Capítulo 24

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Los nervios se apoderaban de ella. La adrenalina corría por todo su torrente sanguíneo. Quería darle la mejor velada de su vida. Quería que en todo su departamento reinará la magia y la pasión del momento, quería hacerlo olvidar de todos sus problemas, que el tiempo se detuviera al instante que el entrara a su departamento, que solamente existieran el y ella nadie más.

-Tenia todo listo, la organizadora le había dicho que cuando ella llegara todo estaría tal y como ella lo había ordenado, estaba nerviosa.

-El kimono que ordenó por Internet recién había llegado esta mañana, era una auténtica maravilla, rojo con detalles amarillos, igual que una peluca , todo el atuendo de una auténtica Geisha.

-Esperaba que todo saliera como lo había planeado. A las ocho en punto de la mañana se encontraba en su escritorio, con su café americano acompañándola, escribió una nota en un papel, luego lo metió en un sobre que sello colocó su nombre y le rocío un poco de perfume que sabía que a él le encantaba. Dejo el recado sobre la amplia silla de cuero que se encontraba frente al escritorio, luego salió de la oficina. Se le hacía raro que aún no llegara.

-Bajo al piso de contabilidad necesitaba unos inventarios urgentemente, habían unas cosas que aún no le cuadraban en el balance general del mes.

Fernando llegó una hora después de la acostumbrada, las típicas peleas o roces que tenía con su adorada esposa eran cada vez más frecuentes, ahora empezaba a sospechar que ella ya sabía de los amoríos que tenía con otra mujer, debía ser más cuidadoso o su esposa arruinaría la relación que tenía con Lucero, y añadiéndole a ese día, al auto se le  habían ponchando dos llantas el chófer se tardó años en cambiarlas y eso que el había servido de mucha ayuda. En fin ese día empezó como un auténtico desastre.

Frustrado llegó a la oficina, más tarde de lo que acostumbrada a llegar, no era el tipo de jefe que llegara a cualquier hora, le gustaba ser puntual.Subió a su oficina, se extraño de no verla en su lugar, ella era la única que podría animarlo en estos momentos. Entró a su oficina, echo un vistazo a su apariencia, nada comparada con el look de todos los días , tenía las manos manchadas de grasa, como no si prácticamente había servido como ayudante del chófer mientras el levantaba el auto con el gato mecánico el chófer se apresuraba a cambiar la llanta. Fue al baño y lavo sus manos, junto con su cara, por suerte tenía otra camisa porque la que traía no tenía ni pizca de limpia. Moría de vergüenza todos sus empleados lo vieron llegar medio sucio a trabajar. Después de arduos quince minutos en el baño al fin salió, si ese había vuelto a ser el, la limpieza en su máximo esplendor.

Halo su silla, pero una nota llamo su atención, estaba dirigida a él en la parte de enfrente tenía escrito su nombre, lo tomo entre sus manos el olor que tenía aquel sobre invadió sus fosas nasales, sabía de quién se trataba.

Abrió el sobre y saco la pequeña nota.

Jefe.

Durante estos días lo he visto tenso y de muy mal humor. Lo espero hoy en mi departamento a las ocho de la noche, no me falle.

Lucero.

El día comenzaba a ir mejor, aquella mujer, aquel ángel había sacado una sonrisa de sus labios.

Fernando: Ahí me tendrás pequeña.

Silvia llegó a la oficina sin ser reconocida, no quería que nadie supiera de su visita a las oficinas de su marido, mucho menos el, debía encontrar a alguien que estuviera dispuesto a lo que sea con tal de ganarse un buen dinero. Tomó el ascensor y mientras llegaba a su destino escucho a una mujer quejándose por la paga, que aunque Colunga Enterprise era la mejor empresa en su rango y con mejor paga a sus empleados, ese dinero se le esfumaba en un dos por tres, con la ostentosa y vida de millonaria que le gustaba darse.

