29

14 1 0
                                    

En mi pelotón se encontraban trece personas pero entre ellos destacaban un chico llamado Elgar y un hombre de veinticinco años llamado Japo, este último  era un hombre aguerrido que venía de Los Países Bajos, por otro lado Elgar era Italiano

Aquella base estaba Rodeada por muros de tres metros de altura, hechos en cemento, su superficie había sido pintada con colores verdes y negro, se camuflaba perfectamente entre los árboles. Al llegar allí, ordené a Elgar comandar a la mitad, mientras que yo me movilizaría con los demás  para verificar la ausencia de enemigos en la zona. procedimos con suma cautela. El perímetro era seguro.

No había nadie, absolutamente nadie, era algo tremendamente inusual para ser una base insurgente, inclusive la puerta, una puerta de madera reforzada con placas metálicas se encontraba entre abierta, como invitándonos a pasar hacia el misterio de aquel lugar.

Llevaba conmigo un aparato óptico que que permitirá revisar bajo las puertas, un Opti-Cam, este consistía de un palo hecho de fibra de vidrio y al final de este se encontraba una cámara pequeña, que proyectaba lo observado en una pequeña pantalla frente a nosotros. El Opti-Cam no revelaba nada así que procedimos a entrar de forma silenciosa y metódica.

El sitio parecía estar abandonado desde hace un tiempo. Estaba compuesto de una zona con pequeñas cabañas, un almacén de provisiones y un búnker, así es, un maldito búnker.

Todo parecía normal, realizamos una inspección habitual para encontrar cualquier tipo de ataque sorpresa. En eso Vanessa me llamo y me dijo:

—Querido, siento que algo no está bien, las vibraciones bajo este lugar son bastante raras —dijo titubeante.

—¿A que te refieres con vibraciones amor? —le pregunté en un tono bajo.

—La mala vibra, este lugar tiene mala vibra en sí, se siente algo aquí debajo, algo que nunca hemos visto.

Le creí, ella no tenía razón alguna para mentir, así que ordené que se realizara una verificación recursiva a todo el lugar para comprobar que no se encontraba algo más aquí con nosotros.
En eso un Japo gritó:

—¡Sargento Guapol, hay una entrada en éste búnker!.

Me dirigí a revisar y efectivamente se encontraba una entrada a lo más profundo del subsuelo. Se veía muy tecnológica.

Sed de justiciaWhere stories live. Discover now