Las cosas que no vuelven

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Some legends are told
Some turn to dust or to gold
But you will remember me
Remember me, for centuries

Centuries, Fall Out Boy

Todo empieza con el retoque de las raíces. No, no empieza. Vuelve a empezar. Las cosas empiezan a alinearse. Y no vuelven nunca al antes, pero al menos se detienen en algo que conocen, se anclan. Dejan de seguirle el juego a la desesperación.

Eijiro nunca vuelve a ser el de antes.

Katsuki tampoco.

No pueden jugar a la vida y la muerte y seguir siendo los mismos. Después de tantas veces, ya deberían saberlo.

(Y todavía les sorprende descubrirlo).

Eijiro encuentra la manera de combatir, aun con la falta de audición. Katsuki no deja sus obsesiones —de verdad quiere encontrar al villano que les causó todo lo que están viviendo—, pero las controla porque le da miedo que acaben afectándolo más de lo normal. Eijiro deja el trabajo de escritorio y vuelve a trabajar como héroe. La ausencia le afecta en el ranking, pero Katsuki se alegra de que esté entero y de que haya vuelto.

No es mucho consuelo. Pero es algo.

Llega más gente a la agencia. Uraraka convence a Jirou de que se una. Son buenas compañeras. (Jirou después promete hablar con Yaoyorozu y así es como Katsuki se entera de que están saliendo juntas). La vida sigue.

Ocurre una noche, cuando todavía están en la agencia, llenando reportes y haciendo papeleo.

Katsuki odia ese trabajo, pero nunca se atrevería a saltárselo. Los reportes existen por algo (además de para torturar a todos los estudiantes que se atreven a pisar esa agencia). Lleva quince minutos leyendo el mismo cuando entra Eijiro a la oficina que medio comparten (nunca están ahí el tiempo suficiente como para tener más espacio). Se le empiezan a confundir las palabras.

—Prende las noticias.

—¿Qué?

—Préndelas.

La voz suena a crisis.

—¿Qué pasó...? —pregunta, pero ya está buscando el control de la televisión que tienen allí. Algo en el tono de Eijiro lo hace pensar que lo que está ocurriendo es bastante grande. Cuando prende la tele, lo entiende—. Carajo.

Es nieve. Sobre Tokio. Todavía no es invierno, no es ni época de frío. Ver la nieve no tiene sentido. La voz de la presentadora le confirma las sospechas: nieve que parece causar las temperaturas del polo sur —aunque quizá eso es una exageración, pero a Katsuki le parece bastante acertada—, que no se derrite fácilmente y, más importante, que aparece de la nada.

—Es su modus operandi —dije Eijiro.

—Sí.

Ha estado tanto tiempo esperando ese momento, mientras apenas le ponía atención a todo lo demás, que no sabe como reaccionar. Lo tiene enfrente. Lo que más le duele es todavía no estar seguro de si puede derrotarlo. Quiere hacerlo. Patearle el trasero, una y mil veces. Cobrarle la situación en la que los dejó, vengarse todas las veces posibles.

Es personal, después de todo.

Se queda con la vista fija en la pantalla hasta que suena el teléfono y tiene que contestarlo.

Es la voz de Suneater.

—Dime que lo están viendo.

(Probablemente esperaba que contestara Eijiro, pero no).

—Sí.

Llevan meses persiguiéndolo. Siempre se les escapa antes o nunca tienen la evidencia de que es él. (Ni siquiera tienen un nombre para él, fuera de «Nieve», que es sólo una clave). Lleva meses leyendo informes, reportes, interrogando gente, que es lo que hace además de su trabajo normal. Y ahora está ahí, frente a él, a su alcance.

—Se nos escapará si dejamos pasar demasiado tiempo —oye la voz de Suneater—. Están evacuando el área.

—Bien.

Cuelga.

Sabe lo que «están evacuando» significa: les espera una larga noche. Tienen que contener el frío, la nieve. Tienen que evitar que la gente se congele. Tienen que atraparlo.

—¿Lo lograremos está vez? —pregunta Eijiro.

De la vez pasada todavía le quedan dudas. (Cuando en otro tiempo diría, seguro, «¡lo derrotaremos!», ahora pregunta). Katsuki no quiere verlo así.

—Sí. —Le gustaría estar más seguro de lo que está, pero lo esconde—. Tenemos que, ¿no?

Le dirige una sonrisa. Amenazante. Está interpretando un papel, pero es uno al que está acostumbrado. Eijiro se muerde el labio y tarda en reaccionar, así que Katsuki se pone en pie y se acerca hasta él. Las noticias sobre la nevada —que ellos dos saben perfectamente que no es una casualidad—, están en el fondo.

—Ey, tenemos que, ¿no?

Quiere sacarle la respuesta, arrancársela de los labios. Intentar devolverle la valentía de antes. Siempre le gustó sentirse invencible junto a él. Le pone la mano en la barbilla, son casi de la misma altura. Lo mira a los ojos.

—Sí, tenemos que.

Katsuki lo besa. Le gustan los labios de Eijiro. Y han pasado tanto tiempo enterrados en sus propios miedos que en algún momento pareció que se habían olvidado de cómo tratarse. Eijiro lo abraza, le rodea la cintura con los brazos y lo aprieta contra sí. Es un «no me sueltes» tan claro, tan obvio.

—Vamos a hacerlo —le dice cuando se separa de él—. Somos tú y yo. —Y todos los héroes que han estado buscando a «Nieve», también, no están solos—. Ahora podremos hacerlo.

Eijiro se queda viendo a la ventana, abre mucho los ojos. Katsuki se voltea para buscar de dónde proviene su sorpresa y nol puede evitar abrir mucho los ojos.

Son copos de nieve.

—Vamos. —Frunce el ceño. Están contra el tiempo—. Me va a producir un placer enorme si soy yo quien se lo entrego a la policía.

Quiere cobrárselo, quiere que «Nieve» pague todo. Todos esos meses, todas las lágrimas, las discusiones, los entrenamientos que acababan en fracaso, todas las palabras que no dijo, las noches que perdieron. Quiere, al menos, sentir que se vengó.

Porque el tiempo no vuelve.

Esos meses ya se fueron.

Vida de Héroe [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora