria, quien me saluda repetidas veces con su mano, mientras que la sonrisa en su rostro no para de ensancharse. Nosotras no somos amigas, de hecho, ni siquiera tenemos un vínculo como compañeras de curso, pero de todos modos la saludo. En ese momento aparece Luca, quien la toma por la cintura con delicadeza y la lleva hacia los sillones, mientras le pide a alguien que le traiga un vaso de agua.

Continúo moviéndome entre la multitud y, como sé que no voy a llegar al baño, decido quedarme en la cocina un momento, debido a que ahí no hay tanta gente. Pero mi presencia no puede ser más inoportuna, porque al abrir la puerta golpeo a alguien y, aparentemente, interrumpo algo. Jano se frota la cabeza con una mano y Nina, quien tiene las mejillas enrojecidas, se ríe por lo bajo. Yo no hago más que pedirles perdón y salgo de la cocina.

Totalmente resignada, me quedo parada en mi lugar y empiezo a revolver mi cartera en busca de mi celular. Pero parece que no es mi noche de la suerte, porque alguien me choca y acaba volcando un vaso de cerveza sobre mí.

—Perdón, perdón, perdón —dice la chica de pelo violeta, mientras que intenta limpiarme la remera.

—No, está bien, no es tu culpa.

—Es que no tengo los lentes puestos y...

—Sabía que era una mala idea dejar los lentes en tu casa —dice un chico rubio, mordiéndose el labio por el penoso momento que está pasando su amiga.

Ninguno de ellos es de mi año, por lo tanto no sé sus nombres, pero me pareció verlos en los recreos con Ámbar, Jano, Luca y Nina. Creo que son un año menor que todos nosotros.

—Está todo bien, en serio —le digo a la chica de pelo violeta con una sonrisita.

Y sin más, me despido de ambos con un movimiento de cabeza y salgo disparada hacia las escaleras, con la esperanza de encontrar un baño ahí. Afortunadamente el único pasillo del segundo piso está totalmente desierto, por lo que me queda abrir las puertas de todas las habitaciones hasta dar con la correcta.

Las primeras dos puertas son dormitorios cuyas camas están ocupadas, por lo que entro y salgo rápido antes de que alguien se dé cuenta que interrumpí. Abro la tercera puerta, la cual da a un pasillo angosto y oscuro que lleva a una especie de mini terraza. No estoy dispuesta a quedarme ahí, debido a que mi objetivo es encontrar el baño y enjuagarme la remera para sacarme el olor a cerveza.

Pero entonces empiezo a escuchar ruidos.

Lo primero que hago es esconderme detrás de una planta que hay en una esquina, para que nadie pueda verme. Escucho que una chica no para de sollozar y luego se oye una voz masculina, quien murmura cosas entre dientes y no parece para nada contento. Cuando saco mi cabeza para ver qué está pasando, veo que un chico alto, vestido de negro de pies a cabeza y con una gorra que le tapa el rostro, arrastra a una pequeña rubia de los pelos, conduciéndola hacia el borde de la piscina que hay en el patio trasero. Ella no para de llorar y de suplicarle algo que no consigo entender, pero él no da su brazo a torcer, de hecho, se vuelve cada vez más violento.

Las notas de Lola | Malenavitale ©Where stories live. Discover now