Jano

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A pesar de que la lluvia cae sobre nosotros, a ninguno parece molestarle. Todos nos mantenemos en silencio, totalmente estáticos, con la mirada perdida en ese pedazo de papel que Vera tiene nuevamente en sus manos.

No imaginé que este día iba a ser tan fuerte.

Desde que recibí el e-mail, una parte de mí me decía a los gritos que no me ilusione, que era imposible que Lola esté comunicándose con nosotros a dos años de su muerte. Y en ese entonces me convencí a mi mismo de que todo podía ser una mentira, una maldad de alguien que tenga el tiempo y las ganas de reírse de nosotros. Pero eso no significa que no haya albergado una pizca de esperanza en mi interior.

Y ahora estamos todos acá, en una especie de reencuentro inesperado, impactados ante la aparición de un papel que parece estar escrito en puño y letra por la mismísima Lola.

El primero en romper el silencio es Giovanni:

—Siento que estoy viviendo una pesadilla.

—Esto... —Luca vacila un instante—, no puede ser cierto.

—Es su letra—murmura Ámbar en un hilo de voz.

Por un instante creo que va a romper en llanto, como sucedió con Nina antes de que todos lleguen, pero ella se limita a tomar una enorme cantidad de aire y consigue retener las lágrimas. Sin embargo, en esos dos segundos de debilidad, encontré a la Ámbar que conocí y quise como amiga en su mirada.

Nina se mantiene en silencio, con la mirada perdida en el barro que se está formando a nuestro alrededor. Aunque tiene el pelo castaño mojado y pegado a su rostro, consigo ver el vacío que irradian sus ojos cafés. Entonces siento una extraña sensación en mi estómago y una vocecita en mi interior me dice que la rodee con mis brazos, como cuando éramos mejores amigos, pero no estoy seguro de poder hacerlo. No me animo a tanto.

Cuando ella rompió en llanto y se abalanzó sobre mis brazos, casi que no dudé en abrazarla y atraerla a mi cuerpo. Fue una especie de acto reflejo, algo que me sorprendió muchísimo. Pero sé que ahora no soy capaz de repetirlo, porque hace unos minutos ambos estábamos en un estado de vulnerabilidad y conmoción, y no tengo idea de cómo pueda resultar todo en un segundo intento. Así que simplemente me dedico a mirarla en silencio, lamentándome por ser tan cobarde.

—Creo que me voy a mi casa —dice Ámbar, mientras se pone la capucha de su campera negra—. Hay muchas cosas que necesito asimilar y prefiero hacerlo sola.

—Antes no era así... —susurra Vera, lo suficientemente alto como para que podamos escucharla todos.

Entonces Luca clava su mirada café en ella y sonríe de forma sarcástica, mientras que se quita los rulos castaños que tiene pegados a su frente.

—Antes éramos amigos y Lola estaba viva —responde en un tono hiriente—. Pero el tiempo pasa, la gente cambia, las amistades se rompen. ¡Así es la vida!

Y dichas esas palabras, mete las manos dentro del bolsillo de su buzo rojo y nuevamente es el primero en irse, con la diferencia de que esta vez nadie lo detiene. Ámbar nos echa una última mirada a nosotros y otra al papel y se va por una dirección opuesta a Luca, caminando lentamente, como si realmente no estuviese lloviendo con fuerza.

Cuando Nina se marcha, tardo un segundo en poder asimilarlo. Primero, porque se mueve tan rápido que no me queda tiempo para intentar detenerla y en segundo lugar, porque la veo echándose a los brazos de un chico rubio, quien estaba esperándola justo al final del camino. Ninguno de los dos mira en nuestra dirección y se van caminando en silencio, abrazados.

Las notas de Lola | Malenavitale ©Where stories live. Discover now