Se acerca un poco, tentando el terreno. Cuando está más cerca, se da cuenta de que el villano no los está mirando: está ciego. Y sin embargo, en un segundo, todo lo que tiene cara de poder atacarlos —palancas, fierros viejos, varillas—, está frente a ellos.

—Telekinesis —adivina Katsuki.

—A ver si pueden con ella.

Katsuki sonríe de medio lado. No importa que el villano no pueda verle la sonrisa.

—¿Es un reto?

—Kat... suki... —La voz de Eijiro casi lo hace perder la concentración. Débil. Y luego un sonido extraño, como el que hacen las personas al escupir algo—. Salta —dice Eijiro.

—¡No tengo tiempo de...!

Todo los está atacando. Pero él es bastante rápido para explotar todo lo que se les acerca demasiado y Uraraka para desviar la trayectoria de todo lo que se le acerca demasiado. En un momento agarra una varilla y la usa como espada para defenderse.

—¡Salta! —grita Eijiro, desde atrás.

Siempre ha confiado en él. Así, que en ese momento, hace lo que le dice. Nota inmediatamente el cambio al propulsarse hacia arriba. De repente todas las armas improvisadas del villano no lo alcanzan. O se equivocan. Así que mientras está en el aire no puede verlo. Interesante.

—¡Uravity! —le grita a Uraraka—. ¡Aire!

Espera que la entienda.

No espera para ver si la estrategia le da resultando también a ella. Se propulsa hacia adelante, intentando decidir el mejor curso de acción. Es cuando ve de frente la situación en la que está Eijiro.

Hay cadena en torno a sus muñecas, forzando sus brazos hacía arriba. No hay grilletes ni una llave, pero puede ver la fuerza con la que mantienen los brazos inmóviles —incluso con la singularidad de Eijiro—. Y hay en sus piernas, manteniendo sus pies inmóviles. Casi se distrae.

Pero entonces el calor de las explosiones parece alertar al villano de su posición, porque está muy cerca.

—Así que aquí estás.

Su telekinesis lo ataca con más precisión que antes —aunque no tanta como si estuviera con los dos pies sobre el suelo—. Katsuki intenta esquivar todo, como puede. Pero aun así siente un golpe cerca de las costillas y luego uno en una pierna. Grita de dolor al sentir la fuerza con la que una varilla de metal lo golpeó.

(Está seguro de que le hizo papilla el hueso).

A pesar de todo, no se detiene. Se propulsa hacia el villano, aunque es más difícil hacerlo cuando no tiene la ayuda de Uraraka, cierra el puño. Siente otro golpe, pero no tan fuerte.

Y da el puñetazo.

Lo desestabiliza. Todo lo que estaba en el aire, atacándolos, cae. También lo hacen las cadenas que tenían sujeto a Eijiro.

Agarra al villano por el cuello de la camisa vieja que lleva.

—Un solo movimiento en falso y te exploto la cara —amenaza, con la voz fría, calculadora. La pierna lo está matando. Uraraka se acerca—. ¿Tienes esposas para evitar que use su singularidad o le doy un golpe que lo haga ver estrellas?

—Yo me encargo —dice Uraraka y lo hace flotar al tocarlo—. Así ya no puede ver. —Saca un par de esposas para evitar que use su singularidad—. Encárgate tú de Eirijo.

Katsuki asiente.

Usualmente no es la clase de persona que delega la parte de entrar a los villanos a la policía, pero en ese momento no sé queda. Camina, cojeando, hasta Eijiro. Le sorprende todavía poder apoyar el pie, pero supone que es la adrenalina y que su trabajo lo obliga a tener un umbral del dolor bastante alto.

Se deja de caer de rodillas junto a él, aprovecha que está sentado.

—¿Estás bien?

—Sí —musita Eijiro—. Estaba esperándote.

Le guiña un ojo. Está quitándose la cadena de los pies; ya no hace ninguna presión, pero siguen enredada en torno a sus tobillos. Katsuki se apresura a ayudarlo.

—Siento haber tardado.

—No fue nada. —Pero por la manera agitada en la que respiro, Katsuki adivina cosas que no está diciendo. Se quedan en silencio hasta que Uraraka se lleva al villano del sótano—. Pudo haber sido peor... —Suelta un suspiro.

—¿Qué?

Abraza a Katsuki.

—No pude hacer nada.

—Nos advertiste. —Katsuki le lleva la contraria, porque, sin la llamada de Eijiro, quien sabe en qué demonios hubiera acabado aquello.

—Me descubrieron. Intenté pelear, pero... eran más y había demasiada gente y... los amenazaron si no dejaba de enfrentarme a ellos y... no quería que nadie sufriera por mi culpa y tampoco sabía cómo salvarlos. —Habla rápido, se atropella entre las frases. Tiene el rostro escondido en el pecho de Katsuki—. Sólo me quedó esperar.

—Nos advertiste —repite Katsuki.

Pero sabe a lo que se refiere Eijiro. Muy seguido tiene esa sensación que persigue a todos los héroes. «Pude hacer más, quise hacer más, no pude...». Lo abraza más fuerte y Eijiro se aferra a él.

—Vamos, creo que los dos necesitamos ir a urgencias —dice Katsuki.

Puede ver sangre en las muñecas de Eijiro y en su vientre y en sus tobillos. A él le duele cada vez más la pierna izquierda.

—Vamos.

Vida de Héroe [Kiribaku]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz