19º El secuestro

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19º El secuestro

Georgiana no parecía tener más secuelas que las heridas físicas de aquella terrible broma por parte de las dos niñas, y lejos de estar enfadada con ellas por haber truncado su sueño de convertirse en intérprete ese año, la joven solo tenía para Kitty y Lydia palabras de amor y comprensión, asegurándoles que así tenía un año más para prepararse mejor.

Mary, por el contrario, estaba muy molesta con ellas, aun recordaba como eran antes del incendio de Longbourn, como se metían con ella sin motivo, y el comportamiento que estaban mostrando era el mismo, así que se limitó a no dirigirles la palabra e ignorarlas mientras estaba en compañía de su amiga.

Lizzy no dejaba de observarlas en silencio desde la distancia, intentando que no la vieran llorar de tristeza. Su esposo, a la vez, la observaba a ella, la veía tan decaída que en ocasiones dudaba de haber tomado la decisión correcta, pero sabía que eso era lo mejor para las niñas y para el resto de habitantes de la casa, así que con resignación, suspiraba y dejaba a su esposa abatida para continuar con sus labores.

Los días pasaron presurosos, y por fin llegó el día en que las niñas tenían que abandonar el hogar de los Darcy, todo estaba preparado para el viaje, todo menos Kitty, Lydia y Lizzy. Las tres se habían levantado apesadumbradas, apenas hablaban con nadie, no habían desayunado, y no mostraban interés por hacer nada.

No soportando estar en la casa, Lizzy decidió salir a pasear un poco antes de que llegara el carruaje con el clérigo que dirigía la prestigiosa escuela a la que iban a ir sus hermanas, a pesar del día tan desapacible que hacía. Darcy no tuvo fuerzas para rogarle que no saliera con ese clima, el sufrimiento que veía en ella le hacía daño.

Mientras ella estaba fuera, llegaron a la casa los Bingley, queriendo despedirse de las niñas, y al mismo tiempo, sintiéndose culpables de aquella situación.

-No digáis tonterías, vosotros no tenéis ninguna culpa- Les aseguró Darcy, comprendiendo su pesar- Si no hubiera sido yo, vosotros mismos habrías hecho lo mismo con el tiempo- Les aseguró, ellos se miraron no muy convencidos, pero prefirieron no contradecirlo.

-¿Dónde está Lizzy? ¿Lo está asimilando bien?

-Ojalá fuera así- Suspiró con pena- No sé quien de ellas está peor ante lo que hoy acontece, Elizabeth apenas ha hablado desde que Georgiana tuvo el accidente, se siente culpable pero al mismo tiempo no soporta la idea de que se vayan- Miró hacia la ventana- Ha salido a pasear a pesar de este horrible tiempo, no soportaba estar aquí esperando sin más, y yo no he sabido detenerla.

-¿Qué Lizzy se ha ido a pasear estando la marcha de las niñas tan próxima?- Preguntó preocupada- ¡No creí que estuviera tan mal ante la separación!

-¿Por qué dices eso?

-La conoces, sabes que siempre está pendiente de todo lo que tiene que ver con las niñas, y más si estas tienen que salir de viaje- Le comentó alarmada- Y sin embargo, hoy no está con ellas, no está pasando con ellas las últimas horas que les quedan en esta casa hasta dentro de un buen tiempo, no es propio de ella.

-Es cierto, no lo es.

Bingley intentó desviar la conversación, viendo la derrota plasmada en el rostro de su amigo, pues se veía vencido hiciera lo que hiciera. Sin embargo, fueron interrumpidos por el mayordomo, que irrumpió de forma abrupta en el salón, seguido del magistrado del condado de Kent, pálido y fatigado.

-Señor Darcy, me temo que tengo noticias terribles- Le dijo acelerado- Mandamos al señor Collins al manicomio más apartado y recóndito de toda Inglaterra, cumpliendo con sus exigencias, y ayer recibí esta misiva- Se la entregó- En la que me comunican que el susodicho ha incendiado el manicomio, escapando de allí en compañía de una mujer pelirroja.

Matrimonio de ConvenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora