28 | Artísticamente hablando

Start from the beginning
                                    

Sé perfectamente lo que significa todo esto y, por una vez, no me preocupa sentirme así. Alex me transmite mucha seguridad. No se me ocurre ninguna razón para no confiar en él. Hace que sienta que puedo ser yo, pero yo de verdad, y siempre se encarga de recordarme lo mucho que le gusta esa persona. De hecho, ni siquiera me preocupa que nos hayamos sumido, según Sam, en un algo-no-definido.

Hasta que Mil y una veces alcanza un millón y medio de reproducciones, y me doy de bruces contra el mundo real.

Y contra el hecho de que 3 A. M. no solo se han vuelto conocidos en las redes sociales.

—Tres —pronuncia Blake, moviendo tres dedos frente a mi nariz, un lunes por la mañana, cuando estamos paradas frente a su taquilla—. He conseguido, nada más y nada menos, que tres números de teléfono hoy, Hollie. Y solo es la hora del almuerzo. ¿Tú te lo explicas? Porque yo no.

—Eres alucinante, ¿qué esperabas?

Blake cierra su taquilla y pone los ojos en blanco, aunque está sonriendo. Tengo razón a medias: es una chica alucinante, por supuesto, pero recibe mucha más atención desde que Mil y una veces se hizo viral en YouTube, y no es la única. Ese millón y medio de visitas ha convertido a mis amigos en imanes de citas andantes.

Me espero a que guarde los libros en su bolso y después echamos a andar juntas por el pasillo.

—El que más me gusta es Brad —admite. Nos detenemos un momento para que pueda hacerse una coleta—. Es guapo y está bueno. Mi tipo, sin duda. Aunque Liam tampoco está nada mal. Todo ese rollo de empollón inocente me llama mucho la atención.

Son de nuestro curso, así que no me cuesta hacerme con una imagen de ellos en mi cabeza. Finjo pensármelo por un momento y, finalmente, doy mi veredicto.

—Liam, sin lugar a dudas.

—Tú opinión no cuenta. Te gustan los pringados con caras de bueno —me reprocha, burlona, refiriéndose a su hermano.

Me adelanto y le sonrío.

—Sobre todo si besan tan bien.

—¡No quiero oírlo! —chilla y se tapa las orejas.

Suelto una carcajada y la empujo con la cadera. Blake me devuelve el ataque, indignada, pero mi risa pronto contagia la suya y termina entrelazando su brazo con el mío. La gente nos mira al pasar porque estamos haciendo mucho ruido, pero no me paro a pensar en ello. Con Blake lanzándoles sonrisas coquetas a todos los chicos que se nos cruzan en el camino, es imposible no divertirse.

Cuando volvemos a quedarnos en silencio, le pregunto:

—¿De verdad vas a quedar con ellos?

—No empieces otra vez —me advierte. A juzgar por su tono, sabe perfectamente por dónde voy.

Suspiro con impaciencia.

—Vamos, Blake.

—Mason y yo no estamos saliendo, ¿vale? Así que puedo quedar con quien me dé la gana. Llegamos a ese acuerdo y ambos estamos conformes con eso.

Por supuesto. Solo que ninguno ha llegado a estar realmente con otra persona. No sé qué pasó entre ellos en el baile porque Blake siempre le resta importante y sigue negándose a contármelo, pero, desde entonces, Mason y ella se han sumido en una especie de competición por ver quién liga más en menos tiempo.

Ni siquiera sé quién va ganando. Se dedican a fardar y a tirarse los trastos mutuamente durante los almuerzos, pero nunca les presto atención.

—La única chica que le interesa eres tú —le recuerdo. Ella se encoge de hombros.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now