Tras la muerte de la señora Bennet, el señor Bennet había perdido casi todo el capital que poseía, y al descubrir que morirá pronto y que va a dejar a sus cinco hijas en la calle, cuando el señor Darcy aparece dispuesto a comprar Longbourn, el señ...
El carruaje se dirigía raudo hacia Merytown, lugar que no pisaba desde hacía tres años. Desde el día que su esposa lo echó de la casa, el mismo día de su boda, no había vuelto a aquel lugar, y por lo tanto tampoco había vuelto a verla.
Durante esos tres años su vida había dado un cambio considerable. Antes de contraer nupcias con Elizabeth Bennet, él era un vividor, un hombre que se acostaba con la mujer que deseaba, jugaba, bebía, hacía negocios con hombres importantes y era el alma de las fiestas de la alta sociedad londinense. Pero ahora todo era diferente, desde el mismo momento en que salió de aquella casa todo fue distinto.
Darcy hizo público su matrimonio aunque nadie sabía nada de la mujer con la que se había desposado, y a pesar de que pensaba seguir siendo el mismo hombre de antes con la única diferencia de que tenía un anillo en el dedo anular de su mano izquierda, desde el mismo momento en que la sociedad supo que había una señora Darcy él dejó de disfrutar de las cosas que le gustaban antaño.
Había intentado seguir con sus costumbres, asistir a bailes, cortejar jovencitas, beber hasta perder el sentido... Pero cada cosa que hacía era interrumpida por el recuerdo de esos ojos marrones que se atrevían a desafiarlo, ese cuerpo tan ardiente y apetecible que le pertenecía, esos labios cálidos y suaves, y sobretodo esa valentía que desprendía su esposa cuando se enfrentaba a él.
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Por más que había intentado dejar esos recuerdos a un lado no lo había conseguido, e incluso, empezaba a sentir la necesidad de volver a probarlos. Así que, sin pretenderlo ni ser consciente de ello al principio, empezó a frecuentar menos las fiestas, dejó de buscar la compañía de jóvenes damas, de beber y de jugar. Solo se presentaba a los bailes cuando debía tratar algún asunto de negocios con algún asistente, lo que no pasó desapercibido a sus más allegados.
Darcy comprendió que se había enamorado de aquella mujer, que lo había cautivado por completo sin apenas hacer nada más que desafiarlo. Y en su interior se dijo que tarde o temprano volvería a aquel lugar y se lo haría saber a ella.
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A pesar de la insistencia de su mejor amigo, Charles Bingley, por que volviera a Longbourn a ver a su esposa y tratar de arreglar las cosas, Darcy se negó, pues estaba seguro de no poder soportar verla y no tocarla, o de sufrir un nuevo rechazo por su parte.
