Jano

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Creo que Giovanni está al borde de un desmayo.

Antes de que encuentre la nota en la caja de Pipo, estaba sumido en un mar de lágrimas que quién sabe cuándo iba a poder calmarlo. Pero cuando escuchó el nombre de "Leandro Ibáñez", las lágrimas dejaron de correr por sus mejillas y se paralizó por completo.

Así que ya tenemos una pista sobre el tal Leandro: es conocido de Giovanni.

Yo no soy el único que lo nota, de hecho, Nina y Vera también lo hacen, porque comienzan a mirarlo de manera expectante, como si estuviesen esperando una respuesta inmediata. Por otro lado, Ámbar y Luca, que están a unos metros de distancia de nosotros, permanecen en silencio; ya dijeron mucho por hoy.

—Leandro es un compañero mío —nos explica Giovanni, totalmente desconcertado—. Entró al colegio el año pasado y a veces habla conmigo. Pero no entiendo cómo puede estar relacionado con Lola, si él vivió toda su vida en Mar del Plata y se mudó a capital un año después de su muerte.

— ¿Existe la posibilidad de que sea un error? —pregunta Vera.

Yo me quedo unos segundos pensando una respuesta, pero termino negando con mi cabeza y digo:

—Creo que estas notas son muy precisas. Si no, recuerden a Dolores.

— ¿Pero cómo es posible que hayan tenido algún tipo de contacto, si ambos estaban a varias horas de distancia? —insiste Giovanni.

—Quizás Lola viajó a Mar del Plata y, como es de esperarse, prefirió no decirnos ni una sola palabra.

Las palabras de Nina tienen mucho sentido.

Lola nos ocultó muchas cosas y, sinceramente, no sería ninguna sorpresa que haya hecho viajes a nuestras espaldas. Así que no descartaría la posibilidad de haberse topado con el tal Leandro en su ciudad natal. Lo que sí me llama la atención es la gran coincidencia de que sea compañero de Giovanni, quien era mejor amigo de la chica que él conoció y falleció luego. ¿Se acordará de ella?

Aunque ninguno tiene ganas de cruzar palabras con Ámbar y Luca, Nina se encarga de decirles lo que acabamos de descubrir. Ella les habla con calma y utiliza las palabras precisas, para no extenderse mucho y acabar con la comunicación lo más rápido posible. Ambos asienten con la cabeza en todo momento y, cuando Nina termina, ninguno dice nada.

Es una bendición que continúen tan callados.

Como ya tenemos lo que vinimos a buscar, les sugiero a todos que volvamos a casa. Sin embargo, Giovanni nos detiene:

— ¿Qué vamos a hacer con Pipo?

—Es un perro de la calle, Giovanni —dice Ámbar, poniendo una mueca de asco y señala al animal con su cabeza.

Se terminó la paz, dice una vocecita en mi interior.

Pero entiendo a lo que intenta llegar Ámbar.

Pipo realmente está hecho un desastre. Su pelaje marrón claro está cubierto de barro y tierra en algunas partes –sobre todo en sus patas- y algunos de sus rulos no son otra cosa que unas pequeñas rastas. De seguro tuvo épocas mejores, pero esta no es una de ellas.

—No podemos dejarlo en la calle —insiste.

—Está acostumbrado, supongo —Vera se encoje de hombros.

Entonces veo que Nina comienza a mirarlo con dulzura y sé qué significa eso, porque si había algo que la unía tanto a Giovanni y Lola, era el amor que los tres tenían por los animales.

Las notas de Lola | Malenavitale ©Where stories live. Discover now