Silvia tomó del brazo a aquella mujer antes de que saliera del elevador, aquella mujer la miro extrañada.

Maricela: Puede soltarme??

Silvia: Disculpa, no quise importunarte.

Maricela: Pues ya vio lo logro.

Silvia: Escuché tu conversación, y quiero proponerte algo?

Maricela: Ahh aparte de todo metiche y quiere que yo la escuche.

Silvia se quitó la peluca, y las gafas de sol que traía puestas. Maricela se quedó perpleja, era la señora Colunga la esposa de su millonario jefe.

Maricela: Disculpe señora, por hablarle de esa manera pero no sabía que era usteded.

Silvia: No importa, quieres escuchar mi propuesta?

Maricela asintió con la cabeza, luego se dirigieron hacia la escalera de incendios.

Maricela: Bien la escucho.

Silvia: Quieres ganarte mucho pero muchísimo dinero a cambio de algo.

La ambiciosa mente de Maricela, estaba dispuesta a hacer lo que sea con tal de ganarse más dinero del que ganaba, le gustaba la buena vida y no podía dársela con el sueldo que ganaba.

Maricela: Bien señora, que quiere que haga.

Silvia: Debes vigilar a mi marido, tienes que descubrir cuántas mujeres lo visitan, que tratos tienen con el, como es el trato con su secretaria y si es necesario haste amiga de la secretaria ella te dirá santo y seña de su vida en la oficina, eso sí quiero pruebas contundentes.

Maricela: Piensa que la engaña?

Silvia: Tengo mis sospechas, pero tú me ayudarás a comprobarlas, entonces tenemos un trato?( Le tendió la mano, esperando que ella aceptara).

Maricela: Acepto.

La codicia y la maldad se unieron para separar a dos enamorados.

Fernando contaba las horas minutos y horas, no podía ni siquiera concentrarse en la pila de papeles sobre su escritorio, quería saber para que lo quería en su departamento.

Lucero salió de la oficina con rumbo a su departamento, trato de no toparse con el en todo el día, quería verlo cuando llegara a su departamento. Esperaba que todo saliera bien esa noche. Subió a su departamento, cuando abrió se encontró con una auténtica maravilla.

Fue arreglarse tomó el kimono se lo colocó, arreglo su cabello de manera que la peluca lo cubriera en su totalidad. Delineó sus ojos transmitiendo profundidad, elegancia, sensualidad e inteligencia. Tomó el lápiz labial rojo intenso y lo colocó sobre sus labios al finalizar colocó algo de brillo se vio al espejo era una auténtica Geisha.

Fernando llegó al edificio, moría por saber que significaba aquella nota, tomó el ascensor, al fin había llegado al departamento de Lucero.

Iba a tocar pero se dió cuenta que la puerta estaba abierta, dudoso entró luego cerró, quedó anonadado frente a lo que estaba viendo. Habían velas y aromas orientales en todo el departamento, al fondo se escuchaba música japonesa suave, todo estaba listo para la ceremonia del te, Lucero había traído todo Japón a su departamento, pero faltaba algo , más bien alguien.

Una Geisha se apareció detrás de el tomándolo por sorpresa, estaba preciosa vestida con ese kimono maquillada de esa manera,descalza, sostenía una bandeja con lo que parecía ser aceites para masajes, su mirada transmitía deseo, pasión sensualidad.

Fernando no paraba de mirarla, de adorarla con la mirada pero también el deseo se apoderaban cada vez más y más de el.

Lucero: Bienvenido señor Colunga un placer tenerlo por aquí.

Fernando le seguiría el juego.

Fernando: Realmente se ve exquisita señorita.

Lucero: Hoy solo seremos usted y yo, el mundo no existe allá afuera, haga de cuenta que el tiempo se detuvo. Déjese llevar por el momento.

RELACIONES PROHIBIDAS ®Where stories live. Discover now