20º Una dosis de locura

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20º Una dosis de locura

Encerrado en su despacho después de haber atendido a los dos heridos y acompañado a su esposa a su salón privado para que descansara, Darcy esperaba que el magistrado del condado de Derby llegara pronto para poder emprender la búsqueda de las dos pequeñas. El magistrado de Kent había partido hacia lo que quedaba de aquel manicomio por si a ese indeseable se le ocurría volver por allí.

Poco antes de mediodía, el mayordomo fue rápidamente en busca de su patrón, pues en la entrada principal lo esperaban Lady Catherine y el coronel Fitzwilliam. Sin comprender que hacían los dos allí, se apresuró en ir a su encuentro y saludarlos con formalidad antes de nada.

-¿Qué hacéis los dos aquí?- Miró a su tía desconcertado- Cuando te mandé la carta ayer lo que pretendía es que Elizabeth fuera a Rosing contigo para ponerla a salvo, y aunque agradezco tu rapidez, pues has tenido que venir apurando a los caballos hasta el extremo, no entiendo que haces aquí- Y entonces miró a su primo- Y es imposible que tú hayas recibido mi misiva, la he enviado hace apenas unas horas.

-En cuanto leí tu nota supe que debía venir hasta aquí para ayudar, ya sea acompañando a tu esposa o ayudando a esas pobres niñas cuando las halléis- Le comunicó su tía- Debes emprender la búsqueda cuanto antes, y si te enviaba una respuesta y después tenías que mandar a tu esposa, aun tardaríais un par de días en partir.

-No lo había pensado.

-Y yo estaba de visita en casa de nuestra querida tía cuando llegó la nota, así que la he acompañado dispuesto a ayudarte- Comentó su primo- Así que si pedías mi ayuda, aquí la tienes.

-Gracias, de verdad- Dijo aliviado al ver todo el apoyo que tenía- Iré en busca de Elizabeth y en cuanto llegue el magistrado, nosotros dos partiremos- Su primo asintió.

De inmediato, Fitzwilliam fue hacia el salón donde descansaba su esposa, al abrir la puerta y buscarla con la mirada, se extrañó de no encontrarla allí, pues no recordaba haberla escuchado salir de allí después de dejarla recostada en el diván. Y fue al mirar hacía aquel lugar cuando observó que había algo sobre él.

Se acercó con presteza, comprobando que lo que había encima eran varios pliegos de papel. Cogió el primero, leyendo la nota de Collins que le hizo hervir la sangre, y a continuación, con manos temblorosas, despegó el otro papel, palideciendo al ver su contenido, una nota de su esposa que tan solo ponía "Encuentranos antes de que sea demasiado tarde. Lizzy".

De inmediato corrió a la entrada, en busca de su primo, mostrándole ambas notas, y sin esperar a que llegara el magistrado, cogieron a un pequeño grupo de hombres y se encaminaron hacia la cabaña de caza que nombraba la carta, acompañados de Lady Catherine, que se había empeñado en ir también, pensando que quizá pudiera ayudar cuando las encontraran. Darcy no tenía tiempo de discutir con ella, así que accedió de inmediato.

Montados en sus caballos y seguidos por el carruaje de Lady Catherine, llegaron al lugar en apenas una hora a paso veloz. Como una tromba, se adentró en la casa, seguido de cerca por su primo y por los hombres que lo acompañaban, pero no había nadie, tan solo quedaba el fuego de la chimenea casi apagado.

Al no encontrar a nadie, Fitzwilliam cayó al suelo de rodillas, derrotado ante la idea de perder lo que más amaba en el mundo. Lo daba todo por perdido cuando escuchó un leve gimoteo muy próximo a él.

Todos quedaron en silencio, completamente quietos ante aquel sonido, Darcy, de inmediato, se puso en pie y se acercó a aquel rincón que había tras la chimenea. Temeroso de lo que podría encontrar allí si les habían hecho daño a alguna de las hermanas Bennet, apartó el tablón de madera que ocultaba aquel hueco, encontrando a las dos pequeñas, abrazadas la una a la otra, intentando aguantar el llanto para no ser descubiertas.

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