28.

3 1 0
                                    

—Guapol, ¿es cierto lo que dices?.

—Es tan cierto como mi existencia.

—No puede ser, parece que este hombre ha estado en todos lados. Él fue quien comando el ataque a mi isla natal. ¿No sabes donde se encuentra? —pregunté en furor.

—Probablemente debe estar en la base central. La gran Carrier, es la base central del gobierno, pero no podemos entrar allí, su seguridad es máxima; no está vigilada por soldados comunes, cada soldado de allí es como mínimo un experto tirador o un maestro marcial. <<Me quedé pensando un rato>>.

Las ansias de ir allí y destrozarlos a todos eran incontrolables, más luego mis ojos fueron puestos en Rosa, quien reposaba sobre las piernas de Guapol y se veía bastante mal.

Guapol entonces me dijo:
—Lo mejor será encontrar gente que se una a nuestro movimiento, veo que eres muy recursivo en cuanto a quien escoges, capitán.

—Es cierto, pero por ahora tenemos una misión pendiente; llegar a Elementalia y encontrar a algún médico que pueda curar a esta señorita. Ahora Guapol, quisiera escuchar tu historia en el ejército.

<<Guapol se quedó pensando>>.

—Pues verás, todo había sido normal hasta cierto punto. Fui reclutado un día como cualquiera debido a que era necesario enfrentar a los insurgentes. Quienes luego terminarían absorbiendo también a mi país, Finlandia.

Conocí a mi esposa en el batallón de infantería N°5 en Finlandia. La primera vez que la vi se encontraba en un pasillo, probablemente se dirigía a alguna oficina, cuando de pronto dejo caer algunos papeles qué llevaba, sin pensarlo corrí para ayudarle; cuando levanté la vista y escuche su: "gracias", quedé encantado. Era una chica realmente hermosa, con el cabello blanco y sus ojos tan resplandecientes como un río de plata.

Solo era una humana, pero esa humana se adueñó de mi corazón, fue amor a primera vista. con las semanas logramos salir en los diás libres realizando varias citas formales. era realmente inteligente, sus charlas relatando sus metas y sueños me dejaban atontado. Nos hicimos novios y dos años después decidirnos casarnos. compramos una casita fiscal cerca del batallón y hasta ese punto era el hombre más feliz del mundo. Hice todo lo posible por mantenerme a su lado, ya que nuestras vidas siempre estuvieron vinculadas al ejército, portando en la mente una misión clara. Detener la expansión vasta de los insurgentes.

A dónde iba ella iba yo.

Se nos encargó una labor, debíamos entrar a una base de operaciones que los insurgentes habían puesto en pie unas semanas antes en la profundidad de un bosque. Era el punto Cano. Una zona completamente aislada y en la cual la señal era simplemente inexistente. Mi pelotón, en el cual se hallaba mi esposa y yo, fuimos dejados a unos dos kilómetros de aquella base, el resto lo tuvimos que andar a pie.

Realmente no sabía que íbamos a enfrentar, lo que vimos allá no era una base común y corriente. Esa vez, hace unas dos semanas, descubrimos algo realmente monstruoso, algo realmente peor que aquel gigante que se encontraba en Puerto Santander.

Sed de justiciaWhere stories live. Discover now