4º La decisión de Lizzy

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4º La decisión de Lizzy

Unos días después, varios carruajes partían desde Netherfield en dirección a Derbyshire, les esperaban varios días de viaje, y todos querían llegar cuando antes. En el primer carruaje se encontraba el matrimonio Darcy a solas, y en el segundo las hermanas Bennet, Elizabeth no había estado de acuerdo con esa distribución, pues quería tener controladas a sus hermanas pequeñas, pero Jane, que se encontraba muchísimo mejor, le había asegurado que ella era capaz de manejarlas, y que así podía descansar.

Durante el trayecto, Darcy observó a su esposa con detenimiento. Las secuelas del incendio apenas eran visibles a simple vista, y aunque aun debían realizarse algunas curas y tener cuidado con algunas zonas más afectadas, pero en general estaba recuperada. Sin embargo estaba preocupado por ella.

Mientras viajaban, pudo comprobar que en los momentos en los que conversaban ella parecía vivaz y alegre, sin embargo, cuando permanecían en silencio la vio apoyar su cabeza sobre la palma de la mano, como si estuviera enferma.

Fue entonces cuando recordó la carta de su cuñada antes del incendio, en la que le narraba su preocupación por la debilidad de Lizzy, y entonces se percató de que habían estado tan inmersos en que se recuperara de las quemaduras que no habían controlado aquellos síntomas que la habían invadido durante meses.

Temeroso de que algo le sucediera, la tomó de la mano, queriendo además llamar su atención, y comprobando que estaba helada.

-Elizabeth, ¿estás bien?

-¿Perdona?- Preguntó sobresaltada.

-No tienes buena cara y estás helada, ¿te encuentras bien? ¿Tienes frío?

-Estoy un poco mareada- Reconoció mientras volvía a tocarse la frente- Y tengo algo de frío.

-Déjame ver- Le dijo, colocando su mano sobre la frente de ella, comprobando que no tenía fiebre, pero que realmente estaba destemplada- Tienes sudores fríos, pero no tienes fiebre.

-Es solo un leve mareo, ya se me pasará.

-¿Te ha ocurrido esto más veces?- Ella asintió- ¿Desde cuanto te ocurre?

-Hará dos o tres meses, puede que más.

-Mientras has estado convaleciente no te ha ocurrido, ¿verdad?- Ella bajó la mirada, no queriendo responder- ¡Elizabeth!- La regañó- ¿Por qué no dijiste nada?

-Porque no es nada, el mareo se va igual que viene, había cosas más importantes que atender- Le respondió cabizbaja- Y no quería causarte más molestias de las que ya te he causado.

-Cariño mío- La abrazó con dulzura- Nada es más importante que tú, ¿entiendes?- Ella empezó a llorar entre sus brazos- Cuando lleguemos haré que venga el médico a verte- La meció levemente, queriendo calmarla- Has estado mucho tiempo ocupándote de todo, necesitas descansar y dejar que yo cuide de ti- Se apartó un poco de ella y la reclinó, haciendo que ella apoyara la cabeza sobre sus rodillas- Duerme un poco, el viaje es largo y te hará bien.

Al sentir las caricias que él le propinaba en el cabello y el calor que desprendía su cuerpo, Lizzy cerró los ojos y se dejó llevar por el mundo de los sueños. Durmió durante todo el trayecto, hasta llegar a la posada donde se hospedarían antes de reemprender el viaje hasta Pemberley. La noche fue tranquila, las niñas se comportaron maravillosamente, sorprendiendo a su hermana, y Jane se manejaba a las mil maravillas con ellas, disfrutando por primera vez en mucho tiempo de no estar en cama con todos pendientes de ella.

La segunda jornada del viaje, Elizabeth se mostró mucho más repuesta, tranquilizando a su esposo un poco, y disfrutando todos del viaje y del paisaje.

Matrimonio de ConvenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora