27 | Mil y una veces

Comenzar desde el principio
                                    

—No.

—¿Quieres hablar sobre ello?

Estoy poniéndoselo en bandeja: «adelante, Owen, recházame».

—No es un buen momento para hablar sobre mis problemas.

—Owen...

—Solo necesitaba un abrazo.

—En ese caso, ven aquí.

Y, sin más, vuelvo a rodearla con los brazos para estrecharla contra mí. Puede que esté cavando mi propia tumba, pero no soporto verla llorar y no hacer nada al respecto. Ayer supo entenderme mejor que nadie. No quiso separarse de mí hasta que mi padre llamó para decirnos que Bill estaba bien, como si supiera que su compañía era lo único que necesitaba para sentirme un poco mejor. Quiero ser igual para ella, aunque seguramente esté a punto de romperme el corazón.

Cuando deshace nuestro abrazo, su boca fuerza una sonrisa, pero su mirada grita con fuerza que algo va mal. Volvemos a quedarnos en silencio.

—Gracias —me susurra. Asiento. Noto una profunda presión en el pecho.

—Deberíamos... —empiezo a decir, señalando el pasillo. Llevamos aquí parados casi cinco minutos y no podré seguir soportando esta situación durante mucho más tiempo. Owen sigue mi mirada y, después, clava sus ojos en los míos.

—Deberíamos hablar —dice. Mi corazón se estruja dolorosamente, pero no respondo. Ladea la cabeza y piensa unos segundos antes de continuar—: ¿Te apetece venir a comer hoy conmigo? Mi padre está de visita en la universidad y no tengo ganas de estar a solas con mi madre. Hemos discutido y... bueno, la verdad es que preferiría no tener que volver a casa hasta esta noche.

Así que era eso. La examino con recelo y me siento terriblemente culpable porque, a pesar de todo, no puedo evitar que mi atención se centre en una afirmación en concreto.

—Tu padre está con Gale —asumo, despacio. Ella frunce los labios y asiente.

—Gale es un capullo, pero no soy tan rastrera como para no cumplir con mi parte del trato.

Está bien. Sigue criticándolo, así que no creo que planee volver con él. Al menos, no de momento. Pero eso no significa que quiera estar conmigo. Ni que no se arrepienta de lo que pasó ayer. Sería más fácil si pudiéramos hablarlo directamente, pero no sé cómo sacar el tema. Tampoco soy capaz de preguntarle si sus padres saben que ha roto con Gale o si, por el contrario, siguen creyendo que están juntos.

Dios, estoy nervioso. La situación es tan tensa que solo quiero volver a encerrarme en mi habitación.

—Podemos invitar a los chicos —propongo, tras unos minutos en silencio—. A comer.

Owen enarca las cejas y me parece ver un destello de diversión en su mirada.

Vale, definitivamente soy idiota.

Nuevo plan: convencer a los chicos para que digan que no.

—Podríamos —repone, con tono sugerente, y me lanza una mirada burlona—. O también podríamos no invitarlos.

Ay, madre Santa. Vale. Muy bien.

—¿Eso significa que...?

—Es una cita, Alex. A nuestra manera, ¿vale? Sin formalidades ni cosas raras —me interrumpe, sonriendo. Sin embargo, su confianza cae estrepitosamente—. A no ser que prefieras que vengan los demás.

No tardo ni una milésima de segundo en negar con la cabeza.

—No, para nada. No —respondo a toda prisa. Una sonrisa divertida vuelve a aparecer en sus labios y reculo con nerviosismo—. Quiero decir que... bueno, seguro que están ocupados.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora